Es un actor respetadísimo tanto en TV como en teatro por su vasta trayectoria. Acaba de reestrenar la exitosa “Baraka” con Dario Grandinetti, Jorge Marrale y Hugo Arana en Mar del Plata, en la tan mentada vuelta de los Mosqueteros. Juan Leyrado se hace un tiempito para contarnos de su actualidad y también, de su pasado.
– ¿Cómo surge el proyecto “Baraka”?
– Estaba trabajando con Julio Chavez en “Ella en mi cabeza”. Julio tenía un compromiso que duró mucho más de lo que imaginamos y se decide hacer un reemplazo. Se lo llama a Darío (Grandinetti), le conté respecto a la obra y le gustó. Hicimos la temporada con “Ella en mi cabeza” en Mar del Plata y acá. Siempre estuvimos en contacto con Jorge, con Hugo, con Darío pero juntos no habíamos trabajado desde la época de “Los Mosqueteros” y “Los Lobos” posteriormente. Un poco la cercanía del trabajo con Darío, seguramente, movilizó mucho. Siempre queríamos juntarnos y empecé a buscar obras. Así llegué a “Baraka”, de una autora holandesa, que se estaba dando en Londres, en Holanda y también Madrid. No la había visto pero la leí y me gustó mucho. Lo llamé a Jorge y le gustó mucho el material. Después nos reunimos con Darío y con Hugo. Como un acuerdo inmediato, decidimos proponerle la dirección a Javier Daulte. Fue fantástico trabajar con él. Si bien en un principio dijimos de producirlo nosotros, se lo llevamos a Pablo Kompel, con quien tenemos una relación de años. Es un excelente productor y ya habíamos sido socios produciendo Los Mosqueteros, con nuestro grupo Errare Humanem Est. Así que, bueno, le interesó, nos mandamos y nos tiramos a la pileta.
– ¿Cómo fue hacer el papel en Baraka?
– Como papel, no fue distinto a otros papeles que hice, a nivel metodológico. Lo que pasa es que tuvimos unos ensayos maravillosos. Todos teníamos ganas de trabajar pero no con cosas conocidas nuestras sino seguir probando. Recuperar todo lo que se fue quedando en el camino de cuando uno se hace profesional. De aquél trabajo inicial de cuando uno se inicia actoralmente. En realidad, los cuatro somos actores que somos concientes cuando trabajamos de lo que hacemos y nos tiramos en los proyectos, de una manera, si se quiere comprometida. Había momentos para seguir comprometiéndonos. El trabajo fue muy meticuloso, muy profundo, muy contenido y guiado por la dirección en el cual los cuatro, cinco con el director, nos ayudamos mutuamente. La gran ventaja de trabajar con amigos, con gente de bien, que uno tiene que dedicarse solamente al trabajo, que se lleven la energía…
– Que se metan en el medio….
– Si…que se lleven la energía…el cartel por orden alfabético. Nunca tuvimos problemas por eso y no lo vamos a tener ahora. Nos queremos, nos gustamos como actores el uno al otro. Así que la verdad, te diría que fue fantástico y sigue siendo fantástico y de un gran aprendizaje función a función.
-¿Qué te pareció que una mujer haya escrito sobre la relación de amistad que une a los hombres?
– También pasó con ART. Creo que la mujer tiene una visión del mundo del hombre, que por estar metido ahí, no lo ve. El ojo de la mujer en las relaciones de los hombres es muy interesante. Me parece muy profundo y muy delicado. Hay una mirada, cuando una mujer mira al hombre y a las relaciones del hombre, fundamentalmente, no al hombre como individuo sino a la relación de los hombres como estado. En realidad, pueden ver esa cosa histórica del hombre que está relacionada con el machismo, con el poder, con figurar, con ese rol que la sociedad le dio al hombre y el hombre le dio a la sociedad, que tiene que ver con esa cosa de ser la cabeza del hogar o de proyecto o lo que sea. En este caso, la autora pudo, vaya a saber porque ya que no la conocemos, zambullirse en las relaciones de los hombres, mirando y transitando lo afectivo que ellos no se dan cuenta que transitan. Los vínculos de estos cuatro amigos son vínculos…primero que son amigos y han salido de juerga y fechorías, su compromiso ha sido a ese nivel. El afecto cuando aparece, es como trabado, como lleno de cosas difíciles de transitar. Muy entreverado con las obligaciones, con el trabajo de cada uno. La autora pudo contar con estos conflictos que cada uno de los personajes tiene. En definitiva, contar entre otras cosas, como se relacionan sin que abiertamente se cuente como se relacionan. Es la lectura que el espectador también puede hacer. La autora tomó distancia del vínculo hombre-mujer si bien aparece una mujer en escena, una prostituta y en mi personaje ya que tiene un conflicto con la mujer y va a separarse. Extrae, más que nada, en su comportamiento, el tipo de relación afectiva que tiene.
– ¿Cuando surgió la posibilidad de hacer Baraka, todo el mundo habló de la vuelta de los Mosqueteros, ¿ustedes como lo vivieron eso?
– Bien. Lo que pasa es que “Mosqueteros” fue un hito para el teatro y para nosotros. Una obra que nosotros hicimos para dos semanas de vacaciones de invierno para chicos y a las dos semanas, tuvimos que hacerla para grandes y a la noche. Al final, estuvimos cinco años. “Mosqueteros” significó, por el tipo de obra y por nuestro vínculo, un canto a la amistad. Ahora pienso…la obra tenía errores. Tenía vínculos donde competían los cuatro. Quien lo decía, se peleaban como chicos. Pero de verdad estaba hablando de los vínculos, como si fuese un juego. Casi como estábamos hablando ahora. Quedó el espíritu de los Mosqueteros, que sigue en nosotros y nos fue afianzando en nuestra relación. Nos hizo más amigos y nos fuimos conociendo mucho más. La obra significó algo de mucha improvisación, algo muy distinto de lo de ahora. Nosotros estábamos muy libres y abiertos, improvisando todo el tiempo. La vuelta con “Baraka” es la vuelta de los Mosqueteros, de un grupo de amigos actores, que siguen jugando, cuidándose y observándose. En este caso con una obra totalmente distinta, acotada en su texto. Jamás hemos movido un solo texto y no hubo nada de improvisación.
– Cómo te llevás con la popularidad?
– (Piensa…) Con respeto. He aprendido a respetar eso ya que soy un poquito fóbico. Igual soy una persona con mucho humor, estoy todo el tiempo jodiendo. A veces siento que soy un tanto corto y tímido en muchos aspectos. No puedo hacer humor con la popularidad. Es una cosa seria, a lo mejor demasiado seria. Digamos, afuera uno escucha o lee que una cosa que uno no dijo o no hace y eso es complicado. Hay que estar preparado para entender que uno entra en un mundo que ya es parte de la construcción que otro quiere hacer de uno. Esa construcción de uno que hace el otro es por necesidad, por lo que observa de uno o por lo que sea. Uno es como es y afuera aparece distinto de cómo es uno. Eso es difícil de llevar para algunos tipos de personalidad, como la mía. He tenido un gran aprendizaje con los éxitos grandes que tuve, que me ha ayudado muchísimo para aprender esto. Te diría que entiendo de que se trata esta profesión y la necesidad de la gente de los autógrafos y pararte para saludar. Lo entiendo totalmente. Es parte de lo nuestro. Hay días que uno está más preparado para salir a la calle y enfrentar todo. Pero de todas maneras, en el caso nuestro, lo hablamos con los muchachos, la gente nos conoce como actores de siempre y no del momento. Recibo mucho respeto de la gente. Muchisimo respeto y mucho deseo de la gente de verme trabajar. La mirada que tiene la gente de mi a nivel profesional que es la que más me importa y más me gusta
– ¿Cómo recordás a “Gasoleros” y a “Panigazzi”?
– Es bárbaro porque en un momento uno no se da cuenta. Para mi “Gasoleros” fue una bisagra importante en la televisión. Fue una tira que contaba con un elenco de actores y actrices extraordinario. Estábamos todos muy concentrados en lo que hacíamos. Hubo un apoyo inmediato de la gente, que se extiende al día de hoy. Cuando lo veo me digo “que bueno que lo pudimos hacer”. Y que lo pudimos hacer desde ese lugar, con una actuación fresca, con un trabajo tan actoral, que hicimos todos. Así que lo veo como un momento personal muy importante, de mucho crecimiento, actoral y humano. Me sirvió mucho ese acercamiento con la cosa popular, tan abarcativa. Desde el punto de vista objetivo, como programa, estoy orgulloso de haber participado en “Gasoleros”.
– ¿Que fue lo que te impulsó a empezar en el teatro?
– Creo que es lo que me sigue impulsando al día de hoy, en todas las funciones. No estoy muy seguro pero creo que tiene algo que ver con la continuidad del juego de niño. Uno juega hasta cierta edad hasta que tiene que ser grande. Un tipo puede jugar al fútbol pero no se puede disfrazar. Una es esa, la posibilidad de seguir siendo niño, sin que nadie me lo prohíba. Lo puedo hacer sobre un escenario o frente a las cámaras. Esto se junta con que no puedo actuar fuera del escenario y la cámara. Ahí no puedo ser tan niño ni tan fresco como en el escenario. Creo que podría vivir arriba del escenario. No lo eligiría pero si tengo una heladera, una cama…podría…ya que me siento muy bien arriba del escenario. Mucho mejor que en otros lados…me siento más seguro, más niño, menos denso, mas liviano, más inteligente.
– Sería tu lugar..tu habitat…
– Si! Afuera, es una tarea….jajajaja….una tarea. También creo que la elección tiene que ver con muchisimas cosas más que no voy a resolver nunca. Si hay un componente importante que es el tema grupal. El tema de la contención, de hacer algo con otro para alguien. Por eso me gusta el tema grupal, del juego grupal que no deja de ser la convocatoria a ese juego grupal infantil. Cuando era chico, era muy solitario. Me gustaba más este tipo de juegos. Descubrí que había un mundo que estaba apareciendo ante mi. Había gente que siendo grande seguí jugando y con el otro. Eso me llamó mucho la atención.
– Te hago la última, si tuvieras la chance de hablar al Juan Leyrado que recién empezaba a hacer teatro, que le dirías? Algún consejo? Alguna recomendación?
– (Piensa) Le diría que nunca abandone la llama inicial, que la cuide. Así como….me acuerdo una gran película…. “La guerra del fuego”. El tipo que tiene la llamita… justamente eso, que cuide la llama. Que confíe en él. Que confíe.
– ¿Tenías miedo en su momento?
– Miedos tenemos todos y todavía tengo miedo pero digamos…no es miedo la palabra. Siempre tuve la cabeza muy florida en imaginación de cuando era chico. No me analizaba ni nada. Vivía en Barracas. Todo lo que pensaba e imaginaba, que ahora me parece una locura. Después me hice actor y me di cuenta que a todos nos pasó eso. No podía decirle a nadie “veo esto” desde arriba sino que yo me veía y me transportaba… Todo eso a los ocho años. ¿A quién se lo decía todo esto? No existían ataques de pánico. Era un chico y todo lo que hacía era ir al colegio y jugar a la pelota. Jugábamos como si uno fuese un científico dedicado a la física cuántica. Esa rareza que sentía también servía para después depositarla en lo artístico. Hace cinco años que estoy pintando y sigo los mismos pasos de antes. Le diría que confíe, que es muy noble su tarea, una de las menos dañinas que hay. Le diría muchísimas cosas más pero me apoyaría en esas dos, que cuide esa llama inicial y la confianza en él, en lo que genera.
– Esa lectura fue la que te llevó a militar y demás o solamente fue por el arte..?
– Milité en la JP pero si me llevaba mal con la militancia fue porque era actor. Mi primer quiebre fue cuando le plantearon a un amigo (un gran pintor que vive afuera) en las reuniones de que había que dejarse de joder con la pintura y ponerse a militar. Fue un quiebre porque si queríamos modificar al mundo y teníamos que dejar afuera a los que pintan, los que cantan y demás, de ahí al fascismo había un paso. La militancia servía para el Juan que quería y tenía una respuesta para todo. Había un deseo en la época por modificar cosas y una convicción ideológica (que la tengo) de que las cosas no solo se pueden sino que se deben mejorar. Lo que pasa es que cuando apareció el tema de lo artístico, que es lo que sigue pasando, era que “Cuando se habla de política, hablamos de política. Muy artista pero no jodamos. Hay que hablar de cosas serias. Dejate de joder…a ver si laburás”. Esa es la importancia que se le da a la cultura
Teatro Lido. Santa Fé 1751. Mar del Plata. Martes a domingo, 22.30 hs