Rina Morán: La voz eterna.

En marzo de este año (2025), falleció Rina Morán, una voz única que trascendió la locución para escribir una parte de la historia de la radiofonía argentina. En su momento, tuvimos la posibilidad de hablar con Rina. De personalidad fuerte y energía contagiosa, tuvimos una rica charla con quien estuvo con referentes de todo tipo de la historia del país. A continuación, a modo de homenaje, dejamos el diálogo que terminó siendo una nota por demás disfrutable.

Todo amante de la radio la escuchó en algún momento. Decana de la radiofonía argentina, Rina Morán hizo de la locución un culto. Ahora, a la salida de “Desestresados”, el programa que conduce con Daniel Biodre por Radio Colonia, Rina Morán abre el cofre de los recuerdos y da su opinión de la actualidad radiofónica mientras recuerda a Cacho Fontana, Hector Larrea y Fernando Peña 

Entrevista realizada para la revista Probá Acipesu. Fotos: Nicolás Savine (8-7-2011)

– Rina, ¿cómo empezó su relación con la radio?

– Todo comenzó a los siete años. José Tresenza, mi papá me llevó a la radio porque hacía falta un niño para unas voces, pero a esa edad, la voz puede ser de hombre o mujer. Ahí empecé haciendo un personaje en Radio El Mundo. Lo hice muy bien y quedé en el elenco estable hasta los catorce años. Es ahí que mi papá me dice que tenía que elegir entre la locución o la actuación porque no se podían hacer las dos cosas. Elegí ser locutora y me cambié el apellido porque había mucho “Tresenza” dentro de Radio El Mundo. Estaba mi padre José, mi hermano Raúl y Rina Tresenza no quedaba, era mucho. Me dijo papá “¿Qué te parece que te ponga Rina Morán?”. “Si, bárbaro”. Además, me gustó como sonaba y así seguí en la radio.

– ¿Cómo fueron esos comienzos?

– Empecé siendo muy mala locutora. Me apuraba y me apuraba. Me ponía muy nerviosa y me daba cuenta que me dejaban porque era la hija de Tresenza. Un día, el jefe de los locutores me dijo “Hacé caso o no seguís”. Después de eso, salí buena. Seguí trabajando y conozco a María Esther Vignola, que ya era una estrella. Cuando ella se va de vacaciones, le piden al jefe de locutores por “una locutora que se parezca a Beba”. Hice la prueba y quedé. La gente de Mejoral o Cinzano me pidió que dijese el producto. En esos tiempos, empecé a agregarle cosas a los avisos. Hacía personajes siempre.

– Ahí aparece la actuación

– Si, exacto. Fue una época en que no se hacía nada de eso hasta que entra Cacho Fontana en la radio (también entró Carrizo en esa época, así como Beba y yo). En esos tiempos, empecé a agregar cosas a los avisos. Por ejemplo, si el locutor Valentín Brollo me tapaba la letra en el aviso que estábamos leyendo, le decía al aire “saca el dedo porque no veo”. La gente que estaba viendo, se reía porque era gracioso. Empecé a crecer por eso más que nada.

– La complicidad con el oyente…

– Si, si y el haber cambiado un poco el ritmo de lo que era Radio El Mundo. No solo yo sino Cacho también, Antonio Carrizo, con esa voz tan particular que tiene…Creo que Beba, Cacho, Carrizo y yo cambiamos el estilo de la radio.

– ¿Cómo recuerda al “Fontana Show”?

– Fue el principio de lo que se hace todavía en radio. Cacho fue un visionario. Nos dijo “Se ríen cuando tengan ganas. No hay problema de ningún tipo”. Al final, tuvieron que rendirse porque la gente llamaba por las risas. Era una cosa nueva en la radio. En Radio El Mundo, el locutor no podía hacer personajes. Me acuerdo que entré a hacer “Glostora Tango Club”. Había un frasquito de Glostora y dije “No voy a hacer la misma voz que todos para decir ‘Pildoras bla blá’”. Lo mismo con Mejoralito que hice la voz de un nene. La noche que lo hice, la gente me empezó a aplaudir, pero el jefe de locutores dijo que no lo vuelva a hacer porque me suspendía. Al final, los de Mejoral pidieron que lo hiciera como el nenito. Después, hicimos lo que quisimos.

– ¿Y trabajar con Héctor Larrea?

– Fue hermoso. Es como el papá de una gran familia. Es cariñoso, respetuoso y sabe mucho. Perdona mucho también. Lo quiero mucho a Héctor y creo que no tiene el lugar que merece.

– ¿Por qué cree que gente como Larrea o Fontana no tienen el lugar que se merecen?

– Porque pareciera que los años son una mala palabra cuando en realidad, es al revés. En otros países, la gente grande sigue trabajando. Fijate en Estados Unidos, con Leslie Nielsen que hizo “La Pistola Desnuda”. Pero acá, tenés años y medio que sonaste. No lo digo por mí porque he sido muy feliz en mi profesión. Ahora estoy trabajando con Daniel Biodre, uno de los próximos animadores que van a dar que hablar ya que es excelente. Está en Mar del Plata y nosotros salimos desde acá, lo cual es muy difícil porque tenemos que tener los auriculares puestos todo el tiempo. Se necesita mucho timing de aire.

– Fernando Peña, a su estilo, tuvo una manera de hacer radio y reivindicaba mucho a gente como usted o a Beba….

– ¡Que persona sensacional…! (se emociona). Con Beba trabajó un tiempo inclusive. Tuve el gusto de conocerlo en una premiación que hicieron de TEA. Nos premiaron a los dos. Cuando recibió el premio dijo “Tengo la dicha de tener un premio al lado de esta cacatúa que se rio toda la vida”. Discutí con él (en broma) al micrófono y fue una noche inolvidable. Era un tipo muy culto, amoroso, cariñoso. Te podía decir cualquier cosa, pero con tanta calidad que no te molestaba. Era muy talentoso y original.

– ¿Qué locutora de los últimos años rescata?

– Ninguna…Soy muy sincera, ¿no? (risas)

– Si, pero ¡todo bien…!

– Escucho mucha radio y me gustaría alguien…quiero escuchar personalidad. No quiero escuchar locutoras que se ríen todo el tiempo de cualquier cosa, diciendo groserías. En la voz de una mujer, no me gusta ese lenguaje. La picardía sí, me encanta pero no la grosería. Y hay mucho de eso ahora. De las de antes, se escucha todavía una voz hermosa como la de Betty Elizalde, que hizo esa maravilla de “Las lunas de Crandall”. ¡Una voz preciosa! ¿Y de ahora? Escucho y encuentro que las mujeres son todas muy parecidas. Hablan igual. No tienen tono. Me dan ganas de ir al estudio y sentarme al lado y trabajar con ellas. No sacan lo que tienen dentro.

– Usted habla de la personalidad, pero técnicamente hablando, ¿cómo las escucha?

– Bien. Hay voces muy lindas como desastrosas. Se pueden rescatar algunas pero llega un momento en que se nota que no son auténticas. Si no hay autenticidad, no va.

– Hace mucho tiempo, se decía que la radio iba a sufrir con la llegada de Internet. ¿Coincide con esto o cree que, al final, le terminó sirviendo para su difusión?

– Creo que ayudó a difundirla, pero se está difundiendo como no debería ser. Así no pero si es como pienso que todo es cíclico en la vida, va a volver la “buena radio” otra vez. No digo que sean en nuestro estilo. No importa eso, sino que tengan un estilo y una personalidad. Que creen algo nuevo. Que no se sigan riendo como en “El Fontana Show”. Basta. Otra cosa.

– Por algo rescató a Peña…

– Ahí está. Eso quiero yo y mirá que no tenía nada que ver con nosotros. Por eso lo admiraba, lo admiro y lo sigo admirando.

– ¿Usted entrevistó a personajes famosos de la política argentina?

– Si. Le hice una nota a Alfonsín en un programa que se llamaba “El diablo calvo”. Fue un muy buen programa que hicimos con Haydée Lavalle. Hacía notas a escritores y políticos. A Alfonsín lo presentaba cuando iba a grabar a Rivadavia, en el 83, antes de la campaña. Lo conocí bastante y conversé mucho con él. Un encanto de persona, muy humilde.

– ¿A Perón le llegó a hacer nota?

– No. Lo vi en Radio El Mundo. Me acerqué y lo saludé la noche que fue. Me acuerdo hasta como estaba vestido, con unos zapatos marrones y medias del mismo color, al tono. Estaba genial. Decía “¡como se viste este hombre! ¡Qué maravilla!”. Esa noche estuve sentada al lado porque pedí si se podía hacer eso. Lo admiraba mucho. Hasta le pusieron una alfombra roja el día que fue.

– ¿Cómo recuerda ese momento?

– Fue impresionante. Era como tener un rey al lado. Además, tenía mucha personalidad y carisma. Muy agradable y muy atractivo. Conversaba conmigo ya que sabía que era la locutora de la casa y que había pedido sentarme con él. Igualmente, no le hice el reportaje. Con ese caudal de carisma, hubo muy pocos políticos. Menem fue uno. Lo conocí porque en esa época estaba en Radio Nacional. Sacando todo lo político, era una persona con un carisma sensacional. Pero de política no voy a hablar.

– ¿Y del ambiente artístico?

– Luis Sandrini, Nini Marshall… Es que trabajé con todos. No va a haber uno que me preguntes con el que no haya trabajado. Era mi época y fue mi momento. Tengo una anécdota muy graciosa de un programa que hacíamos con Eduardo Falú y Antonio Carrizo, creo que los viernes a la noche. Falú era la estrella y Antonio siempre fue muy –dicho bien, desde el punto de vista profesional- ególatra. Él era animador y yo locutora y era de meterme. Una vez, me dijo “cuando yo estoy trabajando, bla, bla, blá”. Entonces una noche, veo la cola que está formada desde Maipú al 500, que daba vueltas por Lavalle y seguía por Florida para ver a Eduardo Falú. Fui y me compré una bolsa de caramelos a Corsum, un lugar muy coqueto. Fui a la cola y se los daba a la gente. De paso, les decía que cuando yo entre al estudio, ustedes aplaudan mucho. No me lo olvido más. La gente me quería mucho porque les caía simpática. ¡Y me hicieron caso! Esperé que entren Falú y Antonio. Recién ahí aparecí y me recibieron con un aplauso ¡terrible!. Antonio se da vuelta y me dice “¿Qué es esto? ¿Están locos?” y le decía “No se…ni idea, no sé que pasará…” (risas). Fue una noche terrible. Miles de esas cosas he hecho. He trabajado con todos porque en esa época, ¿quién no pasaba por Radio El Mundo? 

– También trabajó con Alberto Olmedo, ¿no?

– Si, en radio cuando hacía “A tomar la leche con el Capitán Piluso y Coquito”. Hacía la voz que decía “Pilusoo, vení a tomar la leche”. En televisión no. Mi debut en la tele fue terrible.

– ¿Por qué?

– Me llamaron para leer avisos, pero era en vivo. No tengo memoria. La improvisación me encanta y me dieron un papel para aprender un aviso de memoria. Me lo olvidé y lo hice mal. Me fui a la plaza cercana al Palais de Glace y me puse a llorar. Ahí dije “nunca más televisión” hasta que pasó el tiempo y empezó Larrea con “El show de la vida”. Ahí me fue bárbaro y ¡todo improvisado! Después, a la noche, trabajaba con Mario Sánchez en televisión. Por eso, la gente todavía me reconoce. Con que una haga dos meses de televisión, una ya que queda. Ya está.

– Las dos últimas, una reflexión sobre el ISER.

– Creo que tendría que ser menos tiempo el estudio en el ISER. Hay cosas que no se si las dan como arte dramático, pero hace falta. Yo escucho y veo que algo falla y falta. En ETER hay otra forma y otra formación. Ahí me gusta más.

– Si por esta puerta de Radio Colonia, entrase la Rina de los ocho años, que estaba a punto de empezar en radio, ¿qué le diría?

– Primero le diría que la quiero mucho y que la admiro porque luchó mucho. Le hubiera dicho “lo hiciste muy bien y lo seguís haciendo muy bien” a los ochenta y tres años.

– ¿Algún consejo, alguna recomendación?

– Que fuera menos tímida para algunas cosas. Pude haber actuado con Mateyko, que me quiso llevar a Mar del Plata y por timidez, dije que no. Cosas asi. Querían que haga un unipersonal todas las noches y también dije que no porque no me animé. A esa nena le diría que las haga cuando llegue el momento.

– Ahí aparece la actriz…

– ¡Claro! Me encanta la actuación. Por eso creo que el ISER tiene que capacitar a los locutores para algo más que leer un aviso y la risa fácil que tienen. Tienen que elaborar muchos personajes porque uno los tiene dentro de uno. No es una sola persona ya que cada uno tiene muchos matices. Por eso hay que ser autentica. Por ejemplo, cuando hice un aviso de Ñaró, recién empezaba y estaba nerviosa. Entonces dije al aire “Presena Ñaro” y enseguida dije “el que me robó el acento, que me lo devuelva por favor” porque me di cuenta que lo había dicho mal. Y quedó bárbaro, con la gente aplaudiendo. Ahí me di cuenta que esto es lo mío. Algo que me dio Dios y tengo que darlo.

– Siempre se dijo que el locutor era una cosa y el animador, otra. ¿Usted comparte esa línea divisoria?

– Para nada. Ser locutor es muy difícil. Tan difícil como ser animador. Lo que pasa es que ellos creen que ser locutor es leer un aviso así nomás y no es así. Jamás hay que leer dos días un aviso igual a otro. Si hoy lo hago una forma, ¿por qué mañana lo tengo que hacer igual? Voy a tratar de hacerlo de otro modo. Es el juego de la radio y un juego tiene matices. Así la gente la quiere a uno. Una trabaja para el oyente y hoy creo que esto no se hace. Es al revés, hacen llamar por teléfono y el que trabaja es el que está escuchando. Es todo al revés. Encima, el tema del ego. Creo que hay que trabajar para el oyente. Gracias a ellos, los oyentes, es que nosotros estamos.

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