Amores que matan
De Raquel Albeniz. Con Carlo Argento y María Forni. Músicos en vivo y música original: Daniel Romano y Rolando Vismara. Vestuario: María Valeria Tuozzo. Iluminación: Magali Acha. Diseño de escenografía: Magali Acha. Fotografía: Darío Levanavicius, Manuela Vilas. Diseño gráfico: Carolina Marcucci. Asesoramiento: Raquel Albeniz. Producción ejecutiva: Daniela Martínez. Puesta en escena y Dirección: Paula Etchebehere
Teatro Anfitrión. Venezuela 3340. Viernes 23 hs.
Dos seres que se quieren, se aman y se pelean. Hombre y mujer atrapados en diferentes bemoles de una pareja que hace lo que tiene que hacer pero no lo que debe. La tensión latente atraviesa la cama del cuarto matrimonial, como si aquella fuera un ring o la arena de un circo romano. El supuesto y mal llamado “respeto”, por llamar, de alguna manera, a esa meseta en la que cae una pareja después de un tiempo de convivencia, se convierte en indulgencia e hipocresía. Por eso, la tirantez llega a un límite en el cual es menester dar rienda suelta a lo que se tiene adentro. Eso que se quiere decir pero no se puede por esa cadena dura y pesada llamada “educación”. Por tal motivo, cuando uno de los dos puede dar rienda suelta a lo que se tenía adentro, guardado y atesorado en lo más profundo de su ser, es que la vorágine entra en una espiral de violencia simbólica que es elocuente y absolutamente real. A partir de esas descargas, la empatía con el público se hace aún más palpable. Además, surge la pregunta ¿hasta dónde se puede verbalizar sentimientos tan profundos sin, eventualmente, herir al otro? Lo que antes era factor de ternura, da lugar a la exasperación más corrosiva. “Conglomerado de estrías”, “aburrido sexual” y expresiones que tienen la gran virtud de combinar realidad, crueldad y humor, se baten como espadas en un duelo en el que no hay vencedores ni vencidos sino hombres y mujeres enfrentados a ese gran devorador de parejas llamado rutina.
Con una escenografía austera y exacta, la puesta se basa en un texto actual y dinámico, que permite un desarrollo armónico de la puesta a través de la dirección de Paula Etchebehere. Las actuaciones son de muy buen gusto, en especial Maria Forni, que logra una mujer de armas tomar frente a la situación de estática de la pareja. Retoma, en un punto, lo que dice Woody Allen en su magnífica Annie Hall, “Nuestra pareja es como un tiburón. Tiene que estar en movimiento para estar vivo y ahora tenemos un tiburón muerto en las manos”. Parrafo aparte para los excelentes arreglos de música, con trompeta y tuba a cargo de Rolando Vismara y Daniel Romano, respectivamente.
Totoras propone humor e ironía acerca de lo que es el aburrimiento en la pareja y la posibilidad de remontar (o no) la situación de la misma.