La puesta cuenta con un marcado carácter porteño, enmarcado por la relación del personaje central con el tango. De esta manera, la reflexión no queda exenta de sentido del humor por lo cual se hace amena y disfrutable.
Raúl Rizzo y Carlo Argento son la pareja protagónica de un texto agradable al que corporizan con sapiencia. Martín Coria es el “amigo del barrio” que ha caído en desgracia y funciona como moraleja de lo posible. Si bien Raquel Albeniz es la “musa” de Angel con un papel chico pero efectivo, no queda clara la alusión/metáfora que es realiza Ingrid Liberman como una posible “muerte” blanca y atractiva. Quizás, el final es previsible pero esto no atenta con que se esté en presencia de una puesta amena y disfrutable.
“Nunca será igual con otro” da la pauta que el estereotipo porteño se puede llevar a un escenario y someterlo a rayos X para un disfrute generalizado.