Lo puedo todo.
Dramaturgia y actuación: Leticia Torres. Asistencia de dirección: Paula Zelis. Escenografía: Norma Rolandi. Realización escenográfica: Omar Páez y Hugo Cheres. Vestuario: Paula Molina. Iluminación: Matías Noval. Música original: Manuel Katz. Videos: Alfredo Arrieta / Luis Miguel Arrieta Productora: BirraVerde. Fotografía: María Di Paola. Diseño gráfico: Sebastián Mateo. Producción general: Compañía Terca. Dirección: Maximiliano Sarramone. Duración del espectáculo: 60 minutos
Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543 CABA). Sábados. 20.30 hs.
Por Cecilia Inés Villarreal
El padre del psicoanálisis,Sigmund Freud, nos habla de las regiones del yo y las personalidades. La internalización de las normas y valores inculcados por nuestros padres, la autoridad y las instituciones que corporizamos con nuestros actos. Todos, se manifiestan en el superyó. Ese tirano reprime y censura al ello, a lo placentero.
Este peculiar ególatra le da nombre a la obra, cuya protagonista es la clown Yoko Onda, una heroína imperfecta, con más tintes de humana y terrenal que el mundo patriarcal de los de Marvel y los Super Amigos. Esa omnipotencia se resquebraja cuando sus inseguridades se manifiestan. El arquetipo del héroe es universal en los relatos populares. Es quien se sacrifica en pos de un bien común siendo tematizados hasta el paroxismo en las historietas, tebeos o comics. Las caracterizaciones se complejizan de acuerdo a la pluma del autor y el contexto. La publicidad, pandemia mediante, los frivolizó calificando a los delivery con ese mote. ¿Salvadores de qué? ¿De estar cómodamente tirado en el sillón y que te alcancen algo que vos no podés comprar?
En el caso de Yoko Onda, retoma algunas de estas ideas pero traza su propio rumbo. Veamos. Las mujeres tenemos ese TOC de pulpo, de diosa hindú y multitasking. Hay que cumplir con todo, con las exigencias cotidianas, con las sonrisas. Las redes sociales exigen que seamos bellas, productivas, empáticas y buenas personas. Pero llega un momento en que las máscaras se caen y es insostenible ir por una senda recta y no zigzaguear. La rutina con la construcción de la mujer máquina tiene matices chaplinescos por lo tragicómico.
La escenografía es simple y relevante. Un monoambiente cómodo en el que espera el llamado del deber por la justicia y en la ayuda al otro. Hay pocos elementos en ese espacio que terminan ayudando a la definición del personaje. La búsqueda de nuevos horizontes hace que atesore algunas cosas, más ligadas al corazón a pesar de vivir en un contexto de actualización constante, como si ella misma fuera un elemento que necesita al Google Store para estar «al día».
La sensible actuación de Leticia Torres logra una identificación y empatía inmediata con el público. Hay una sinceridad mezclada con una reflexión colectiva e individual. Un código en común, lo tácito se convierte en sonrisa y en asentimiento por lo familiar de las experiencias. El vestuario colorido, resalta la frescura del personaje al tiempo que brinda esa proximidad con el espectador. «Siempre lista» para lo que sea necesario, como «girl scout».
Es imposible cumplir con las expectativas y hay que tener mucha fortaleza mental para no sucumbir a la mirada ajena. El enaltecimiento de las figuras de la mujer-madre-amiga-novia tiene sus sucedáneos y análisis en retrospectiva. La Mujer Maravilla –más allá de Lynda Carter y de Gal Gadot- se viste de jogging y zapatillas. Hace mil cosas, intenta, se cae, prueba. Se equivoca, tiene malhumor y la intolerancia/hartazgo puede alcanzar límites insospechados.
Lo destacable de la pieza es no solamente la interpretación y su dramaturgia, sino su «después». El resabio de interrogantes que despierta. ¿Cómo conversamos con nuestro yo? ¿Lo escuchamos? ¿O lo asfixiamos y dejamos que ese pasado se vaya porque es incómodo recordar? ¿Tan difícil es sincerarse con uno mismo? Todos los recursos son válidos para el autoconocimiento, el menú es variado para cada comensal: las terapias convencionales (psicología) y las no convencionales, más inclinadas hacia la rama espiritual como las constelaciones por ejemplo.
«Super Y.O» despierta tanto la sonrisa como la reflexión a través de planteos por demas actuales y terrenales, en los que los superpoderes están más cerca de lo que uno piensa. Solo hay que saber verlos y no temer a lo que su desarrollo implica. Al fin y al cabo, la felicidad personal no se somete a comicio público ni a los «likes» de una publicación de IG.