La muerte le pone freno no solo a quien la sufre sino también a aquellos que rodeaban a la víctima. Empiezan los replanteos ante el devenir de la vida, lo que se hizo y lo que no, ya sea por meritos (o limitaciones) propias o ajenas. Excusa esta última más usada para cubrir las propias falencias. En la puesta, Hugo, Maxi y Lucas son tres amigos de un pueblo que se encuentran en el vestuario del club, en el que están velando a Matías, un viejo compinche de cuando eran más chicos.
El humor irónico que adopta la puesta para tratar temas como la muerte, la desesperanza, el conformismo y ciertos cánones de “buena convivencia” es inteligente y mordaz. No cae en cliches y provoca esa risa que incomoda y llama a la reflexión porque va más allá de la amistad con preguntas como ¿si mis amigos son así, yo también tengo que serlo? o la relación con el tan mentado “sentido de pertenencia”. Los diálogos son jugosos y no se quedan en la superficie de una simple comedia para pasar un buen momento sino que indaga y es ponzoñosa en tanto creación de sentido. La utilización del espacio para el desarrollo del acto teatral da cuenta de una búsqueda en la construcción de dicho acto para que obtenga una mayor contundencia en sus palabras.
Con actuaciones viscerales, “Un hueco” merece ser vista para salir de la comodidad de la risa fácil y ponerse a pensar que tan lejos estamos de la “comodidad alienada” del que hace algo o no hace nada.