Una dupla muy particular
Dirección: Juan José Campanella, Traducción y Adaptación: Juan José Campanella. Con Luis Brandoni, Eduardo Blanco, Marcela Guerty, Ivan Espeche, Gabriel Gallicchio, Federico Llambi y Carla Quevedo. Diseño de escenografía y Vestuario: Cecilia Monti. Diseño de luces: Felix Monti. Producción General: Muriel Cabeza.
Teatro Liceo. Rivadavia 1499. Miércoles a viernes, 20.30 hs; Sábado, 20 y 22.45 hs y domingos, 19.30 y 22.15 hs.
Dos octagenarios se encuentran en un banco del parque que da título a la puesta. Ambos tienen características muy distintas. Uno es León Schwartz, un ex militante comunista al cual los años no le han privado de sus mañas ni de su deseo de llevar a cabo la “revolución”. El otro es Edgardo Cardozo, un portero –encargado- que cuenta con serios problemas de visión aunque esto no es la causa de su proverbial y sempiterno mal carácter. Ambas figuras antagónicas plantearan sus propias visiones de la vida, las cuales irán desarrollando a medida que transcurra el tiempo, y los distintos avatares que les propone el texto.
Juan José Campanella toma la obra “I’m not Rapapport”, de Herb Gardner, para su debut como director de teatro. La obra había ganado el premio Tony como “Mejor obra”, para después dar su salto al cine, en 1996, con Walter Matthau y Ossie Davis en actores protagónicos.
Lo primero que surge de ver una puesta como “Parque Lezama” es la palabra “divertida”. Que uno la pasó muy bien, que se rio al mismo tiempo que se emocionó. Después se dirá algo al respecto de las muy buenas actuaciones de Luis Brandoni y Eduardo Blanco. Ni hablar de los “diálogos” entre ambos y los momentos en los que se reivindica el accionar exitoso de ambos adultos mayores frente a las circunstancias adversas que les propone la vida.
No obstante, hay mucha tela para cortar. Por ejemplo, la forma en que se toma la llegada irremediable de los años tanto en los protagonistas como el mundo con el que conviven. Uno, con bronca y resentimiento y el otro, con entusiasmo y vigor. En cambio, los que se interrelacionan con ellos, es para estafarlos, encerrarlos o hacerles algún tipo de maldad. De esta manera, se crea un estereotipo como que los jóvenes son “dealers”, “consumidores”, “aprovechadores que les quieren sacar plata para sacarlos a pasear” –estos, de clase más baja- o sino, les quieren quitar el trabajo (el jefe del consorcio donde trabaja Cardozo) o la hija de Schwartz que no lo comprende al tiempo que lo quiere encerrar en un geriátrico.
Por otra parte, desliza en un punto que los viejos están librados al azar de un mundo cruel dispuesto a dominarlos y encerrarlos. Es una pena que esta idea circunde el ambiente cuando, justamente, ha cambiado, en muchos aspectos, la llegada a la tercera edad, de manera más amena y disfrutable para los adultos mayores.
El dinamismo del relato, propio de una fábula, es ágil y entretenido. Atrapa y juega con los guiños que bajan desde el escenario. Igualmente, también hay que decir que la puesta se hace larga con un intervalo de diez minutos y dos caídas del telón para volver a la acción. Esto último sorprendió un tanto ya que hay recursos en el teatro para evitar los cortes en el tiempo de la puesta, que produce bajar el telón. En cine, se puede cambiar abruptamente con las cámaras pero en teatro, no.
La escenografía es uno de los puntos más altos de la puesta. Amplia en sus dimensiones y plasmando con exactitud al parque Lezama, logra adentrar a los espectadores de una manera más enriquecedora que el video del principio, que da cuenta del origen del parque.
“Parque Lezama” es de esas fábulas efectivas, con grandes actores pero que también permite abordar otras cuestiones sobre la temática planteada.