Teresa Cura, una militante cordobesa del Partido Comunista abre el juego poético de una puesta que no cae en el panfleto. Hay una sana intención de homenajear el deseo por cambiar el mundo por medio de las ideas y la revolución a través de la sensibilidad y un tratamiento estético de calidad.
El espectador vuela a Moscú gracias a una escenografía y un vestuario acorde, con una iluminación exacta creadora de climas variables, a medida que va transitando la puesta. El espacio está muy bien trabajado ya que permite el buen desplazamiento de los intérpretes de manera ágil y dinámica. La voz de Gipsy Bonafina y la guitarra de Gabriel Magni dotan de buen gusto a una dramaturgia dinámica y atrapante, con un elenco de alto nivel.
Emociones y sensaciones marcadas con un poderoso sentimiento de pertenencia logran que “Cielo Rojo” sea una de esas puestas con las que uno se queda por largo tiempo.