Nada del amor me produce envidia (Teatro)

El doble filo de las versiones 

Dramaturgia: Santiago Loza. Con Soledad Silveyra. Vestuario y Escenografía: Graciela Galán. Iluminación: Omar Possemato. Musicalización y Dirección: Alejandro Tantanian.

Teatro Maipo. Esmeralda 443. Lunes, 20.30 hs.


En ocasiones, la parafernalia que brinda un teatro de renombre como el Maipo, una producción importante y una actriz de prestigio pueden ser un arma de doble filo. Se brinda un abanico de posibilidades importantes pero a costa de sacrificar la esencia de un texto bellísimo, basado en los pequeños detalles y una actuación sentida y conmovedora.


Esto es lo que ocurre con esta nueva versión de “Nada del amor me produce envidia”, el excelente texto pergeñado por Santiago Loza y llevado a cabo, hace algunos años, por esa gran actriz llamada María Merlino. Quien estas líneas escribe tuvo la posibilidad de ver a Merlino dando vida a esa modista que se debate entre entregar su mejor vestido a Eva Perón o Libertad Lamarque, dos amigas devenidas enemigas íntimas, allá por los años 40.

En esta ocasión, el rol protagónico recae en Soledad Silveyra. La puesta comienza con un video introductorio, que sirve para contextualizar los acontecimientos. Aceitado recurso para hacer uso de las posibilidades tecnológicas puestas a disposición de la obra y para “ganar” tiempo respecto a su desarrollo ya que, enseguida, ingresa la protagonista al receptáculo en el cual se suceden los hechos.


La amplitud del escenario del Maipo -con la consabida dificultad en torno al espacio- fue resuelta con la construcción de una especie de cubo en el cual Soledad Silveyra se transforma en esa modista timorata e inocente frente a un destino que la pondrá a prueba. Igualmente, ese «cubo» puede dar lugar a una gran cantidad de lugares que no sean, necesariamente, el cuarto de una modista. Al fin y al cabo, solo hay una silla y nada indica que haya muchas diferencias con otros espacios de trabajo. Igualmente, el gran inconveniente es que Soledad Silveyra es Soledad Silveyra haciendo de y no siendo, esa modista. Siempre se termina viendo a Soledad Silveyra, lo cual no termina de convencer porque tampoco canta, en las partes en que hay alguna canción, la cual ha sido omitida.

La puesta cuenta con un falso final que no aporta mucho en tanto que la iluminación y las imágenes vuelven para dar cuenta de efectos que terminan siendo un regodeo sobre la forma de impactar en tanto final de la puesta pero que no enriquecen a la misma. Aquí es donde el famoso axioma “menos es más” se hace palpable. Esto es extensible a varios momentos de la puesta donde, pareciera, es necesaria la utilización de recursos que no ameritan a la ocasión salvo para llenar de colores a la misma.

“Nada del amor me produce envidia” volvió con un envase propio de estos días para relatar una historia cuya mayor virtud estuvo, en su momento, en un texto y una actuación de primer nivel. En esta ocasión, se pusieron los acentos en cuestiones que, paradójicamente, conspiraron contra las virtudes propias de la obra.

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