Un relato íntimo para Lisandro Rodriguez |
En el ámbito de los musicales, fue Roberto Peloni quien se destacó por su presencia en esas dos gemas llamadas “Mundo Redondo” y “El cabaret de los hombres perdidos”.
Alejandro Paker ha trascendido algo de lo que habíamos hablado en algún reportaje, el encasillamiento en “actor de musicales”. Después de su gran actuación en “El hombre elefante”, presta su cuerpo un Rubén exacto en “El principio de Arquimedes”. Será un profesor de natación acusado de un trato «excesivamente cariñoso» a un niño que no quería meterse en la pileta sin su flotador. A través suyo que se diriman ideas y prejuicios tanto de aquellos que se vanaglorian de ser “progresistas” como de aquellos que hayan anquilosados en tiempos inmemoriales.
“Spam” fue, sin dudas, de lo mejor del 2014. Quien está detrás de todo es Rafael Spregelburd que creó un tsunami de conceptos e ideas de profunda complejidad. La conformación de un relato fantástico, con un ritmo sostenido que mantiene al espectador tenso y atento a lo que ocurre sobre tablas. Aquí, Spregelburd es un lingüista italiano llamado Mario Monti al que nadie encuentra porque se llama igual que el ex primer ministro italiano. Una relación ambigua con una alumna, la respuesta a un mail recibido desde Malasia se mezclan con un viaje a Malta, la mafia china, lenguas antiguas, un libro de Camus y un smoking de James Bond son algunos de los tantos puntos sobre los cuales gira una puesta atrapante. Párrafo aparte para Zypce que logra toda la arquitectura sonora sobre la cual se basa la última creación de Rafael Spregelburd.
Dentro de lo que sería una dupla actor-músico, no podemos dejar de obviar a Francisco Pesqueira con ese hermoso homenaje al cine argentino llamado “Canción de cine”, junto con el pianista Ramiro Pettina.
Todo el esplendor de Spregelburd en «Spam» |
A diferencia de lo ocurrido otros años, el 2015 vio como varios actores se animaron a incursionar con éxito, un terreno que estaba siendo monopolizado por las actrices, el de los unipersonales. Tal fue el caso de Lisandro Rodriguez , Darío Grandinetti y Marcelo Mazzarello.
En el caso de Lisandro Rodriguez, le puso cuerpo, mente y corazón al excelente texto pergeñado por Martín Slipak, en “Relato íntimo de un hombre nuevo”. Rodriguez crea con excelencia un personaje tan atrapante como repulsivo. Él es como muchos querrían pero también tiene algunas particularidades que no lo hacen un tipo “querible”. Por eso, el interrogante salta a la platea como si fuera una gran tentación. ¿Te interesa una vida como esta? Porque también –hay que decirlo-, el dibujo del personaje que excelentemente recrea Lisandro Rodriguez, permite pavonear los beneficios de un hombre moderno y exitoso pero con severas deficiencias afectivas. En ese punto es donde la autocrítica no aparece en esa identificación previamente señalada y continua avanzando pero con las anteojeras de un caballo que arrastra su propia existencia.
En “Novecento”, Grandinetti se hace cargo de la voz de Tim Tooney, un trompetista testigo de las hazañas musicales de Novecento, con notable calidad. Dará vida a los diversos personajes que se interrelacionarán a lo largo de la puesta con una gran versatilidad. A medida que van pasando los minutos, la puesta se centra en Grandinetti y su excelente relato –amén del texto-, captando la atención de manera casi hipnótica. Como si fuera un cuento de aquellos en los que todas las situaciones están bien establecidas. La historia, el comienzo, el desarrollo, el nudo y su desenlace. Todo con los momentos de tensión e incertidumbre que amerita una buena historia.
«Novecento» en la voz de Grandinetti |
En el denominado melodrama campero que tenía por nombre “El Corazón del incauto”, Mariano Mazzei jugaba con maestría una dualidad sobre la que gira la puesta. Mazzei era el propietario de la estancia y marido de la señora. “El hombre” de la casa. ¿Pero qué ocurre cuando una peluca y un vestido amplían su horizonte, puertas adentro, para dar vida a Ángeles, su «alter ego»? El tratamiento que se realiza de lo acontecido es serio, con algunas –sutiles- pinceladas de cierta hilaridad bien entendida, que no caen en caricaturizaciones sino que sirven para aceitar el desarrollo de la puesta. Es el devenir de una femineidad en cuerpo de hombre que será fantasía y objeto de deseo. Por eso, es fundamental el sublime trabajo de Mazzei al respecto.
Nacho Ciatti brilla con luz propia en esa gema artesanal llamada “Cactus Orquidea”. Dota a sus personajes con un toque absolutamente personal, de gran ternura cuando lo requiere dentro de una puesta artesanalmente sensible. Por su parte, Ignacio Huang tiene un papel destacado en “La maquila”, puesta que alude a los talleres clandestinos de ropa, muchos de marca de primera calidad. Huang es un hombre que ha perdido la razón pero cuenta con momentos de lucidez que iluminan con descripciones precisas y exactas. Pero ¿estará loco o alienado? ¿O es el más cuerdo de todos? Sus momentos combinan reflexión y ternura en medio de un contexto que destrozaría a cualquier mortal.
Mariano Mazzei y las fantasias de «El corazón del Inauto» |
Dentro de lo que fue esa fábula tan desopilante como irónica que era “Esto también pasará”, elencos donde cada uno de sus integrantes lograba momentos inolvidables. Tal fue el caso de Fernando Gonet, Alejandro Lifschitz, Mariano Saba y Alfredo Martín. Los tres primeros, como esa tripulación tan particular y certera en sus diálogos y el último, como el Capitán Perdomo, referencia única de un combo que tiene más dudas que certezas en un viaje hacia ningún lugar, aunque digan que se llame Marte.
En “Terrenal” es muy difícil destacar a uno de los tres excelentes actores que hay arriba del escenario. Claudio Da Passano, Claudio Martinez Bel y Claudio Rissi componen un elenco excelente para llevar la letra de Mauricio Kartún a su máximo esplendor en su cruce bíblico con el campo argentino. Claudio Martínez Bel es un Caín asombroso. No lo concibe a través de la maldad sino como egoísta, cobarde y con una victimización constante, a toda prueba. La utilización de la propiedad/usufructo de los morrones como metáfora es excelente. La codicia, mezclada con el fetiche de la mercancía. Cualquier relación con una clase media bienpensante con complejo de conciencia limpia, será pura casualidad. En cambio, Claudio Da Passano da cuenta con gran sutileza de un Abel libre de ataduras pero con una tranquilidad personal que intranquiliza a su hermano. Será esa incomprensión por parte de Caín (¿envidia?) la desencadenante de la situación conocida por todos. Para finalizar, Claudio Rissi crea un Tatita campechano y pillo, poderoso y sabio sin que esto lo exima de cierta conducta non sanctas. Serán éstas las que lo acercan a la realidad y lo alejan –por suerte- del bronce.
La semana que viene, cerraremos el análisis del 2014 con cuestiones que nos atañen a quienes estamos del lado de la escritura……