Los personajes son característicos de cierta vida estereotipada en la gran ciudad de aquellos que quieren y desean pero nunca concretan. Los motivos serán varios pero que varían entre la mala suerte, el patetismo y la falta de luces propias para llevar a cabo sus designios. Serán un remisero, un mago llegado de Bragado, en busca de una oportunidad en la gran ciudad y un empleado de bancos, pero podría ser cualquiera de los que nos topamos en la calle. Para algunos serán queribles y amables; para otros, la peor pesadilla, aquello que nunca desearían ser. Despertarán condescendencia o rechazo, pero provocarán desde un lugar preciso. Un rol que les ha sido asignado un rol en la sociedad pero que no que desean para sus existencias. De esta manera, hablan, ríen y lloran. Se cuentan sus peripecias y cuando parece que la magia les guiña el ojo, la realidad les muestra que es solo un truco. Que más vale esperar, callar y acatar.
Inspirada en “Bajo el peso de la ley”, de Jim Jarmusch, la puesta mezcla a René Lavand y un aura kafkiana para enmarcar las peripecias de los tres reos. Porque ya no importa el grado de culpabilidad alguno (si es que existe tal) sino el hecho de tener un momento de dignidad y reivindicación personal frente a los propios ojos.
“La vida presa” entretiene y hace reflexionar al mismo tiempo que dibuja una sonrisa en el difícil atardecer de los domingos. Justo antes de empezar la semana y la rutina, y la rutina, y la rutina de siempre…..