Amor y amistad, enmarcadas en dos personalidades tan fascinantes como fuertes. Ellos dos, que eran Tennessee Williams y Anna Magnani, compartían pensamientos y sentires en encuentros signados por el temperamento y las búsquedas de ambos, tanto a nivel personal como profesional. De esta manera, el texto atrapará con diálogos excelentes, en los que el cine y el teatro brindarán el marco de acontecimientos que signaron sus respectivas existencias.
Pasarán por el tamiz de una puesta exacta, los amores, miedos y debilidades de ambos, que encontrarán en el otro, ese refugio en el cual desnudar sus penas. La escenografía es amplia y blanca, lo cual permite el desplazamiento de ambos actores, generalmente ataviados con ropas negras, con lo cual, la combinación es exacta. Los diálogos dan cuenta de momentos claves en la vida de ambos talentos asi como la similitud que en cuestiones como la familia, el amor y la lealtad. De esta manera, se pasa del amante siciliano de Williams a la decepción que fue Roberto Rossellini que dejó a Magnani para casarse con Ingrid Bergman o la presencia de la familia a través de Luca, el hijo de Magnani que tenía poliomielitis y Rose, la hermana de Williams sometida a una lobotomía por sus problemas psicológicos.
Como no podía ser de otra manera, los excesos también golpean a la pareja a través de las pastillas y el alcohol, al mismo tiempo que la carrera de ambos llega a un cenit que empieza a disminuir con el paso del tiempo. Allí es donde el lado referencial de la puesta buscará el guiño con el espectador, conocedor de las carreras de los protagonistas. De tal forma, sonrisas cómplices surgirán cuando Magnani acuse de “traidor” por alguna declaración de más, realizada por Williams o los pormenores previos al trabajo conjunto de ambos en “La Rosa Tatuada” (por la que ganó un Oscar) y “El hombre de la piel de víbora”.
“Noches Romanas” es un homenaje tanto al teatro como al cine, al llevar a dos de sus máximos exponentes con una puesta altamente recomendable.