Un canario (Teatro)

Un cuerpo para dos voces


Texto: Luis Cano. Con Alejandro Ojeda. Escenografía: Gonzalo Cordoba Estevez. Diseño de luces: Sandra Grossi. Diseño sonoro: Tian Brass. Realización de vestuario: Guillermo Hermida. Entrenamiento corporal: Cristian Vega. Asistencia de dirección: Ana Schmukler. Dirección: Miguel Israilevich. 

Teatro Vera Vera. Vera 108. Domingos, 19 hs.


Es así. Tal como lo dice el subtítulo de esta nota. Un cuerpo para dos voces. Una doble discursividad que hace carne en un cuerpo que dará cuenta de la misma, en perfecta sintonía. La creación de sentido que se hace a partir del entrecruzamiento de cuerpo y discurso es fantástica y atrapante. Madre e hijo hablan en el marco de una mudanza. Misma voz pero diferentes tonos, matices y actitudes. Él escucha más de lo que habla. Mamá dice, habla, recomienda y se enoja. Él continúa desarmando y armando ese cúmulo de objetos que se ven a primera vista para constituir el ambiente de un departamento.


El desarrollo de la puesta es vertiginosamente armónico. Veloz y dinámico, no cae en el apresuramiento para desarrollar una idea o cerrar una situación. Por el contrario, la velocidad contribuye a atrapar a través de palabras y silencios llenos de contenido. Hete aquí la gran riqueza de este texto pergeñado por Luis Cano. Son los silencios, las palabras asi como los significados de éstas y lo que esbozan, los que permiten la creación de sentido. Este mismo se obtiene a través de una innumerable serie de clichés y lugares comunes que permiten la resignificación de lo dicho, a partir del contacto inmediato con la vivencia propia de cada espectador. Allí, el texto procesado podrá girar hacia los más variados lugares que incluirán tanto a Edipo o Norman Bates. Son las voces las que entran en tensión y buscarán algún tipo de libertad, con el riesgo que implica cortar ese cordón umbilical invisible que atosiga, ahoga pero que también protege. Porque ambos son, en un punto, indivisibles, trascendiendo la vida y la muerte. Él nunca podrá sacarse el yugo de su madre y ella vivirá siempre en su hijo más allá de su presencia física, condicionando su existencia como una gota que horada la piedra. Lo que fue educación en su momento, quedó como arnés que encarcela a un hijo que, en un punto, perdió su propia individualidad.


La actuación de Alejandro Ojeda es excelente. Cada gesto, cada palabra dicha (gritada o sugerida) tienen su punto justo en Ojeda que realiza un despliegue físico importante. Pero a no equivocarse, es un actor puesto 100% al servicio de la dramaturgia y la dirección y no en su lucimiento personal. Podrá hablar desde la femineidad de su madre para desdoblarse en su constante diálogo con su hijo. Esquizofrenia artística de gran calidad que recuerda que hay unipersonales masculinos serios, para disfrutarse de principio a fin. La escenografía se irá construyendo desde el mismo inicio de la puesta por el propio Ojeda, dando cuenta de la alta creatividad de un equipo encabezado por el director Miguel Israilevich


“Un canario” es de las mejores puestas de un año en el que no abundan unipersonales masculinos, a partir de la combinación de un texto rico, una dirección quirúrgica y una actuación tan atractiva como atrapante.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »
Scroll al inicio