Es una de las mejores actrices de teatro de la actualidad. Su nombre no solo es sinónimo de calidad interpretativa sino de calidad humana. Ahora, está reestrenando su excelente unipersonal “Yo, Encarnación Ezcurra”, donde se pone los zapatos de la esposa de Juan Manuel de Rosas. Con las ideas y objetivos claros, Lorena Vega tiene mucho por decir sobre el teatro, su diálogo con la coyuntura, el boom de “Imprenteros”, su carrera y el futuro.
Fotos: Cecilia Inés Villarreal
-Lorena, ¿cómo es reestrenar “Yo, Encarnación Ezcurra” en el Picadero, un espacio completamente diferente?
-La obra pasó por muchos lugares en estos años. Siempre se adaptó muy bien. Igualmente, te confieso que, en el estreno, extrañé un poco el formato pequeño del Teatro Del Pueblo. Pero esto no tiene nada que ver con nada en particular. Es una vibración interna. Recordemos que la acción transcurre en las últimas horas de vida de Encarnación, que era la esposa de Rosas. En su lecho de muerte, hace un repaso sobre los momentos significativos de su vida. Entonces imagino que el público es gente del pueblo que viene a despedirla. Que sabe que se está muriendo y se acerca a agradecerle, como figura política.
-Con la división que esto implica, ¿no?
-Si. Los mulatos diciéndole “¡Gracias por lo que nos dio!” saludándola con la mano. También están los otros que vienen a ver que se está muriendo y gozarla. “¿Te estás muriendo, hija de puta? Te lo mereces, como Rosas”. En la medida que fuimos cambiando de espacio, decía “Hoy es la alcoba grande”, “hoy es el cuarto de atrás”. Son peliculitas para contextualizar el imaginario que vamos armando. En el Picadero es grande la proyección pero no tanto el espacio escénico. Es apaisado pero lo cercamos bastante con la luz. No es tan distinto con la sala del Teatro del Pueblo. El traslado es el mismo pero la proyección es enorme. Quizás tiene que hablar como si estuviesen del otro lado del patio del aljibe.
-Es otro público ahora.
-Si pero hicimos pocas funciones por lo que no tengo un recorte hecho todavía. Pero sé que hay personas que vinieron a verla tres veces. El texto es muy barroco y tiene mucha información. Al volver a verla, escuchas más otros momentos y te enganchas con otras cosas. Con el cambio de tiempo político (como la obra tiene un discurso directo con eso y se para en una mirada política), también va resonando de manera diferente.
-Me ganaste de mano con la pregunta porque la había visto en el 2017. Ahora, a poco más de dos años, ha cambiado el signo político. Imagino que la obra debe dialogar con eso…
-Absolutamente. Cuando Encarnación se refiere al “haber dejado la Patria en manos de esos foráneos”, cada vez que lo decía durante el macrismo, tenía un nivel de puntada en el estómago…¡tremendo! Estábamos en medio de eso, que tenían la Patria en las manos, desguazándola. Lo dije ahora en el Picadero y sentí otra cosa. Era un lamento de lo que nos pasó. Sentía ese cambio de que “che, dejamos la Patria cuatro años en manos de estos”. En ese momento, era desesperante pero ahora es lamento. No deja de tener gravedad pero hay una esperanza de otro camino.
-Además, fue Maria Eugenia Vidal a presenciar la función hace poco…
-No sabía que estaba Vidal. Me enteré cuando me iba del teatro por gente conocida que me esperaba a la salida y me contó. En ese sentido, hice la función concentrada con el equipo, como siempre.
-Cuando llevaste a Encarnación de gira, ¿hubo esta misma reciprocidad con el público?
-Te pongo un ejemplo. Fuimos a un festival en Entre Ríos y pensé que nos iban a tirar de todo porque la cercanía con Urquiza. Pensaba que podría ser complicado. En absoluto. El auditorio estaba lleno, con 300 personas. La atención, las risas de complicidad….Si bien tiene sus momentos empáticos, la obra no se caracteriza por la humorada o la gracia. Sin embargo, había un nivel de complicidad en la lectura que hizo que se rieran más de lo habitual. Generó mucha comprensión. El aplauso fue a rabiar, con la platea parada y un agradecimiento total.
-¿“Encarnación Ezcurra” es un antes y un después en tu carrera?
– Si. Es mi primer unipersonal, con el primer personaje histórico, absolutamente comprometido con la perspectiva de género. Todo, cuando estaba caldeándose todo el estallido del 2018. Cristina Escofet, la autora, fue la primera persona que me dijo “si te interesa el feminismo, lee a Rita Segato”. Ahora se habla y conoce un montón. Es nuestra gurú. Pero, en ese momento, no me animaba tomar ese lugar. Me gusta mucho el teatro colectivo y me escondía en eso, pero me tenía que animar.
-Todo un reto…
-¡Exacto! ¿Por qué no voy a poder a hacerlo? Era un desafío personal y artístico. Cada cosa que hago, debe tener un termómetro de desafío personal. Es lo que me guía y me sostiene pero acá temía estar sola en el escenario porque entendía mucho la escena con el otro. El “ida y vuelta” que se genera. Trabajé mucho con grupos. Si voy al principio de todo lo mío, habíamos hecho un grupo en lo de Nora Moseinco que se llamaba El Consorcio y al toque, hicimos el grupo Sanguineo. Después, la compañía de Feldman, que le pusimos “Escénica Buenos Aires”.
-En el 2014 hiciste “Las mutaciones”. Eran dos actores, el paso previo al unipersonal…
– Si. Una obra que tuvo mucho recorrido. Un material sensible, sutil, muy fino y medido. Fue clave el trabajo de Lorena Ballestrero en la dirección y Rodrigo González en la escenografía.
-Tenían una especie de cuadrado, con puertas….
– ¡Si! Hasta que llegaron las síntesis, pasó todo por ideas y formatos que tenían cierta literalidad pero el texto pedía otro vuelo que fue logrado en ese espacio. Podría decir que el espacio nos organizó la actuación. Fue muy claro en el cuerpo.
-Los movimientos que hacían con Leo Murúa era como un baile, una danza de los cuerpos de la pareja que iban y venían en su relación…
– Si. Tenía una impronta de tango.
-También tenía un importante laburo de iluminación.
-Si. Considero al lenguaje teatral como interdisciplinario, en simultáneo. Entiendo que la pequeña industria hace que entre determinado rubro en un momento del trabajo. Si esto es en función del proceso de trabajo, está bien pero si se estandariza con que “el último mes viene la luz porque si”, no me parece. A veces estás probando, estas ensayando, y una luz que te pega en un lugar…Es muy sensorial el trabajo y te cambia la escena.
En su momento, cuando hice “Kuala Lumpur”, teníamos un grupo con una confianza muy grande así como un delirio total en la combustión que hacíamos juntes. Probábamos de todo. Ensayábamos en un galpón que nos prestaba Ciro Zorzoli, en la calle Paso. En un momento estábamos haciendo una parte de la historia en que mi personaje tenía una sobredosis o un ataque de algo por lo que me tenían que llevar al hospital. Salimos a la calle y tomamos un taxi mientras seguíamos actuando. Le dijimos que pegue una vuelta al taxi y el asistente le tuvo que pagar la vuelta que hicimos. La cuestión era “mirá que no se sabe como termina esto” y “había que hacerlo”. Para mi, esto es un atrevimiento y una memoria que se relaciona con lo lúdico. Ese espacio en que puede pasar otra cosa que también es importante.
-¿Hasta dónde llega lo lúdico y hasta donde la profesionalización del arte?
– Es difícil. Creo que no es estándar. Es una cuestión de contexto y circunstancia del momento. Hay que dialogar con eso. El trabajo es tener el oído afinado para cada proyecto y el momento en que se está haciendo. Cuando crees que encontraste un modo, de repente…Fijate lo que pasó con «Imprenteros». Es un trabajo que hice con el encare de laboratorio. No era algo que iba a hacer. Me convocó Maruja y lo hice. Para mi, estaba bien hacer ese trabajo dedicada y seriamente, en el contexto de cuatro funciones en el Rojas y ya. De pronto, tuvo una llegada inesperada para mi. No fue buscada ni pretendida. Si quiero hacer de eso un método, no va a funcionar. Si dirijo lo próximo diciendo “esto es pequeño, para cinco funciones”, no es así.
-¿Por qué crees que impactó tanto “Imprenteros”?
– Toca dos temas centrales como son la familia y el trabajo. Te juro que eso, en su momento, no lo sabía. La familia, leyéndola de distintos tipos de vínculos. No solamente padre e hija sino con la madre, los hermanes, etc. Además, es un relato de la clase obrera contado desde la clase obrera y no desde otres que miran. Es autentico y no académico. Es la propia voz con mis hermanos presentes por lo que es literal, pero también yo soy una trabajadora cultural que me esmero en formarme y estar informada pero no mi origen es el de una trabajadora.
-Si no eras actriz, ¿qué hubiera sido de tu vida?
-Me anoté en Ciencias de la Comunicación. Hice el CBC y no me acuerdo si alguna materia de la carrera y en seguida me pasé a Arte. El año pasado, trabajé en la revista Anfibia en un laboratorio de Periodismo Performático. Haciendo este trabajo, recordé ese primer impulso de vínculos con los medios, la comunicación y el periodismo. Hubo algo que se me resignificó en ese espacio de encuentro entre el arte y el periodismo. Revaloricé el enganche y el interés que tuve en su momento. Como en mí es un pulsito. No es una cuenta pendiente pero es una herramienta que valoro y me interesa. Por eso me gustan les buenes periodistas.
-¿Próximos proyectos para el 2020?
– Estoy dirigiendo un texto adaptado de “Precoz” una novela de Ariana Harwicz que tiene en el elenco a Julieta Diaz y Tommy Wicz. El texto forma parte de la trilogía que incluye “Matate amor” que hizo Erica Rivas. Es un proyecto independiente. Con Julieta nos estimamos un montón. Me venía diciendo de hacer algo juntas y justo se dio esta oportunidad. Pensé en ella, dando por seguro que me iba a decir que no porque tiene que filmar pero…dijo que si. Se sintió absolutamente convocada e interpelada por el texto. Es un desafío haer una obra de teatro así. Dirigirla y dirigir una textualidad como esta, que no es sencilla. Lo tenía que hacer. Por algo me llegó a las manos y me tengo que animar. Esto es para abril.
A fin de año, vamos a estrenar un texto de Mariano Tenconi Blanco en el Teatro de la Ribera. Es una serie de cuatro obras que integrarán La Saga Europea en los próximos tres años. Este año larga las dos primeras –“Las ciencias naturales” y “Las cautivas”- en octubre. Estoy con Laurita Paredes donde compongo a una aborigen, autóctona que tiene una misión en torno a la inglesa, la gringa, que compone Laura.
-Si por esta puerta entrase la Lorena Vega que estaba cursando el CBC para entrar en Comunicación Social, ¿qué le dirías?
– Me vas a hacer llorar…. Le diría “No te hagas tanta rosca y seguí para adelante”. Que confíe y quiera su camino. Siento que cuando me desestabilicé y me preocupé, tenía que ver con el mirar hacia afuera. Igual acepto el recorrido que hice. Entiendo que las cosas suceden y sino no aprendes, pero siento que invertí energía en una comparación, en la mirada externa y es todo ficción en el peor de los sentidos. Nunca va a ser una respuesta de nada porque el camino es absolutamente personal y único. Hice todo muy sola. Me inventé y no tenía nada por delante…Ahora con “Imprenteros” presente, si tenía por delante -que es una revelación a partir de la obra-, con mayor peso, el legado de mi papá y mi mamá en relación a la cultura del trabajo. Nos dejaron eso. No hay duda. Pero mi decisión de camino profesional como actríz estaba muy sola. No estaba en la familia y yo lo abrí. Entonces, era abismal. Por suerte le dí para adelante ¡y no aflojé!
“Yo, Encarnación Ezcurra”. Teatro Picadero. Pasaje Santos Discepolo 1857. Miércoles 20.30 hs.