Terror en el escenario
Con Enrique Dumont, Facundo Martín, Valeria Di Toto, Franco Moix y Luciana Vitale. Vestuario: Agustina Filipini. Iluminación: Soledad Ianni. Video y Fotografía: Carolina Romagnoli. Redes: Luis Muñoz. Asistencia de dirección: Ariel Vallone. Asesoramiento en dramaturgia: Javier Daulte. Producción ejecutiva: Mariana Morán Benitez. Música original y en vivo: Nicolás Ferrero. Espacio, dramaturgia y dirección: Juan Pablo Galimberti
Teatro Beckett. Guardia Vieja 3556. Viernes 23 hs
Desde este medio, solemos hacer mención de la cantidad de obras de teatro que hablan siempre de lo mismo. La repetición constante y la endogamia que las atraviesa. Pero hay puestas que buscan otros horizontes. Tal es el caso de “La rabia”, creada y dirigida por Juan Pablo Galimberti que se arriesga con nuevas búsquedas. Aquí, con una puesta de terror -en tanto género y no como calificativo- lúcida y atrapante. Algo que no suele abundar en estos pagos. Pareciera que no fuese un género a tomar en consideración. Inclusive, como si se lo considerase «menor».
En esta ocasión, un grupo de chicos de misioneros van hacia un pueblo con el fin de llevar la palabra del Todopoderoso. No obstante, no todo sale bien. Una mujer (Coleta) oculta más de lo que muestra, con signos de pobreza extrema –que va más allá de la cuestión económica- y las diferencias dentro de un combo que no es tan religioso ni consagrado a la fe religiosa, abren el juego a una puesta que juega. Todo en el marco de un escenario partido en dos y una tormenta en ciernes que brindará el contexto adecuado a la acción.
La idea es por demás interesante al tiempo que implica una toma de decisión importante en tanto y en cuanto el apostar salir de la endogamia propia de los planteos del teatro porteño. Aqui, con una apuesta al terror, toma todo aquello que es el ABC del género, lo lleva a una sala de teatro y sale con saldo a favor en su cometido, tanto para quienes son ávidos conocedores del género como a los que incursionan por vez primera en estos espacios. El desarrollo es dinámico, con toques de humor bizarro o absurdo al tiempo que la tensión invade una sala que se sobresaltará en algunos momentos. Entonces, desde el punto de vista de la primacía de la idea, la puesta sale por demás airosa.
Con una iluminación y una escenografía acorde, el ambiente sórdido se encarna esa Coleta, exactamente interpretada por Enrique Dumont, que posee aquél secreto que será el nudo de la obra. Por otra parte, los inocentes misioneros deberán afrontar lo inesperado. En este contexto, será el Mono (con el muy convincente Franco Moix) esa especie de tuerto entre ciegos frente al mal acechante.
Quizás le sobren algunos minutos o haya algún tipo de irregularidades en el elenco. No importa. Dicen que, “de buenas intenciones está lleno el camino al infierno”. Seguramente, Galimberti entra esta aseveración a la cual refuta con otra frase de remera: “Los chicos buenos van al cielo, los malos van a todas partes”. Se aplaude una búsqueda y una coherencia que no se ve tanto en el teatro porteño. En tal sentido, Galimberti predica con el ejemplo.