A partir de esta construcción, la obra se dispara a diferentes lugares que tocará a cada espectador de acuerdo a su historia personal
Las actuaciones son excelentes y logran que el público se compenetre en la obra. Más de uno podría ver en escena lo que pasa en el seno de una familia en la realidad frente una tragedia. La escenografía es mínima y la iluminación es la que maneja climas y situaciones a medida que se desarrolla la puesta. El vestuario logra que esa proximidad mencionada anteriormente, se plasme en el escenario. Enrique Federman vuelve a tomar personajes fácilmente reconocibles pero con una complejidad personal interna, desarrollando una puesta de muy alta calidad.
Vuelve uno de los hitos del teatro independiente de los últimos años. ¡No se lo pierda!