El frío encanto de lo sutil
De Jon Fosse. Con María Ibarreta, María Dupláa, Fabian Carrasco, Juan Manuel Castiglione, Fabiana Falcón y María Eugenia López. Escenografía y diseño de luces: Magali Acha. Diseño de vestuario: Laura Staffolani. Diseño sonoro: Matias Rinaldi. Fotografía y Diseño gráfico: Guillermo Barbuto. Asistente de producción: Rocio Perez Silva. Asistencia de dirección: Bruno Ulisse. Producción: Fabio Petrucci. Producción general: Clara Pizarro Pando. Dirección: Alfredo Staffolani.
Teatro Del Abasto. Humahuaca 3549. Lunes, 21 hs.
Ella está en su casa. Habla y recuerda. Va y viene a través del tiempo hasta una noche lluviosa cuando Asle, su marido, decide ir a navegar solo, momentos antes de la visita de una amiga de ella. Ella cuenta lo ocurrido en la casa que también es su hogar y su prisión.
El texto de Jon Fosse indaga no solo a los recuerdos de una mujer respecto del pasado sino a la forma en que se construyen los mismos ya sea por presencia u omisión de situaciones que conformaran el relato que hará como propio. Ella recuerda una relación que no termina de asentarse a la realidad de la misma, la cual se aprecia en esa vuelta a esos años, que contempla como mudo testigo de lo acontecido. En este sentido, es notorio ver como cimienta sus ideas sobre sí mismo, y las consecuencias que ha vivido a partir de aquél hecho. Cuenta, relata y dice “su” verdad pero sin ponerla en duda con la semilla de la autocrítica o la pregunta insidiosa.
Igualmente, es menester recordar las particularidades que trae una obra oriunda de otras latitudes pero que es atravesada por la idiosincrasia de nuestro público. El requerimiento de una actuación medida, contenida, donde las emociones apenas se esbocen, apelará a un espectador que, quizás no termine de encontrarle la vuelta a un texto que sugiere mucho más de lo que dice. No es una obra fácil para ver en tanto su estructura y su desarrollo aunque, como siempre decimos, hay que adentrarse en todos los estilos y formas de concebir al teatro. La puesta se asienta no solo en las palabras sino también en los silencios que son exactos al requerimiento de la dramaturgia.
La escenografía etérea se contrapone con algunos detalles de mayor color en la vestimenta de los protagonistas. Una pared móvil será la que determine las diversas variaciones del tiempo, junto con un buen trabajo de iluminación que servirá para la creación de los climas de la puesta, siempre con la sutileza como estandarte. La atmósfera que se crea denota el dolor de la situación y es construida a partir de la austeridad de recursos que acentúan el sentimiento de pérdida y de ausencia.
Con respecto a las actuaciones, María Ibarreta será la protagonista que relata los acontecimientos en la actualidad, la que lleve el pulso de la puesta con la sapiencia que le es reconocida. Pero María Dupláa –el pasado de esa mujer que cuenta lo ocurrido- es quien, pareciera, se siente más cómoda con los requerimientos del texto. La joven actriz transita por territorios donde la fragilidad de su sentir frente a la relación con su novio, le permite desarrollarla pero sin caer en momentos lacrimógenos o sensibleros. Este trabajo da cuenta de su crecimiento como actriz, respecto de su anterior incursión en teatro, que había sido una muy interesante versión de “Las Otras”, de Javier Daulte. Ibarreta y Dupláa serán quienes conduzcan la obra a destino mientras el resto del elenco acompaña con corrección los devenires de la puesta.
“Un día de verano” apela a la sutileza de su texto para captar mentes atentas y abiertas, dispuestas a sumergirse en aguas tan apacibles en su superficie como tormentosas en su profundidad.