En lo que a actores se refiere, el 2018 tuvo a varios que engalanaron dicha palabra asi como algunas sorpresas en el rubro y la vigencia de consagrados.
El año lo abrió una puesta inquietante, divisoria de aguas que, por otra parte, dio cuenta de lo que iba a ser el año del Complejo Teatral de Buenos Aires con variadas propuestas de calidad. El puntapié inicial lo brindó “Miedo” con Albert Plá, que fue al Teatro Regio y lo puso patas para arriba. Eso es lo bueno de tener una obra con muchas aristas a descubrir al tiempo que da cuenta del deseo por forzar fronteras. Ese niño que representa Plá se embarcó en una gira que tiene poco de mágica y misteriosa, es el puntapié inicial de una puesta corrosiva y atrapante. Con un texto absolutamente ponzoñoso y poco complaciente, y las imágenes potenciando lo corrosivo del planteo, abordará la historia de este chico al cual llevará de paseo por distintas situaciones. Las relaciones con los adultos y sus pares así como la construcción de su propio mundo interior son los puntos fuertes de la idea de Pla. El problema –no de la obra, sino de la sociedad- es cuando este último no logra establecer el diálogo con un contexto que lo expulsa. Impactante tanto desde su planteo estético como del tema que aborda, Albert Pla crea una puesta imperdible que combina música, imágenes y palabras.
Albert Plá dividió aguas con «Miedo» en el Regio |
Unos meses más tarde, en el mismo teatro, se pudo ver una de las puestas más exitosas del año, tal como fue la versión de “Un enemigo del pueblo”, a cargo de Lisandro Fiks. Allí, Juan Leyrado y Raúl Rizzo se batían en un duelo actoral de alta calidad. Los hermanos Stockmann están distanciados. Uno es Tomás, el médico que descubre que las aguas del balneario -fuente de mayores ingresos del pueblo en que viven- está contaminada. El otro es Pedro, intendente encargado de regir los destinos de la población, que no tiene interés en cerrar el balneario y hará todo lo posible para que la noticia no se de a conocer. Leyrado y Rizzo darán vida a estos hermanos que bien podrían extenderse como una metáfora de las luchas fraticidas que han atravesado a muchas sociedades, de las cuales no está exenta la nuestra. Ambos desarrollan actuaciones acordes a los pergaminos que acreditan. Otro tanto puede decirse de Edgardo Moreira y su editor del diario del pueblo al que dota del egoísmo y oportunismo propio de quienes velan por sus propios intereses. Algo que se puede ver en el manejo de los medios de comunicación en estas épocas.
Con Albert Plá vimos un unipersonal de calidad que tuvo su correspondencia, en corrosividad, música y política en “Eléctrico Carlos Marx”. La misma, parte del interrogante “¿Qué pasaría si Carlos Marx llegase a la Argentina y se encontrase con un grupo de rolingas en una esquina?”. Al ritmo del denominado “baile de pollo” –según la imitación realizada en estas tierras- de Mick Jagger, la puesta mezcla lo serio con lo profano, lo crudo con lo cocido, la biblia y el calefón, con gracia y conocimiento de causa. Como un fantasma que recorre el conurbano bonaerense y los barrios bajos de la Ciudad de Buenos Aires, Carlos busca entablar diálogo con aquellos sectores marginales que serían estos “rolingas”, -amantes de los cliches rockeros de la banda de Jagger & Richards- desclasados y desesperanzados de un futuro que les hace una gambeta corta. Humor, política y rock and roll. Enojo, bronca y esperanza. El orden corresponderá a cada espectador y la deconstrucción que haga de lo visto sobre tablas. Este Carlos Marx es inquieto. Anda por todos lados, buscando el diálogo constante. De esta manera establece el intercambio de palabras con Dios, el mercado y la derrota. Todo esto, llevado adelante desde el talento de Manuel Santos Iñurrieta.
«Enrique», un Discepolo inolvidable a cargo de Luis Longhi |
Otros dos unipersonales que se han destacado fueron “Enrique” y “El hijo eterno”. En el primero, será donde Luis Longhi se luce con una gran actuación. Puso cuerpo y alma a disposición de un Discepolo de numerosos matices. Longhi hace todo. Actúa, canta y toca el piano, todo de una manera exacta, combinando técnica y sentimiento. Es como si el espíritu de Discepolin se metiese en sus entrañas y guiase sus movimientos. La puesta es un homenaje sentido y absolutamente sincero a una personalidad única de nuestra cultura popular.
En cambio, en el segundo de los nombrados, fue Michel Noher quien llevó adelante una puesta visceral al encarnar a un padre que da cuenta de su relación con su hijo, con todas las vicisitudes que esto implica. Los miedos y prejuicios de quien sabe del desarrollo de los acontecimientos a futuro. La actuación de Noher es precisa y arriesgada. Con una carrera por delante y la visibilidad que le dio la televisión, aceptó encarar este desafío del cual sale absolutamente airoso en el que constituirá, seguramente, un escalón importante en su ascendente carrera.
Párrafo aparte para el breve y siempre bienvenido retorno de Pablo Razuk, con esas dos joyas llamadas “Severino” y “Padre Carlos”, en las que llevó a las tablas, las vidas de Severino Di Giovanni y el Padre Carlos Mugica
Un inquietante Gabriel Goity para «Las Benévolas» |
En la última creación de Gonzalo Demaria, la elogiada “La reina del pabellón”, se destacaron Fabián Minelli y Daniel Campomenosi en el marco de una fabula carcelera de fuerte ironía, no exenta de humor. Ambos llevaban las riendas de poco más de setenta minutos de puro teatro. El primero, en su doble rol del juez Del Hoyo y su madre, a los que dota de histrionismo y mordacidad, con un parecido físico a un ex juez de la Nación. Por su parte, Campomenosi es el carcelero encargado de mantener el orden del presidio y el relato con su voz clara y gestualidad plena.
Dos actores que se han lucido compartiendo el mismo escenario, fueron Leonel Elizondo y Fernando Contigiani en la corrosiva y exigente “Los rotos”, fruto de la frondosa y rica creatividad de Alberto Ajaka. En el caso de Elizondo (ganador del Premio Luisa Vehíl a Mejor Actor de Reparto), creando dos personajes dentro de la obra pero destacándose con Mariela, una travesti única e irrepetible. En el caso de Contigiani, fue un Juancito inolvidable. Ese niño/adolescente que vive en un auto y es hincha del Rojo, que hace frente a una vida que le hizo una gambeta corta.
En el Teatro Cervantes, en la destacada “Las benévolas”, Gabriel Goity dio vida a un Maximilien Aue exacto. Lejos de los personajes populares que ha encarnado, en este caso, le pone el cuerpo a un jerarca nazi lejos del arrepentimiento y la congoja. Su voz, su forma de hablar –es notorio cuando la acentúa en su relato, como si volviese el tiempo atrás, lejos del castellano que habla en la actualidad- y sus silencios, junto con un preciso manejo del cuerpo, enriquecieron a un personaje único.
Para la próxima entrega –seguramente-, algunos aspectos referidos al teatro, que van más allá de las obras y las actuaciones.