Hay artistas que merecen ser vistos más allá de su trayectoria, sino por su impronta arriba del escenario. El acordeonista Raúl Barboza, cara visible a nivel mundial del chamamé, se presenta en formato de trío (junto con Nardo González en guitarra y Roy Valenzuela en contrabajo) durante todo el mes de enero en el Café Vinilo.
A las 21.40 del pasado jueves 15 de enero, se inició un concierto que se había demorado por algunos inconvenientes por el suministro de energía eléctrica. Con mucha voluntad y predisposición, se pudo llevar a cabo un show excelente, lleno de chamamé y con mucho por descubrir de un artista tan coherente como rico en su abordaje de dicho género musical. La música litoraleña se expandió en un concierto de más de una hora en la que el ritmo no decayó nunca, matizándolo con un valsecito como “Que nadie sepa mi sufrir” asi como con un guiño tanguero a alguna de sus creaciones.
La frescura de Barboza es tan sorprendente como envidiable. Como una especie de tótem musical, se ubica en el centro del escenario, con una luz blanca reflejándose en su acordeón, el cual interpreta con pasión y soltura, temas como “La tierra sin mal”.
Radicado en Francia desde hace 28 años, en la actualidad Raúl Barboza reparte su residencia entre Europa y Argentina, a la vez que realiza giras por Latinoamérica y Asia. Por este motivo, entre tema y tema, Barboza contaba sus impresiones respecto de la música y sus vivencias en los lugares donde ha residido. Tal es el caso de un amanecer en un Paris caluroso y con mirlos que cantaban fuerte, lo inspiraron para componer un tema. También se hizo tiempo para dar su opinión de algunas cuestiones –pocas- de política internacional. Hizo mención a lo ocurrido con el atentado a Charlie Hebdo, teniendo en cuenta la gran cantidad de años que ha vivido en Francia.
El sonido sanguíneo de su acordeón llenó los oídos de los presentes con canciones que combinan la sutileza de algunos momentos junto con otros, de mayor ferocidad. La base que conforman el contrabajo y la guitarra, le brindan el marco adecuado para que su personalísima forma de abordar el chamamé sea con un sonido más contundente. Es menester destacar el sonido en tanto que sonó muy bien, fuerte y preciso, sin un solo acople. Párrafo aparte para el acompañamiento de Nardo González y Roy Valenzuela que conforman una base sólida y precisa, con momentos también para su propio lucimiento, como el tema que interpreta González en sus seis cuerdas.
La comunión entre público y artista era el de una ceremonia donde la música dominaba el centro de la escena para explotar en un aplauso que denotaba agradecimiento y admiración por partes iguales. No sonó ni un celular, ni hubo foto que incomodase el devenir del show, donde todo estaba en su lugar, la música, los músicos, el público y la magia que los grandes pueden provocar con su arte. Por estos motivos, no será extraño que haya tanto gente sentada casi en la punta de la silla, atrapada por la música como aquellos que cierran los ojos y se dejan llevar por un acordeón que los llevará por los distintos confines de la música, en un viaje tan placentero como lleno de sorpresas.
Para el final del recital, Barboza contó la historia de su relación con el idioma guaraní asi como se da tiempo para interpretar “Cherogapé”, tema que da nombre a su disco del año 2003.
Si uno tuviese que enumerar los muchos motivos por los cuales debería ir a ver el show de Raúl Barboza, se podría resumir en una sola frase, “Andá y después contame”. La experiencia de vivir un sublime concierto de chamamé con una furia casi punk solo sirve vivirla en carne propia y obviamente, revivir la experiencia cada vez que sea posible.
Jueves 22 y 29 de enero. Raúl Barboza Trío. Café Vinilo. Gorriti 3780. A las 21 hs.