El teatro en los márgenes o la marginación en escena
Dramaturgia: Laura Fernández. Con Mercedes Ferrería, Agatha Fresco, Eugenia Ghiselli, Claudia Mac Auliffe, Majo Ñañez, Daniela Salerno, Analía Sánchez y Andrea Varchavsky. Músicos en escena: Manuel Eguía, Gabriel Gonzalo García. Vestuario y escenografía: Julieta Capece. Fotografía: Nahuel Lamoglia. Diseño de Iluminación: Leandra Rodríguez ADEA. Asistente de Iluminación: Laura Klein. Diseño gráfico: Janina Levín. Producción ejecutiva: Adriana Yasky. Asistencia de dirección: Daniel Aizicovich. Puesta en escena y dirección General: Diego Brienza. Duración: 70 minutos.
Teatro Andamio 90. Paraná 660. Sábados 20 h.
Por Mariana Turiaci
En la frontera entre Argentina y Bolivia siete mujeres viajan en un micro de dudosa legalidad. Algunas llevan equipaje, otras tan solo unas pocas pertenencias. La calma se rompe cuando una de ellas es obligada a bajar por los gendarmes. Los minutos pasan y la incertidumbre crece. El silencio reina y la tensión es cada vez más palpable.
Así comienza “Colectivo”, la obra escrita por Laura Fernández, una de las integrantes de Piel de lava, y dirigida por Diego Brienza, que pone en escena un tema poco tratado en el teatro: el flagelo de las mujeres denominadas “mulas”. ¿Quiénes son? ¿Qué las lleva a tomar la decisión de llenar su cuerpo con sustancias tóxicas? ¿Cuáles son sus sueños? ¿Y sus miedos? Preguntas que dejan pensando a más de un espectador.
A medida que la acción avanza también lo hace la tensión. Algo está por explotar (¿o implosionar?) en cualquier momento y la inminencia del peligro es latente. Esa espera interminable logra hermanarlas en ocasiones y hasta llegan a imaginar un posible destino común. No todas están ahí por el mismo motivo, pero paulatinamente, se van dando cuenta de que la salida es colectiva, que juntas pueden ser más fuertes. Lejos de cualquier tipo de solemnidad el texto de la obra cuenta con el humor necesario para respirar en medio de una atmósfera tan apremiante, con los cuerpos convirtiéndose en bombas de tiempo.
Los personajes están muy bien delineados; cada uno con sus matices y contradicciones. Las actrices logran transmitir una amplia variedad de emociones, desde el miedo y la desconfianza hasta la alegría y la esperanza, pasando por la incomodidad y la urgencia de esta situación límite. Al mismo tiempo, las interpretaciones construyen también la sensación de encierro. Por su parte, la iluminación y la presencia de músicos en escena contribuyen a armar los diferentes climas que atraviesa la obra.
Invisibilizadas y vulneradas en sus derechos, discriminadas y reducidas a un número tanto por la sociedad como por las instituciones del Estado, las “mulas” dejan de estar en las sombras. La puesta les da una voz y un cuerpo a estas mujeres, sin caer en pedagogías ni moralismos sino abriendo interrogantes e instalando cuestionamientos. En el medio, surge la pregunta por la legitimidad de la representación, sobre los cuerpos representados y los de quienes llevan a cabo dicha interpretación. A través de un ejercicio metadiscursivo, aparecen los límites del acercamiento artístico y la obra se hace cargo con la necesaria honestidad intelectual.
“Colectivo” permite ingresar a una realidad que sucede quizá, delante de nuestros ojos y ante la cual muchos prefieren mirar para otro lado. Es la posibilidad de ponerles un rostro a biografías sobre las cuales se ha contado muy poco. Dolores, sueños, soledades, esperanzas y frustraciones se entremezclan con las particularidades culturales de estas mujeres que, durante el tiempo de la ficción, se convierten en protagonistas.