Luciano Rombolá: La cumbia, en estado parlamentario

El pasado lunes 9 de noviembre, se presentó un proyecto de ley para institucionalizar el Día Nacional de la Cumbia, en homenaje a los 65 años del primer show realizado por Los Wawancó. El mismo, será enviado al Congreso de la Nación y busca destacar el valor que este género musical tiene para las argentinas y los argentinos.
Luciano Rombolá, periodista especializado en el género e impulsor de esta iniciativa, cuenta las bondades de la misma al tiempo que da cuenta de la vigencia de la cumbia, su relación con otros estilos musicales, sus letras, la política, el feminismo y más.

Luciano Rombolá, junto a los Wawancó

-Luciano, ¿cómo se te ocurrió llevar a cabo la iniciativa del “Día Nacional de la Cumbia”?

-La cumbia es un género de expresión popular y consumo masivo, que se ha expandido por todas las provincias argentinas. Si bien, su identidad se ha construido gracias a los sectores de menor poder adquisitivo, las mujeres y varones laburantes de nuestro país, también es cierto que, en los últimos años caló hondo en las clases media y alta de nuestra sociedad. Ya no temen confesar que escuchan cumbia como parte de su lista de reproducción. Además, esa cumbia de arraigo territorial se fue fusionando con los ritmos folclóricos de nuestro suelo, como el caporal en Salta y Jujuy, o la chacarera rápida en Santiago del Estero. En este sentido, si la cumbia forma parte de nuestra cultura, y existen fechas que reconocen a diferentes géneros populares, como el Día Nacional del Tango, el Día Nacional e Internacional del Folclore o el Día Nacional del Chamamé, ¿por qué no instalar el Día Nacional de la Cumbia y darle legitimidad a este género que históricamente ha sido mirado de reojo, desvalorizado, menospreciado, tildado de grasa, banal o vulgar? Es hora que el Estado le brinde el reconocimiento que se merece.

 -¿Cuales son tus expectativas para la aprobación del proyecto?
-Muchísimas. Confío plenamente en que diputados y diputadas, senadores y senadoras, de todo el arco político, levantarán su mano y aprobarán el proyecto por unanimidad. Quizás sea la cumbia la que pueda saltar la grieta y lograr que tanto el Frente de Todos como Juntos por el Cambio y el Frente de Izquierda puedan votar en una misma dirección.
 
-¿Cómo fue el contacto y la recepción de tu idea tanto por los legisladores como miembros del campo académico?
-Excelente, desde el primer momento. Ju
nto a las compañeras y compañeros de la Plataforma Federal de Cultura -con quienes impulsamos el proyecto de manera colectiva-, le acercamos la propuesta al diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, Nicolás Rodríguez Saa y tuvimos una respuesta positiva automática. Nos dio su entusiasmo y compromiso de presentar el proyecto en el recinto parlamentario. Al poco tiempo, las diputadas Carolina Gaillard (Entre Ríos) y Carolina Moisés (Jujuy) se sumaron a la propuesta, lo cual significó una gran alegría.

Por su parte, desde el campo académico contamos con Víctor Giusto, decano de la Universidad Nacional de las Artes – Folklore, como miembro de la Plataforma, quién, por supuesto, se mostró muy feliz por esta iniciativa.
 
-¿Cuando llegó la cumbia a tu vida?
-Me asumí como cumbiero a los once años, cuando llegó a mis manos «Dime tú», el cassette de Amar Azul que había sido lanzado en 1996. En esa época jugaba al baby fútbol en el club Eros, del barrio de Palermo, donde iban los pibes de la murga Atrevidos por Costumbre y de la escuela pública en Villa Crespo. Con ellos empecé a parar en la vereda y a vivir un montón de anécdotas. Los sábados íbamos al buffete y pedíamos que nos pongan un rato de “A pleno sábado”. Pero mi relación con la cumbia venía de antes. Mis viejos, en sus épocas juveniles, bailaban tango, folclore y la música pop que estaba de moda en la década del `60. Pero también las cumbias de Los Wawancó y el Cuarteto Imperial. Mi padre, viajante de comercio, siempre volvía de Entre Ríos y Santa Fe, con diferentes cassettes: «Cachacas Volúmen 3», «Tropi Hits» o el disco “Corazón Valiente” de Gilda. Esas canciones las escuchábamos cada vez que salíamos en su Peugeot 504 color rojo.
 
 –¿Eras de ir a bailar o de escuchar cumbia? ¿O ambas? ¿A dónde ibas a bailar y/o a qué lugares comprar discos?
-A los trece años le dije a mi vieja que el padre de Robertito, un pibe de Villa Crespo, le organizaba el cumpleaños en El Reventón, y que esa noche tocaban Montana y Antonio Ríos. Le pedí que me dejara ir y, por supuesto, se negó. Pero a los quince, ingresé por primera vez a una bailanta, que se transformó en casi mi segundo hogar: New Metrópolis en Plaza Italia. En mi debut, pude ver a Leo Mattioli. Íbamos con los pibes todos los fines de semana. En el fin de semana largo de Semana Santa llegué a ir jueves, viernes, sábado y domingo. En ésa época iba a la secundaria y era una locura, pero cada tanto nos dábamos unas vueltas por otros bailes, como «Fantástico», «Panambí» de Constitución o «Jesse James» en Isidro Casanova.
Por otra parte, los discos los compraba en Once, Constitución o Liniers, siempre y cuando fuesen originales. Cuando buscaba truchos, me daba unas vueltas por la feria del Parque Los Andes, en Chacarita.

-¿Quiénes son tus referentes dentro del género?
Son muchos. Me cuesta un montón armar un podio. Hay artistas que, para mí, tienen un valor muy personal, porque están ligados a la época dorada de la bailanta, que es la década del ´90. Todo está ligado a mi infancia y a esos primeros contactos con la cumbia, como los grupos Green y Red, Amar Azul, La Cumbia, La Maffia, Sombras o La Nueva Luna, por citar a algunos. Después están los referentes que conocí cuando empecé a investigar en calidad de periodista y tienen marcas muy importantes para el género, tanto de la cumbia como el cuarteto. A La Mona Jiménez la conocí de grande y me voló la cabeza. No podía entender cómo en Buenos Aires sólo se conociera «Quién se ha tomado todo el vino» o «El Bum Bum». La Capital se aleja de los movimientos regionales y pierde conocimiento de la realidad. Hay grandes artistas en Santiago del Estero, Salta o Santa Fe y suenan mil veces mejor que los de acá.
 
 -¿Qué representan, para vos, Los Wawancó?
-Un punto de partida. El inicio de un movimiento. Quizás no haya sido la primera banda de cumbia en nacer en nuestro suelo. Hay un antecedente: en diciembre de 1954 nació Don Avelino y su Conjunto en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Pero no se trata más que de una expresión del noroeste que no logró mayor trascendencia fuera de los límites regionales. No obstante, Los Wawancó -que nacieron once meses después-, fueron los primeros en grabar un LP que fue «Locura Tropical» en 1959 y en instalar un hit a nivel nacional, «El pescador». Ellos fueron los que dieron el primer gran golpe tropical para que la cumbia empiece a expandirse por todo el país.
 
-Al día de hoy, ¿de qué manera la cumbia se consolidó como un género popular y masivo?
-Con la fuerza de su propio empuje y la magia que el género posee, que fue escalando en diferentes barrios, villas, ciudades, localidades, provincias y países de todo el mundo. El género ya se reproduce y adquiere su propia fisonomía en países de Europa y también en algunos puntos de Asia. La cumbia nunca fue impulsada por los gobiernos, partidos políticos ni las grandes empresas. Los grupos de poder no han difundido la cumbia como parte de su expresión. Es la cumbia misma, a través de su propia esencia, la que se arraigó con fuerza en los sectores populares, primero, y que luego continuó conquistando corazones de diferentes clases. 
 
-¿Qué tan fuerte es la cuestión identitaria en la cumbia en relación a su público?
-Eso depende del público del que estemos hablando. Porque una cosa es ser cumbiero o cumbiera, y otra cosa es divertirse con la cumbia los fines de semana. O consumir algunas cumbias en una lista de reproducción que incluye otros géneros de gran variedad. El cumbiero o cumbiera asume su identidad y la vive de manera cotidiana. La cumbia es un modo de sentir y una referencia constante. La poética de cada vivencia se encuentra siempre reflejada en alguna canción. Hay pasión, fanatismo y un punto de encuentro. Mientras que para otras personas significa un momento de euforia en algún festejo. O una excusa para intentar seducir a alguien en una pista de baile. Ahí la cumbia representa un momento alegre, y no la canalización de todas las emociones.
 
-¿Cuando fue, a tu considerar, el momento en que se produjo la “explosión de masividad” de la cumbia?
-La década del ´90 fue la época dorada de la movida tropical. Es cuando ese movimiento, que se había arraigado en las provincias y se había instalado en Buenos Aires gracias a la migración, explota como industria. Con un modelo económico donde, en la fantasía, un peso equivalía a un dólar, las empresas discográficas apostaron como nunca al negocio de la cumbia y produjeron muchísimos conjuntos con fuertes campañas de difusión, preocupación por la estética y los sonidos diferentes. El público poseía dinero en sus bolsillos y se volcaba con fuerza a las bailantas, que cada vez eran más.
Al mismo tiempo, el fenómeno empezó a llamar la atención de los medios de comunicación que quisieron retratarlo. La cumbia llegó a la televisión y a los programas del prime time. La clase alta comenzó a contratar a artistas a los boliches más top. Las radios de frecuencia modulada difundieron cumbias entre sus listados. Un grupo de cumbia actuó por primera vez en un teatro de la calle Corrientes. Sin dudas fue una época de explosión.
 
– ¿Cómo ves a la cumbia en tanto su trabajo con las letras? ¿O pasa como con otros géneros en que se prefiere más la música?
-La cumbia nace como un género musical. Las primeras cumbias colombianas eran instrumentales, exclusivamente. Algo similar pasó en la cumbia peruana. Esto significa que la cumbia aparece para hacer bailar. Es una expresión que invita al cuerpo a ponerse en movimiento. Lógicamente, con el transcurso del tiempo se le agregaron letras a las melodías y ésas se hicieron más o menos, profundas, según la inspiración del artista creador. Hubo cumbias de protesta que aparecieron muchos años antes que la cumbia villera y canciones con unas poesías absolutamente profundas. Aún así no hay que perder en el horizonte que no se trata de un género de denuncia, sino de alegría. Si las letras nos proponen algo más de lo esperado, hay que felicitar al autor pero si no lo hacen, no debemos exigirle a la cumbia algo para lo cual no fue creada.
 
-¿Cómo viste la evolución del género a través del tiempo?
-La cumbia siempre mutó. Es un género cambiante, inquieto, móvil. Comenzó en nuestro país como un reflejo de la cumbia colombiana pero se fue adaptando al modo de tocar de cada músico según la zona territorial. Además, se fusionó con los sonidos regionales, tal como hemos mencionado. Se mezcló con los ritmos de moda de cada época: con el rap en la década del ´90, con el reggaetón, la bachata y ahora con el trap. Incluso con la música electrónica. Siempre cercana a la balada, la cumbia es muy diversa.
 
-¿El artista debe tomar en cuenta el contexto o puede abstraerse de lo que pasa para crear?
-A mi criterio, el artista debe hacer lo que le plazca. Debe dejarse llevar por su inspiración; ya sea por las temáticas sociales del contexto o por los acontecimientos de su vida cotidiana. El artista no es periodista, antropólogo o sociólogo. No es su deber hacer de vigía de los acontecimientos que marcan la agenda de la Argentina. Si en esas acciones encuentra un punto de partida para una nueva canción, bienvenida la inspiración. Pero si no la encuentra, o desea evitar ese contacto con su música, también es legítimo y válido.
 
-¿Cómo ves a la cumbia en relación a las letras y al cambio de paradigma respecto a la igualdad de género y lucha contra la violencia contra la mujer?
-Lo que ocurre en el mundo de la movida tropical es un fiel reflejo de la que ocurre en la sociedad: se ha ido acomodando al contexto. Antes de que la lucha feminista se pusiera en el centro del debate público y social, La Mona Jiménez en Córdoba había grabado temas como “Papi no maltrates a mami” y “Mujer golpeada”, este último junto a Manu Chao. Igualmente, es cierto que a partir de que se instaló la consigna “Ni una menos”, aparecieron canciones de Ángela Leiva, Rocío Quiroz, Marcela El Ángel y Karen Britos, entre algunos ejemplos.
En materia de diversidad de género también hubo avances. Dalila había grabado “Amor entre mujeres” en 2001, y el grupo Trinidad grabó “No gusta de una señora”. La Mona retrató la trágica historia de “La Mary” y Damas Gratis reversionó “El gran varón”. En los últimos años se hicieron frecuentes los shows de Lía Crucet en las fiestas LGTB y fue todo un símbolo el lanzamiento de Ayelén Beker, la primera cantante de cumbia trans.
No obstante, es interesante observar y reflexionar, porqué en la movida tropical no existen canciones a favor de un aborto legal, seguro y gratuito. Por el contrario, en este sentido, todas las cumbias y cuartetos se manifiestan en contra y realzan el valor de la madre que tuvo a su hija o hijo pese a ser de origen pobre o haber sido abandonada por el padre que lo gestó.
 
-¿La cumbia debería hacer autocrítica por el machismo de estos años?
-No considero que la cumbia sea exclusivamente machista, sino que lo es la sociedad y la bailanta es un fiel reflejo de eso. Además, existe un imaginario creado por quienes no consumen música tropical y endilgan a la cumbia esa definición pero están pensando en la cumbia villera. Sin poseer números precisos, ya que no existen cuentas matemáticas al respecto, podríamos decir que la cumbia villera ocupa el 0,5 % del cancionero cumbiero mundial. No es la cumbia villera un estilo que represente al género; es apenas una pequeña expresión. Por el contrario, el resto de las canciones, en sus diferentes estilos y sonidos, siempre fueron respetuosas por la mujer, su identidad y su figura. Por supuesto que, en estas melodías, también podemos encontrar expresiones machirulas, pero en líneas generales operan a la inversa. En síntesis, a la cumbia le cabe la misma autocrítica que a todos los géneros musicales, ni más ni menos.
 
-¿Al día de hoy, hay referentes tanto en cantidad como en calidad, como años atrás?
-No. Ha mermado muchísimo la cantidad de artistas que logran instalarse como referentes del género. Esto se debe a que cambió la industria. Ya no están las grandes discográficas que invertían, producían artistas, los vestían, pagaban sus horas de estudio de grabación y la publicidad. Desde la caída de la industria del disco, los conjuntos se financian por sí mismos. Deben utilizar las redes sociales para darse a conocer, deben pagar de sus bolsillos todo tipo de inversión. Además, los boliches cada vez son menos y no apuestan a nuevos talentos; contratan a los conjuntos de gran renombre, que les aseguran convocatoria y venta de entradas. En este contexto, es muy difícil emerger para los nuevos artistas.
 
-¿La cumbia tiene el mismo estatuto de respeto/seriedad que el tango, el jazz o inclusive el rock o sigue siendo discriminada por otros ritmos?
-Creo que la situación se modificó. Durante los ´80 y los ´90, la cumbia era considerada un género menor en comparación. Pero en los últimos años esta distancia perdió su fuerza y hoy vemos a cantidad de artistas del rock y el folclore, incluso del pop y del tango, que han grabado duetos con exponentes de la movida tropical. Es más, la mayoría de las bandas de rock han incorporado sonidos tropicales a sus repertorios, a modo de fusión. No sé si eso responde a una saturación de su propio sonido y la necesidad de fusionar o una idea de respeto. Quizás sean ambas consideraciones pero lo cierto es que ya no existen esos pruritos. Pese a que todavía pueden encontrarse declaraciones de viejos rockeros, como Ricardo Iorio, o Stuka de Los Violadores, la ecuación se invirtió. Hoy son la excepción. La juventud giró hacia otro panorama. Incluso hay rockeros y rockeras que han armado sus propias bandas tropicales y han abandonado el género con el que se criaron.
 
-La cumbia y –ahora- el trap ¿reflejan lo que sienten las clases más desfavorecidas del sistema tal como antes lo hizo el rock?
-No sé si el rock reflejaba los sentimientos de las clases más desfavorecidas. Quizás expresaba ideas políticas y ánimos de resistencia hacia un sistema que provocaba la desigualdad. Es diferente con el mundo de la cumbia, que siempre expresó vivencias, alejadas de cualquier tipo de postura ideológica. Es cierto que podemos encontrar algunas melodías con mirada política y social. Pero, a grandes rasgos, la cumbia grafica momentos de la vida cotidiana, con mucho énfasis en las relaciones de pareja y en la fiesta que provoca el baile.
Con respecto al trap, hablamos de un género con una carga muy fuerte de machismo, misoginia, apología de las drogas y la violencia. En este sentido, posee caracteres similares a la cumbia villera, un subgénero que representa a una minoría y se encuentra en peligro de extinción.
 
-¿Cómo ves el rol de las redes sociales y las diversas plataformas digitales en relación a la difusión y al acceso del público a la cumbia?
-Hoy en día es el único medio de difusión que tienen los artistas. Es el espacio para poder comunicarse con sus seguidores de manera libre. Para aparecer en algunas radios del circuito, los grupos deben pagar y si la radio pertenece a un boliche, solo van a sonar los artistas que actúen ese fin de semana. Hay radios comunitarias que difunden las canciones que quieren, por amor al arte, pero las redes son el medio más efectivo. Ahi está la posibilidad de despegar ante una posible viralización que generaría mayor cantidad de llamados para actuar en diferentes bailes. Incluso, si el artista es muy popular, al publicar sus propias canciones en la web, tiene la posibilidad de monetizar constituyéndose en un ingreso más. Pero en la práctica, quienes tienen esa posibilidad son los mismos artistas de gran convocatoria, es decir, aquellos que no poseen problemas económicos. En consecuencia, aquellos artistas de menor éxito en la actualidad o poco renombre, solo disponen de las redes para mostrarse. Pero tampoco son una seguridad para mostrarse con mayor relevancia.
 

-Si tuvieras que elegir cinco discos de cumbia, ¿Cuáles elegirías?
-Es muy difícil para mí armar un podio, cada vez que me lo piden pero voy a enlistar una versión, aunque otro día quede armado de otra manera, con otros grupos. En este momento queda así. El orden es caprichoso y los cinco discos elegidos tienen el mismo nivel de importancia.

1 Karakol – Inmortales (1996)
2 Green – En La Cima (1994)
3 Leo Mattioli – En Vivo Piel Con Piel (2000)
4 Gilda – Pasito A Pasito (1995)
5 La Nueva Luna – Incomparables (1998)

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