Detrás de las paredes….
Patio De Actores. Lerma 568. Jueves, 21 hs.
Desde el momento en que comienzan a desarrollarse los hechos, el carácter ascético del espacio escénico marca la pauta de lo que se verá. Cuatro seres que caminan, trotan y corren en círculo bordeando un cuadrado blanco y luminoso dentro del cual ocurrirá todo lo que uno se imagina. Se vive. Tan simple como eso. Cuerpos que están en constante movimiento y crean diversas situaciones que serán disparadores de ideas en cada uno de los espectadores. Esos movimientos se erigen como punta de lanza en situaciones que irán desde el amor al odio, pasando por el destrato entre los seres. Cada una de las acciones tiene su razón de ser sin que esto quede austera de sensibilidad. Por el contrario, los momentos en que el sexo, la violencia toman las riendas de la puesta, abren el horizonte hacia otros límites.
La forma en que se determina el “adentro” y el “afuera” es elocuente. Lo que ocurre y lo que no se ve. La hipocresía que dominan las relaciones en sintonía directa con ambos espacios. Será en ese instante en que el título de la puesta logre una resignificación importante respecto a los espacios a los que se alude. Ante un luminicamente ominoso y hermético lugar, ¿será una casa como prisión? ¿Una metafora de la vida del individuo en la segunda década del siglo XXI?
El “deber ser” que no se condice con los deseos y pasiones de los individuos. Cada de uno de ellos tendrá sus momentos con sus particularidades. Tal es el caso de Heidi Fauth y su interpretación de “Bitte geh nich fort”, versión en alemán del clásico “Ne me quittes pas”.
Cada detalle forma parte de la puesta y no se lo puede omitir. El blanco homogeneizador, en sintonía directa con una sociedad que pide simetría (no igualdad, que sería otra cosa) entre los seres. El elenco, ataviado de dicho color, responde en cada momento a lo requerido por la puesta. La plasticidad de los cuerpos y la ausencia de palabras exigen un poco más en tanto la concentración y la percepción de lo acontecido. Cada uno de los actores tendrá su momento de desarrollo de sus personajes. El trabajo físico es importante en tanto la plasticidad y la gracia que requieren los movimientos de acuerdo al momento. Podrán ser seres robotizados, humanos que corren hacia ningún lugar o personas que tendrán sus vidas propias que van más allá del juicio de valor que se le brinde desde el otro lado de la cuarta pared. Inclusive, esas existencias que se viven como una condena o castigo del cual no se puede salir y mucho menos, escapar.
Los cincuenta minutos que dura la puesta da cuenta que Lucio Bazzalo estaba en todo. No se tentó a dar más tiempo a la precisión obtenida por la puesta. El elenco es un lujo. Exacto en las pócimas de lo robótico y lo sensible. Historias que conocemos pero desde una mirada diferente e igual de poderosa como la realidad misma.
En una situación paradojal, «Presidio» abre las puertas de la percepción y la comprensión con una puesta rica e inquietante en todo lo que implica la palabra. Absolutamente recomendable para despues ir, apenas termina la obra, a debatir en el marco de un horario un tanto particular -que se va extendiendo- para ver teatro.