Vigilia de noche (Teatro)

En el borde 

Autoría: Lars Norén. Versión y dirección: Daniel Veronese. Traducción: Francisco J. Uriz. Con Luis Machín, Pilar Gamboa, Walter Jakob y Mara Bestelli. Vestuario: Laura Singh. Escenografía: Franco Battista. Iluminación: Juan Ramos. Asistencia artística: Sebastián Blutrach. Meritorio De Dirección: Adriana Roffi. Asistencia de dirección: María Leiva y Leo Mendez. Coordinación de producción: Mariana Mitre.

Teatro San Martín. Sala Cunill Cabanellas. Av Corrientes 1530. Miércoles a sábados, 20.30 hs y domingos, 19.30 hs.


En una de esas canciones sublimes que compuso Gustavo Cerati, hacía mención a una situación límite. “Esta en el borde/Sobre algun final”. Tal es la atmósfera que rodea a “Vigilia de noche” en la versión de Daniel Veronese, del texto de Lars Norén.

Alan y John son dos hermanos con sus respectivas esposas, Mónica y Charlotte, y un mundo tan oculto como el iceberg que hundió al Titanic. En este caso, los personajes son construidos a partir de una “normalidad” que establece sus lazos de complicidad con el público. Inclusive, el buen pasar y las profesiones liberales de respeto y prestigio social, harán que sus poseedores –hombres ellos, detalle no menor para tener en cuenta- sean motivo de admiración. Pero el motivo que convoca a los presentes es la muerte de la madre de los hermanos que llevan años distanciados. Al respecto, es menester destacar la presencia de dos personajes que no están de cuerpo presente -¿o si?- en la puesta, tal como la difunta madre y la hija de John que está comunicada con la casa por el teléfono, mientras mira “Dallas”, la famosa serie protagonizada por Larry Hagman y Patrick Duffy. La relación con la hija y con la madre son por demás elocuentes en lo que se refiere a los relaciones y sentimientos para con los seres queridos.

Los diálogos irán in crescendo en su intensidad. De un comienzo de tensa paz, la tensión surge de los más mínimos detalles. Tal como ocurre en cualquier relación donde la rutina ganó por KO una batalla que tenía ganada de antemano pero no de una manera tan brutal. Las palabras hirientes se cruzan como misiles que impactarán de diversa manera, en cada uno de los seres de acuerdo al grado de sensibilidad que posean. No hay forma de detener el odio contenido y la frustración que está a un paso del amor más pasional. Sexo, mentiras y dolor. Violencia en todas sus manifestaciones con tal de hacer rendir al contendiente que tiene el rótulo de “pareja”. El amor deja su lugar al egoísmo, amparándose en el cuidado de la propia individualidad donde ese otro –otrora amad@- se ha convertido en un extraño no deseado. Diría Cerati, “Ansiedad/Mirada ausente/No deberia esperar/No hay sosiego/En este tiempo/Ciego de amor”.

La escenografía se enmarca en un living tan sencillo como elocuente en sus objetos. Una mesa con cuatro sillas, un par de sillones y una bandeja giradiscos de la cual el jazz pondrá música a los acontecimientos. Esta ambientación se corresponde con lo dicho en tanto la clase social a la cual representarían los protagonistas. El preciso vestuario es elocuente en esta misma línea. En este marco, se desarrollará un duelo de titanes que tendrá al miedo, el desencanto, y la incapacidad de realizar autocrítica alguna -¿orgullo exacerbado?- sino endilgarle al otro la culpa de todos los males. Porque, dicen por ahí, que las miserias se limpian y ocultan debajo de una alfombra y nunca del todo.

En cien minutos por donde se viaja en una montaña rusa de sentimientos y emociones, el elenco se muestra con todos los matices necesarios para construir una puesta de lujo. Walter Jakob y Pilar Gamboa son John y Charlotte, la pareja más joven y visceral, donde un preciso Jakob intenta mantenerse lo más alejado emocionalmente hablando respecto de los hechos y Charlotte es un compendio de emociones a flor de piel que solo una gran actriz como Gamboa la hace creíble en todo momento, sin caer en sobreactuaciones o clichés. En cambio, Luis Machín y una exacta Mara Bestelli dan vida a Alan y Mónica donde el amor está en su fase final. La excelente composición de Machín pesca los detalles de una personalidad donde el temor ante la soledad y la ausencia juegan con la manipulación de un otro que, como dirían en ajedrez, se encuentra en zugzwang, donde cualquier movimiento que haga implica empeorar su situación.

Con una energía arrolladora e imperdible en su totalidad, “Vigilias de noche” habla de esos conflictos a los que cualquier adulto puede llegar a temer asi como de las miserias y fantasmas que atraviesan a los individuos.

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