Hombres de teatro 2017


La dupla Matorra-Otero Ramos, un lujo para «Asesinato para dos»

En lo que a actores se refiere, el 2017 tuvo a varios que engalanaron dicha palabra asi como varias grata sorpresa en el rubro y la vigencia de consagrados, de los que ya hablaremos.


En el marco de la quinta edición del Festival Temporada Alta, habíamos destacado “La noche, justo antes de los bosques”, en la personalísima versión que hizo Oscar Muñoz del texto de Bernard-Marie Koltès. Con una pasión y visceralidad no exenta de sensibilidad, Muñoz le pone el cuerpo y la voz a la fuerza poética de un texto que alude a la soledad, la discriminación y a la falta de comprensión entre los seres humanos que, al día de hoy, se han resignificado de fuerte manera. No hace falta más que leer los diarios al respecto, sobre todo en lo referido a la inmigración y el miedo/odio a todo aquél que no es como uno.

Miguel Ángel Solá, la vigencia de un gran actor

Para ese mismo momento, a principio de año, se presentaron dos puestas de calidad como “Doble o nada” e “I.D.I.O.T.A”. En la primera, Miguel Angel Solá volvía a lucirse con un personaje que le calzaba exacto, manejando los momentos que requiere el texto, jugando con la fortaleza y la debilidad que habitan en un hombre que ha visto mucho, y una vida en pos de la noticia.

En cambio, en la segunda, Luis Machín encarnaba a un taxista con problemas económicos y encara ese experimento que da origen a la obra. Igualmente, el punto se encuentra en otro lado. Será el provocador de diversas emociones aunque éstas surgirán de acuerdo a la forma en que cada espectador se relacione con este taxista. En ese momento, surgirá otra traba aún más ponzoñosa. El problema no es que el público pueda conocer a algún taxista como Carlos Varela sino que no quiere conocerlo so pena de establecer un vínculo con un personaje con el cual –quizás- no les gustaría tener algún tipo de lazo. O si lo tiene, llegaría a negarlo. Inclusive, explotará el interrogante respecto a cuanto tiene uno de ese hombre. Pero Machín no se conformó solo con esto. Encaró el desafío de llevar adelante un unipersonal como “El mar de noche” con el talento y la profesionalidad que le es reconocido, convirtiéndolo en un éxito.


«El immitador de Demmostenes», unipersonal a la medida de Starosta

Otra actuación de lujo fue la de Claudio Rissi en “Kilometro limbo”. Su Taqueño, -un particular transexual que añoraba un tiempo pasado de bonanza al tiempo que vivía cerca de la ruta-, quedará en el recuerdo de quienes presencien la función. No solo ayudaba al Nene, un camionero accidentado sino que no caía en los clichés ni en el humor fácil y chabacano. Por el contrario, le brindaba a su personaje un vuelo de alto valor interpretativo.

En la controvertida versión de la chejoviana “Parias”, dirigida por Guillermo Cacace que dividió aguas,  Marcelo Subiotto logró obtener unanimidad en torno a su trabajo. Era el Mijail Platonov que llevaba adelante el relato y arrasaba a partir de ser un tipo inescrupuloso y cobarde. Visceralidad pura al servicio de Chejov.

Quien también transitó por un clásico fue Edgardo Moreira en “El Padre”, de August Strindberg. En una muy destacable actuación, Moreira puso toda la carne en el asador con un Capitán que, poco a poco, perdía la razón pero siempre manteniendo el carisma con el que dotaba a su personaje.


Daniel Hendler se luce en «El inestimable hermano»

En el rubro “unipersonales”, hubo una joya llamada “El immitador de Demmóstenes”. El protagonista –Diego Starosta- se movía en un escenario dividido en dos, como si estuviera boxeando. Adopta el axioma de Muhammad Ali de “Flota como mariposa, pica como avispa” para descargar los textos que forman parte de la puesta. La creación de sentido era inmediata y poderosa construyendo una vorágine de ideas y conceptos que tomaba al arte, la actuación, la política y el público como ejes de la obra. Diego Starosta daba cuenta de su enorme talento con una actuación excelente.


Para los últimos meses del año, fue el turno de Daniel Hendler para destacarse en “El inestimable hermano”. Apenas comenzaba la obra, se oía su voz (en la piel de Bernardo) que daba cuenta de su incontinencia verbal. El texto de Heidi Steinhardt abría el juego a diversos planteos. La manipulación de la culpa y la forma en que la crianza de los hijos/hermanos terminaba siendo una bomba de tiempo en la vida de los chicos. Al respecto, Hendler brindaba a su Bernardo todos los matices que requiere un personaje difícil, eludiendo todo tipo de exacerbación de lo burdo que tiene su personaje. Manejó el escenario con sapiencia, al que dotó de su propia impronta.


Sebastián Holz, versatilidad y talento

No olvidamos lo que fue la gran gema del musical porteño que fue “Asesinato para dos” que supo combinar el entretenimiento junto con el virtuosismo de sus intérpretes. El policial creado originalmente por Joe Kinosian y Kellen Blair, es un musical desopilante, que captará la atención del público de principio a fin, sin perder su esencia de misterio e intriga al tiempo que cuenta con la sublime interpretación a cargo de Hernán Matorra y Santiago Otero Ramos.  

El primero crea un Marcus absolutamente preciso. Este aspirante a detective, tan sensible y dubitativo como querible, era el sostén de la puesta en su rol único en la misma. En cambio, Otero Ramos daba cuenta de una versatilidad asombrosa para los doce personajes a los que da vida. Los sutiles cambios de vestuario que implementaba para cada uno de ellos, era primordial para la concepción de los mismos. Una chalina, unos lentes o una gorra será lo necesario para crear a las diversas criaturas que transitan la puesta. Esto, sumado a su excelente destreza física.  

Para el final, recordamos dos actuaciones de calidad, que sostienen el trabajo arquitectónico de los protagonistas. Tal es el caso de Victor Labra en “Millones de segundos” y Sebastián Holz en “Juegos de amor y de guerra”. En el primer caso, Labra era Samson, ese amigo protector y fiel de Alan (la sublime Raquel Ameri); el que nunca deja de amar y proteger a cambio de una muestra del amor más puro.
Por su parte, Sebastián Holz brillaba como la travesti Celeste Imperio, encargada de seducir gendarmes en “Juegos de amor y de guerra”. La composición de Holz era cautivante. Desde el momento que aparecía en el escenario, se apropiaba del mismo, en plena sintonía con Luisa Kuliok, protagonista exclusiva de la obra. Cantante y actor, pone ambos talentos a disposición de un personaje con brillo propio.


Para la próxima entrega, algunos aspectos referidos al teatro, que van más allá de las obras y las actuaciones.

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