Africa mía
De Henning Mankell. Con Mario Pasik, Ingrid Pelicori y Diego de Paula. Coordinación de producción: Gerardo Dispenza. Asistencia de dirección: Leandro Labraña. Realización de utilería: Marcela Currarelo. Realización de vestuario: Patricia Terán. Fotos: Alejandra López. Diseño de sonido: Daniel Viñoly. Diseño de iluminación: Pedro Zambrelli. Vestuario: Sebastián Sabas. Escenografía: Eugenio Zanetti. Dirección: Graciela Dufau y Hugo Urquijo.
Centro Cultural Cooperación. Av Corrientes 1543. Viernes, 22.30 hs y Sábado, 20 hs.
Un hombre y una mujer se encuentran en el living de una casa. Él tiene el pie en mal estado, con una terrible gangrena, pero no le importa porque ya está a punto de volver a su casa. Él –que no tiene nombre-, había sido destinado a África para supervisar un programa destinado a la perforación de pozos de extracción de agua. Es un “experto” que va al continente africano a “ayudar” a los lugareños para que tengan una vida “mejor”. Las comillas utilizadas son debido a que todo lo dicho está atravesado no solo por la ironía de los hechos sino por la mentalidad (o “consciencia” al decir de varios pensadores, Marx incluído) que atraviesa a un matrimonio bien pensante, profesional, que va a “iluminar” a los habitantes con sus conocimientos.
El texto es muy rico en tanto plantea varias aristas referidas a la política internacional (intervencionismo de las potencias dominantes, la colonización que realizan las mismas no a través de las armas sino por medio de “ayuda” que llevan hasta allí, los “asesores” y “expertos” en variados temas), la educación, la soberbia, la impunidad y el desprecio de quienes son los que tienen que dar el ejemplo. No en vano, ella –la esposa, que tampoco tienen nombre-, se pregunta de manera retórica “¿Vinimos aquí a ayudarlos a vivir o a morir ?”. Porque la conducta de quienes tienen –supuestamente- que educar, “iluminar”, no es la adecuada. Menos aún en relación con los lugareños, de raza negra, a quienes tratan con desprecio o para satisfacer algún tipo de fantasía non sancta. Por este motivo, surge la pregunta sobre si los verdaderos protagonistas de la puesta son el matrimonio o los negros en tanto la forma en que se los invisibiliza. Al respecto, es muy interesante como se establecen los diálogos entre el matrimonio y sus numerosos criados –su visibilidad, o no- y como el concepto de “buen salvaje” atraviesa a seres que, tampoco sean tan lejanos a uno. Basta con ver a algún porteño con lenguaje cloacal para notar que no solo en Europa ocurren estas situaciones.
La puesta es correcta y cuenta con grandes actores como Ingrid Pelicori, Mario Pasik y Diego De Paula pero no logra salir de la corrección que se establece. La iluminación es muy buena en la creación de climas, algunos más ominosos que otros y, sobre todo, en lo referido a la presencia de los criados y la relación con ese «afuera» hostil. El vestuario y la escenografía realizan un trabajo acorde a lo requerido.
“Antilopes” pone el dedo en la llaga en la tan mentada civilización y sus causas humanitarias donde, en ocasiones, es peor el remedio que la enfermedad.