Analía Couceyro: “El teatro siempre está dialogando con la realidad”

Es de esas actrices que dejan todo en el escenario con trabajos ricos y diversas capas para analizar y disfrutar. Pero su curiosidad y talento lo plasma también en la docencia y la dirección, tal como lo está haciendo actualmente, junto con Albertina Carri en “Tadeys”, protagonizada por Diego Capusotto, en el Teatro Cervantes. Con un café de por medio, Analía Couceyro recorre su rica carrera a micrófono abierto, donde no queda tema por no tocar.

Fotos: Cecilia Villarreal. Sensibilidad en Foco https://sensibilidadenfoco.blogspot.com/

Entrevista realizada en Rincón de Amigos, Rivadavia 8327, Floresta

-Analía, ¿cómo fue trabajar “Tadeys”, el texto incompleto de Lamborghini?

– Fue muy largo el proceso. Suelo trabajar con textos literarios. Hice muchas obras asi. Cuando leo, subrayo. Del subrayado que hice -que transcribió nuestro asistente-, bajado de la novela, trabajamos con Albertina y Lisandro (el asistente). El trabajo fue de tratar de encontrar una situación. Sabíamos que la situación de la obra iba a ser la del barco, que está en la novela –una de las tantas cosas que está-. Fue, más que nada, ir encontrando las voces de las personajes.

-Contame de la conformación del elenco

– Lo fuimos hablando con Albertina. Muy al principio del proyecto, pensaba actuar en el vivo pero me di cuenta que era muy difícil estar adentro y afuera. Igual, me saqué las ganas en la película que forma parte de “Tadeys”. Una vez que decidimos que no iba a ser Ky, pensamos en la dupla de Diego Capusotto y Javier Lorenzo. Con Lorenzo ya había trabajado y es uno de mis mejores amigos. Las dos coincidimos rápidamente con Iván Moschner. Ahí también pensamos en que fuera una mujer. Es más, siempre lo estuvimos pensando esto para todos los personajes pero finalmente decidimos que Iván era el ideal.

-¿Y el resto?

– En el caso de Flor Sgandurra, había trabajado con ella en “Constanza muere”. Los tres actores jóvenes (Felipe Saade, Bianca Vilouta Rando y Canela Escala Usategui), habían sido alumnos míos en la facultad. Ya los conocía. Ahí decidí sola. Son muy particulares y tienen una imagen muy poderosa.

-¿Cuánto tiempo tardaron en filmar la peli para la obra?

– Lo filmamos el año pasado y filmarlo en si, fue en cuatro días súper intensos. Lo del barco fue en Zarate. En realidad, hicimos bastante en Zarate, una locación bastante particular que conseguimos. Fueron dos días. Después hicimos mucha calle. La parte de los sueños y los niños la hicimos en un archivo en Lanús, donde tanto Albertina y yo habíamos filmado con anterioridad. Habíamos filmado la serie “23 pares”. Después vino el montaje, que lleva bastante tiempo pero de trabajo en sí, fueron cuatro días. Creo que, lo de la película gusta aunque no falten fundamentalistas al respecto, de decir “no” al cine dentro del teatro.

-¿Cómo es realizar una dirección de a dos?

– Es la primera vez que dirijo con alguien. Con Albertina nos conocemos desde hace muchos años. Somos amigas y hay algo que se dio naturalmente. No tuvimos grandes conflictos. Fue enriquecedor el trabajo. Como la obra fue tan difícil, poder transitar de a dos ese proceso fue muy contenedor.

-¿Qué te dice la gente cuando termina la obra?

– La verdad, queda bastante impactada. Hay gente que tiene un vínculo muy emocional con la obra. Quedan muy conmovidos y salen con ganas de volver a verla. Es la sensación de que hay mucho para ver. De hecho, hay mucha gente que está tratando de conseguir las entradas para verla de nuevo. En general, las reacciones son muy buenas.

-¿Cómo fue el trabajo con “lo femenino” que se refiere la obra? Más aún, con la coyuntura en la que estamos? Lo femenino en tanto lo servil y sometida al hombre.

– Fue una de las cosas más interesantes para trabajar en el texto. Esa visión de Lamborghini en la forma de someter a una persona, feminizándolo…La lectura actual es muy distinta ya que está muy teñida por el auge del feminismo, pero la obra denuncia de alguna manera eso. Igual, me sorprendió una nota que leí que decía que el lugar de someter a las personas mediante la violación y convertirlos en mujeres es algo que parecía de otra época. No creo que sea así. El hecho que las mujeres nos estemos rebelando contra esto, no significa que no siga sucediendo.

-Que no se vea o se diga, no significa que no esté.

– Exacto. Suceder, sucede. Es indudable. No solo con las mujeres sino con las minorías. Se puede ver en la cantidad de crímenes que hay por odio. No solamente violan mujeres sino veamos lo que es la transfobia. Tiene que ver con todo eso.

-¿El teatro tiene que reflejar lo que ocurre a nivel coyuntural?

– Lo hace. Siempre lo hace. Pero puede hacerlo de forma nada obvia. El teatro que representa la realidad….no es algo que me atraiga. Me interesa el teatro que pueda dialogar poéticamente con la realidad. Siempre se está dialogando con la realidad. El teatro también tiene que ver con los cuerpos que están inmersos en un contexto. Es un fenómeno tan vivo que tiene que ver con cómo está el público, los actores, los productores.  Como se está pensando el momento está presente siempre, amén del espectador. Al día de hoy, no le creo tanto a los temas…

– Podría ser el título de la nota…

– Ja! No confío tanto en los temas porque son ideas. Obviamente hay temas más convocantes que otros pero el tema en sí, no hace a la cuestión. Lo veo mucho en mis alumnos. Piensan que improvisar sobre un tema candente ya vuelve fuerte a la improvisación. Pero todo esto depende de cómo esté llevado el acto.

-Respecto a la docencia, ¿Qué van a buscar los alumnos?

– No lo sé muy bien. Va cambiando mucho. De hecho, tengo la sensación que mis alumnos no miran tele. Los que tienen diecinueve vieron algo de tele pero mis hijos, no. Ven mucho por You Tube o Netflix. Antes veían Paka-Paka cuando estaba pero ahora ya no. Las nuevas generaciones no ven tele pero quieren actuar directamente. El porqué hacen una carrera es porque se quieren formar. Si no es un deseo muy fuerte, no tiene mucho sentido ya que es una carrera muy larga.

Además, cada vez hay menos estructura que contenga a los actores como industria. Nunca hubo industria cinematográfica fuerte y cada vez hay menos trabajo audiovisual, menos ficciones en tele. Esto, por la crisis económica y el cambio de paradigma. Por otro lado se hace cada vez menos películas. Todas las series que se hicieron en un momento, no se hacen más y se realizan series web. Hay que ver si esto prospera o no. Lo que más me interesa es que los actores y actrices aprendan a producir sus propios trabajos y sean autogestivos.

-Al día de hoy, ¿sos actriz que dirige o directora que actúa?

– Soy actriz que dirige. Tengo una mirada más ligada a la actuación pero cada vez me gusta más dirigir. El proceso de “Tadeys” lo disfrute mucho. Cada vez me interesa hacer más cosas que van más allá de actuar. Hay algo de la actuación que es muy desgastante. Hasta hace unos años podía estar haciendo varias obras al mismo tiempo y ahora, no. Además, nunca hago obras muy suavecitas que digamos…. Vengo haciendo obras muy largas o densas. Ahora, siento que necesito “limpiarme” más entre una obra y otra. Tomar distancia. Además tengo otros intereses.

-Ahora,¿ volverías a actuar y dirigirte?

-Lo hice varias veces. Postperformances en museos tal como “Avelove” o “El nervio óptico”. Las dos veces, con texto de María Gainza. En los dos casos, hice la adaptación, dirigí y actué. Pero eran experiencias performáticas. También dirigí y actué “Tanta Mansedumbre”, donde también hice el texto que era un homenaje a Clarice Lispector. Como mi vínculo con la literatura es tan fuerte, cuando leo algo, mi primer impulso es actuarlo. Por eso quise actuar en “Tadeys” pero era imposible. Ahora, dirigir en un teatro oficial, tiene un grado de demanda relacionado con el vínculo con la institución, los tiempos. A mi me resulta muy difícil aunque Rafa Spregelburd lo hizo en “La terquedad”. Para mi, es demasiado pero si puedo pensarme dirigirme actuando en espectáculos más chicos, como los unipersonales que hago.

-Justamente venís de trabajar con Rafael Spregelburd y Emilio García Wehbi, dos artistas que se dirigen. ¿Cómo fue trabajar con ellos?

– Fueron procesos muy distintos. Son personas que tienen una concepción de lo teatral muy diferente. ¡Al igual que sus obras! Emilio tiene una concepción muy plástica del teatro. Además, posee algo…como si fuera un director de ópera. Me hace acordar a Roberto Villanueva, con una concepción entre pictórica y músical. Como si fuera una partitura. En cambio, Rafa cree absolutamente en la palabra. Es su fuerte. El proceso fue diferente porque estaba adentro y afuera.

Emilio y Rafael son encantadores. Los conozco desde hace muchos años. A Rafa más que a Emilio. Son dos directores excelentes y grandes personas, algo que es muy importante a la hora de trabajar. Ambos realizan procesos muy difíciles. “La terquedad” era muy coral, donde el peso estaba repartido. En mi caso personal, lo más difícil era algo del tiempo, la duración. En el caso de Emilio, también era coral pero muy agotadora. Más allá del tiempo, tenía un rap super largo asi como textos muy emotivos y complejos. Ahora reestrenamos en julio y el otro día, me la crucé a Maricel Alvarez y me dijo “hay que estudiar de nuevo”.

-Soy de la idea que los periodistas y críticos deberían ir a ver algunas obras más de una vez.

– Sería fantástico porque aparte esa manía de que los periodistas…ahora es más amplio pero antes cuando salía la crítica en el diario –que ahora ya ni siquiera salen o aparecen cuando está a punto de bajar la obra, porque hay menos espacio en los diarios-, se la esperaba, tenía un valor porque traía gente, lo terrible era que iban el primer día, el del estreno. Era siempre una función muy rara. Por suerte, eso cambió un poco ahora. A mí, como espectadora, si me gusta una obra, soy de verla más de una vez. Nunca la primera función, el estreno. Prefiero que se desarrolle un poco más.

– Si te pregunto por “Constanza muere”…

-¡Ah! Es una de las obras que más disfruté y más extraño. Fue un proceso hermoso. Hacía mucho que no trabajaba en teatro no oficial. Lo que sucedió fue que mi carrera -por suerte- tuvo cierta continuidad en teatro oficial. Soy madre de dos hijos y te brinda algo de lo económico…Hacer teatro independiente es una inversión que no siempre se puede hacer. Si tengo que pagar una niñera para dejar mis hijos para ensayar, para hacer función…o si dejo  otros trabajos rentables. Entonces, todo es una decisión. Disfruté muchísimo a “Constanza”. Hubo bastante tiempo de ensayo.

-Todo, con texto y dirección de Ariel Farace….

-Si, que ahora es como mi hermano. Es más, digo que es mi esposo artístico (risas). Hubo un vínculo con Matias y Flor, mis compañeros y con Ariel, muy fuerte. Ariel es un director y un dramaturgo extraordinario, muy generoso con su dramaturgia. Hubo un período de ensayo muy largo en el que probamos muchas cosas que quedaron afuera, algo que no es habitual en los dramaturgos que dirigen. Además, poder construir un personaje de “composición”, como se decía antes, fue un placer. No te habilitan todas las obras, el componer una voz, una edad, un cuerpo…

-¿Te dan ganas de reestrenar algo que hayas hecho?

– A ver…A veces pasa algo como con “El rastro”, que la había hecho en el Malba y el Museo de la Lengua. Pasa que alguien te dice “Che, ¿qué te parece de hacer ‘El rastro’…?” porque, al ser un unipersonal, es fácil de reflotar. Pero, en algún momento, está bueno cortar. Cada tanto, me dan ganas con “Tanta Mansedumbre”, que lo quería y disfrutaba tanto pero pienso al respecto y veo que cumplió su ciclo. Algo similar ocurrió con “Constanza”. Costó dejar de hacerla pero está bueno despedirse…y despedirse. Hacer el duelo y despedirse. Tengo una pesadilla muy recurrente en el que me piden que haga una obra de hace muchos años. Estoy en un auto yendo a hacer una función de… “Tanta mansedumbre”, por ejemplo. Entonces empiezo a repasar la letra. Me suele pasar esto. En algún lugar, tenes que cortar y limpiar el disco rígido.

-Siempre hiciste obras con textos muy complejos…

-Si. Me pasó ahora con Lamborghini, que había hecho en el 98, en el Sportivo. De hecho, en el 2000 fuimos a España a hacer monólogos de Lamborghini. Ahora, trabajando con “Tadeys”, me volvieron esos textos que sabía de memoria. Los empecé a recordar. Con un esfuerzo, podría recordar fragmentos de obra que hice hace veinte años. Pero siento que hay que dejarlo. Por eso es una pesadilla.

-¿Cómo recordas hoy, lo que ocurrió con el tema “Beckett”? (N de R: Los herederos de Beckett se negaron a que Analía Couceyro e Ivana Zacharski realicen personajes masculinos en una versión de “Esperando a Godot” que iba a realizarse en el Teatro San Martín)

– El año pasado fue un momento muy fuerte y doloroso para mi. Ahora ya está. Me parece que hay algo, en la película, que está presente de eso. El que yo actúe de hombre, de Osvaldo Maker, el alter ego de Lamborghini, en “Tadeys” estuvo desde un principio, antes de lo de «Godot». Pero al momento de filmar, acababa de pasar. Entonces, en mi cuerpo y mi emoción, estaba muy presente. De hecho, hay una frase -“Ahora son las siete de la tarde y preciso esperar”- que es de Godot y está en la película.

-Está todo relacionado…

-Si…y eso que «Tadeys» era un proyecto anterio. Hay algo de la obra que dialoga con lo que pasó, pero sin quererlo. Sobre todo en la construcción de la pregunta “¿qué es un hombre?” y “¿qué es una mujer?”. De alguna manera, es una pregunta que me hice en ese momento. Me hice y le hice a aquellos que no querían que mujeres hicieran la obra. Es un tema que da para discutir mucho. Inclusive con respecto a los derechos de autor. Es un tema muy interesante y me parece que se perdió esa posibilidad de debate.

-Hubo mucha solidaridad para con vos…

– Exactamente…

-… y se canalizó todo por ahí.

– Si. Incluso dentro del Teatro San Martín se podría haber dado el debate, más allá de no hacer la obra y no hablar del tema.

-Si no eras actriz, ¿qué hubiera sido de tu vida?

– No sé. Me gustan mucho los libros por lo que supongo que me hubiera dedicado a escribir o ser bibliotecaria (lo fui en la biblioteca del Goethe) o dueña de una librería. Pero no sé, siempre mi vida estuvo vinculada al teatro, ya sea a través de la actuación, la dirección o la docencia.

-Si por la puerta de este bar, entrase la Analía que era bibliotecaria del Goethe, ¿qué le dirías?

– No sé…Hay cosas que se van dando por casualidades y coincidencias. Creo que tuve mucha suerte en mi vida en general. Hago algo que me gusta y me parece que no es muy habitual. Casi que no hice laburos que no me gustara mientras que hay gente que tiene trabajos horribles o es explotada.  Cuando me preguntas qué podría haber sido…al tener 22 años, en uno de mis viajes a Alemania –fui mucho por becas-, estuve a punto de ir a Polonia a estudiar cine. No sé qué hubiera pasado. Mi fantasía era ir a estudiar cine. Nunca lo hice y de hecho, siempre quise dirigir cine y lo único que hice al respecto fue “Tadeys”. No sé qué hubiera pasado si me iba a vivir a Polonia.

-¿Tenes alguna obra que fue bisagra en tu carrera? ¿O varias?

– Si. “El corte” fue una obra bisagra. Empecé a actuar a los 14 años y no paré. Hice “El corte” cuando tenía 21 años y representó muchas cosas para mi. Primero que nada, fue hacerla con mi maestro, Ricardo Bartís. Un salto enorme. Además, tuvo un nivel de visibilidad muy grande, además de trabajar en el Cervantes y cobrar un sueldo. Un trabajo que generó mucho reconocimiento. En su momento, significó mucho para mi, más allá que era un trabajo muy emocional y energético, de mucha composición.

-¿Cuando la hacías?

-De jueves a domingo y para mi, era poner los dedos en el enchufe todos los días. Hacía de varón y la gente se lo creía hasta mitad de la obra. Es más, todavía hay gente que se acuerda de esa obra. Me encontré con gente que me decía “Una vez vi una obra en una carnicería y vos hacías de varón…”. Que haya gente que se acuerde de eso… ¡Es muy fuerte eso…más cuando después no me vieron actuar más! Es rarísimo y super emocionante. Cuando los veo a Felipe, Bianca y Canela, en la obra, me hacen acordar a mí en “El corte”. Tenía esa edad…Cuando los llamé por teléfono, me acordé cuando Bartís me había llamado por la obra.

-La última…¿estuviste en el Parakultural?

– Si. Llegué a actuar en el Parakultural cuando tenía 16 o 17 años. Fue genial. Fui poco al Parakultural, pero llegué a ver sus últimos coletazos. Pude ver a Batato Barea, Urdapilleta y Tortonese, las Gambas al Ajillo, las Hermanas Nervio o los Melli. A Batato lo vi varias veces. Con Cecilia Vera, ex compañera mía del colegio que ahora hace clown y Martín Caminos, que es actor, hicimos un grupo llamado “Las bergamotas sin ombligo”. Nos habíamos conocido en un seminario de comicidad. Nosotras teníamos 16 y él, 19.

– ¿Dónde actuaban?

-Actuábamos en varietés o donde consiguiésemos lugar y pasábamos la gorra. Hacíamos nuestros números recontra influenciados –por no decir copiados- de lo que veíamos de Las Gambas y los Melli. Actuar en el Parakultural fue super importante en mi vida. Después actué mucho con Mosquito Sancineto y los Match de Improvisación. También en las Fiestas Mayas, Ave Porco…Actuar en boliches fue muy importante. Era actuar a las 4 de la mañana para un público completamente borracho y drogado. Fue una experiencia diferente a todo y también te forma en la actuación.

“Tadeys”. Teatro Nacional Argentino – Teatro Cervantes. Libertad 815. Jueves a domingo, 18 hs

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