Se aprecia –en ellos-, una fuerte necesidad de hablar, aunque esto implique que incluso a los gritos. Se suceden recuerdos de tiempos que fueron y que no volverán. Todo en el marco de la caída de un modelo en el cual se es testigo aunque no partícipe. Afecta y molesta pero siempre más de lo que uno piensa. Él escucha lo que dice una familia, que es como si fuera el país. Alguien que grita pero no pone orden, ella si pone orden pero desde otro lugar. El que sabe o detenta el poder, no está en sus cabales y el resto de la familia lo tiene como tal.
La mancha de humedad es solo una metáfora. Es algo molesto, ponzoñoso, que requiere atención inmediata al tiempo que apela a que la gente se comunique para tal fin. Emisor que emite y un receptor que se muestra pasivo frente a la verborragia de quien habla y descarga su rabia. Se insulta pero no se acciona salvo que se esté con la “humedad” al cuello. Una escena común, ¿no? Porque si bien, el edificio es de todos, con sus partes comunes, cada departamento se ocupa de lo que realmente le interesa, que es puertas adentro.
El televisor es la única relación/referencia con el mundo exterior, mientras que se cruzan distintos ambientes y contextos de vida que, pareciera, debiesen pasar de uno a otro para mantener la memoria y cierto análisis de lo acontecido en tiempos pasados.
La puesta en si es más que correcta. Una escenografía austera pero ilustrativa, brinda el marco exacto para el desarrollo de la acción. Con un elenco de buen nivel, logra que el texto tenga un muy buen vehículo conductor de sus propias palabras.
“Panza verde” apunta a varios frentes pero con la sapiencia de saber que el mensaje llega a destino gracias a un texto sobrio y actuaciones acordes a tal fin.