¿Actividad teatral en medio del infierno de la Segunda Guerra Mundial? La investigadora y directora de escena Mirta Maidana realizó un estudio pormenorizado al respecto que termino siendo su último libro “Por unas horas… Teatro judío bajo el nazismo, 1933-1945”. En una corta visita a Argentina –reside en España- , Maidana brindó una sentida y profunda charla en el Centro Cultural de la Cooperación. Unos días después, ECDL tomó un café con la autora para hablar sobre teatro, Holocausto, arte, resistencia e identidad.
-Mirta, ¿cuando empezaste a pensar en este libro?
– Cuando llegué a España, me encontré con cosas que no sabía, como que una de las mayores expertas del tema Shoa en España era mi cuñada. Además, tenía una biblioteca extraordinaria. En el tiempo que me llevó acomodarme en España, empecé a leer testimonios asi como informarme. Un día hubo la posibilidad de hacer una investigación acerca de las actrices de la Shoa. Había un seminario por delante y mi cuñada me recomendó de hacerlo. Cuando empecé con las actrices, ya no pude parar.
– Fue el puntapié inicial…
– Si. Además, estuve con una ponencia en ese seminario en la Universidad de Granada. A partir de ahí, se empezó a abrir toda la investigación. Todo esto empezó en el 2007 pero las lecturas vienen desde el momento en que llegué, en el 2001. La investigación formal fue en el 2007. Llevaba varios años de lectura pero no a nivel de investigación.
-El libro tiene una condensación de datos impresionante pero es muy didáctico.
– Lo primero que veía en mi investigación era que el teatro no estaba tomado -como otras artes- en libros sino en ensayos, partes de testimonio y en artículos. Pero no en un libro, con lo cual no tenía un contexto y no se terminaba de entender la importancia que esto tiene. Lo primero que me propuse, fue ponerlo en contexto.
Después, quise darle continuidad. Partir del por qué, lo que significaba para los judíos las artes escénicas. Poner en contexto y marcar los puntos de resistencia con las condiciones de los guetos y los campos. Cuando esto sucede, me doy cuenta que la lectura no podía ser lacrimógena. Quería que el libro tuviese un tono didáctico y de reflexión por lo que cambié mi forma de escribir. Al ser una mujer de teatro, escribo en imágenes. Por eso le dí una impronta periodística, tal como dice Arnoldo Liberman. Estuve un año desconectada del material porque no lo podía seguir emocionalmente. Hice un seminario en Yad Vashem (Museo del Holocausto, Israel) en el que pude acceder al grupo de investigación. Esto me dio pautas, de cómo debe escribirse o mostrarse la Shoa. Que la emoción no barra la reflexión. Sabes que la lágrima, una vez que pasó, pasó…
-Mucha literatura de la Shoa está ligada a la lágrima y logra el efecto contrario.
– Es cierto pero cuando se trata de los testimonios, no hay otra forma. El que testimonia cuenta desde su vivencia. Recordemos que hasta los años 70 no contaban nada. Por eso, los sobrevivientes, que cuenten como lo deseen pero que lo cuenten. El asunto es cuando los que escriben no son los sobrevivientes y lo hacen de manera lacrimógena. Confunden por donde debe ir todo. Los que no estuvimos, debemos llevar adelante la reflexión. Quien nos lea, pueda escuchar y reflexionar. Coincido con tu apreciación.
-¿Cuál fue la historia que más te conmovió de tu investigación?
– Es una que no está en el libro y que va a aparecer en mi próxima investigación sobre las canciones en la Shoa. Es del ghetto de Lodz y se refiere a una canción llamada “Cierra los ojitos”, escrita por Isaiah Spiegel. Cuando se estrena en el teatro del gueto, Rumkowski (N de R, presidente del Judenrat –consejo judío- del gueto de Lodz, Polonia) la censura, amenazando al autor con deportarlo. Según Rumkowski, era una canción tan deprimente que podía afectar a todos. Nunca más se cantó ni tampoco fue una canción viajera. En la Comisión Histórica Judía de Munich, los sobrevivientes la recordaban pero no la podían cantar hasta que aparece Spiegel que había sobrevivido. La comisión la toma y la musicóloga y escritora Gila Flam la investiga. Hoy, la cantidad de versiones que hay en You Tube es impresionante.
Otro que si está en el libro es la lucha y tesón del director Rafael Schachter para montar el Requiem de Verdi, el primer coro de 150 cantantes logró estrenar pero fue diezmado cuando muchos de ellos son enviados a Auschwitz, montó un segundo coro de 120 personas que no logró estrenar porque otro transporte al este se llevó a mucho de ellos, finalmente con uno mucho más pequeño de no más de 60 cantantes hizo alrededor de 15 funciones; la última para la comisión de la Cruz Roja. Entonces trono el Liberame en la voz de los condenados que pocas semanas después fueron asesinados en Auschwitz. Lo más conmovedor fue conocer esta historia y encontrar en internet una foto de Schachter de espaldas dirigiendo al último coro. Fue importante y conmovedor para mí encontrarlo.
-El subtítulo del libro es “Por unas horas”. Lo asocié con el “escamoteo” que planteaba De Certeau…
– No fue así pero se tocan los conceptos. La idea de “Por un tiempo”, “Por unas horas”, se repite en los testimonios. A lo que sigue esa frase es lo que decis. Escamoteo el tiempo para recuperar mi esencia. En un momento, lo traigo a colación por la recuperación desde el trauma; con recordar el pasado del “quien fui” y que éste pase por encima al presente traumático. El preservarse como individuos y su identidad. Lo dicen los sobrevivientes. Estuve años sin saber como se iba a llamar el libro. Un día, me levanté y apareció el nombre. Se lo comento a mi marido y me dice que lo leía todo el tiempo. Uno no ve lo que lee. No miraba la frase. Empiezo a ver los testimonios hacia atrás y es impresionante como dicen “Por unos días”, “unos minutos” en relación a “volver a ser quien éramos”.
-¿Molesta la resistencia desde el arte?
– Ahora no. Yehuda Bauer se dio ese permiso pero hasta los años 70, el juicio de Eichmann, la resistencia solo era armada. Esto es entendible porque la matriz (mitológica o mítica según Pichon Riviere) de Israel no podía ser el prisionero, el gaseado sino el que sobrevivió, luchando. No había otra. De hecho, lo fue. En los años 70, aparecen las voces de los sobrevivientes que no se escuchaban. Había una relación de «Tengo culpa de haber sobrevivido» y la pregunta ¿Cómo fue que vos sobreviviste? Lo hemos pasado nosotros en Argentina. Entonces, no se hablaba.
Apenas comienzan a dar testimonio, se empezó con la educación -algo muy ligado al pueblo judío- y el trabajo de los maestros como resistencia. Éstos educaron chicos que hicieron dibujos, obras de teatro y escribieron poemas. Así fue que se amplificó y surgió todo. Pero, insisto, deben haber sido más personas pero el fundamental fue Yehuda Bauer. Si bien hasta los 70 no contó al respecto, fue quien dijo que resistencia es todo lo que los judíos hicieron para salvaguardar su vida y su dignidad, para si y para los demás. Así es que entran todas las artes.
-¿Se dio la posibilidad de presentar el libro en Israel?
– No creo. La verdad es que no se me ocurrió. Habría una persona que podría habilitar esto que es Jacobo Kauffmann pero nunca se mostró interesado por hacerlo. Somos muy amigos y todo pero nunca se me ocurrió. Ahora, capaz que le escribo y me dice que si.
-Hay muchos testimonios de los ashkenazis pero hay poco sefaradí…
– Es cierto pero es porque los sefaradíes escribieron mucho menos. Ellos son del norte de África, Balcanes, Rumania o Bulgaria que hablaban ladino. Hay muy poco. Casi que no escribieron. También hubo comunidades enteras que fueron destruidas y los sefaradíes eran mucho menos. Además, me parece que los sefaradíes y su diáspora es mucho más extensa. Los ashkenazies se han concentrado más en Europa pero no en la cantidad que los sefaradíes. La dispersión de estos es muy grande por lo que las comunidades que han desaparecido y salvado en la Segunda Guerra son muy pequeñas las comunidades sefaradíes no tenían la tradición teatral ashkenazi.
Hay un libro muy interesante de Romero sobre el teatro de los sefardíes. Ahí ella cuenta que el teatro occidental llega con la educación formal impartida por la Alianza Israelita Universal (por eso se habla tan buen francés en el norte de áfrica). Pero lo que hacen no son obras propias sino traducciones al ladino de Moliere. No hay creación propia. Tenía dos obras en ladino pero olías lo francés. Ellos pasan de las fiestas de Purim al teatro francés sin escalas. Esto es lo que pasa cuando hay una riqueza cultural importante.
-¿Cómo fue la recepción del libro en España?
– Muy buena. Por suerte vamos por la segunda edición. En realidad, no fue solamente en España. Tenemos una librería virtual que se vende a todo el mundo. Está en las universidades de Estados Unidos, Francia y Alemania. Nuestros mayores consumidores son universidades y tenemos suscriptores. Está muy bien para nuestros estándares.
-¿Te sorprendió algo con respecto a los kapos?
– En mi investigación, que va más allá del teatro –para contextualizar, leí mucho respecto a la Shoa-, no me sorprende. Más que nada por cuando se ataca a “el” judío. “El” judío forma parte de la humanidad. No podemos pedirle lo que si le pedimos o le disculpamos al resto que tenga o haga. Tienen los judíos –yo no soy judía- grandes investigadores e intelectuales como miserables. Tiene lo mismo que tienen los otros. ¿Por qué le vamos a exigir más? ¿Por qué se le exige a Israel ser ejemplo y vanguardia moral? ¿Vanguardia de qué? Tengo serias discrepancias con el gobierno de Israel. Asi como discuto cosas del gobierno de España o Francia, lo puedo hacer con el de Israel porque es un Estado. Defiendo su derecho a existir pero no me convierte en una persona antiisraelí decir Netanyahu es peligrosísimo. No me voy a callar con eso.
– La última, ¿Continuará la reflexión después que mueran los sobrevivientes?
– Depende de la posta que tomemos aquellos que los sobrevivamos. Los hemos leído y respetado pero no sé qué puede pasar o qué forma tomará. Confío en que el ser humano siga teniendo la Shoa como el límite que no se puede sobrepasar aunque se ha visto como se hizo pero de otra manera. Lo de Ruanda por ejemplo. Comienza de la misma manera. “Son tal cosa y hay que matarlos”. No fue con gas sino con machetes y mataron a un millón y medio de personas. Lo que determina a un genocidio no es la cantidad sino el genocidio en si.
-Hubo una repetición de la historia.
-Exacto. No sé como va a seguir pero el ser humano necesita de una voz que lo guie en todo esto. Podremos no tener a los sobrevivientes pero creo que hemos tenido que evolucionar para cuando no los tengamos. A veces, a la voz de los sobrevivientes la escucha poca gente. Por otra parte, creo que a esta altura, hay suficientes análisis de toda la situación, y también habrá más. Ahí está todo en las bibliotecas, pero no sé que va a tomar. Pero siempre habrá alguien que levante una voz. Quiero confiar en eso.
“Por unas horas… Teatro judío bajo el nazismo, 1933-1945” www.sefaradeditores.com