Dramaturgia y dirección: Carolina Piola. Con Paola Traczuk y Silvina Prosianiuk. Vestuario: Juan García Bizzio. Escenografía: Leandro Martínez. Iluminación: Lucas Coiro. Video: Noelia Solmi. Sonido: David Sánchez Pitucardi. Utilero: Leandro Martínez. Diseño gráfico: Gimena Drughieri y María Emilia Quiroz. Asistencia de dirección: Miranda Gilmour y Euge Tobal. Fotografía y producción: Euge Tobal. Realización: Juan Pablo Curcho y Vanina Giardini.
Club Cultural Matienzo. Pringles 1249. Jueves, 20.30 hs.
Un habitáculo abierto. Sus cuatro caras a disposición del público al tiempo que dos mujeres se encuentran dentro del mismo. Una está con una máquina de coser pero a la otra…habrá que descubrir su ubicación. ¿Están encerradas? Probablemente. O quizás sea un recorte del tiempo y el espacio que la poesía toma a partir de Andrómaca para abrir un universo femenino para todo aquél que este dispuesto a iniciar ese viaje.
Será la misma Andrómaca la que tome la primera voz para presentarse. “Soy Andrómaca, aquella cuyo varón está en combate” dirá, para abrir una puesta que se enmarcará dentro de una poética de pinceladas sutiles que llegará a nuestros días en su recorrido. Porque las mujeres serán ellas mismas al tiempo que mutarán a medida que se desarrolle la puesta. Partiendo de la misma Andrómaca que fue esclava y mujer del vencedor de la contienda, serán esas mujeres las que tendrán voz a partir de textos sutilmente concebidos y una puesta que construirá poéticas imágenes que irán más allá de los tiempos de acción de los hechos.
Mujeres en relación con hombres; hijos, amantes o aquellos que atravesarán sus vidas. El amor jugará con la envidia una partida donde el final se sabe de antemano, desde el primer momento en que una relación entre dos seres se inicia. Pero irá más allá de la relación de amor para dar paso a lo que será la relación entre los seres a través de los tiempos.
La puesta en si, es uno de los puntos fuertes. Ese cuadrado abierto se ubica en el medio del escenario, que prescinde de las butacas propias de un teatro (Sería bueno verla en otro espacio, como un museo, donde sería más “libre”, sin el condicionamiento de las butacas). Esto permite que el público se mueva y ubique en el lugar que más le guste para presenciar los acontecimientos. Ahí está una de sus fortalezas, el poner al público a trabajar en tanto su ubicación. Si sos cómodo/a, te vas a perder las pequeñas sutilezas que encierra una escenografía onírica pero con pinceladas de sensatez y sentimientos varios. Será esa máquina de escribir, el agua, un cuchillo o el vestuario tan etéreo como preciso, componentes fundamentales de la puesta. La iluminación jugará un papel primordial en la creación de climas. Las actuaciones son acordes a lo requerido, en especial Paola Traczuk que dota de una sensibilidad muy especial no solo a sus palabras sino también a sus gestos.
“Y fue Troya” abre la puerta de un mundo profundamente femenino a través de una puesta tan sensible como poética, al tiempo que dará pie a las más diversas reflexiones.