Luisa Kuliok: Intima e interactiva

Acaba de estrenar su unipersonal «Alma inmoral», en el que combina la filosofía con la religión, pero desde un lado más sensible. De reconocida trayectoria, Luisa Kuliok vuelve al teatro con una propuesta más que reveladora. En un diálogo fresco y sincero, se refiere a la concepción de esta puesta y recuerda el suceso de «Amo y señor».

Fotos: Nicolas Savine.

 -Luisa, ¿Cómo surge la posibilidad de hacer “Alma Inmoral”?

– Me trae el texto la traductora Mónica Meyer, una argentina que está viviendo en Brasil desde hace muchos años. Había intentado tentarme con otros materiales que, por una razón u otra, no se pudieron llevar a cabo. Pero éste me enamoró completamente. Lo que narraba y desde donde lo hacía el rabino. Era la propuesta de una mirada diferente que ofrecía al mundo y a las comunidades en general. El texto no era religioso sino filosófico. Desde una mirada judía, proponía una integración a todas las comunidades, considerándolos seres humanos.

– ¿Fue difícil el proceso de llevarlo a las tablas?

– La verdad, fue de mucha aplicación y disciplina. Trabajamos a partir de la versión teatral brasilera y del libro original de Milton Bonder que, en estos días, va a estar llegando a las librerías del país. Desarollamos ambos materiales para que el “Alma inmoral” que aparezca en el relato fuese la mía. Quiero decir, es muy comprometido el texto. Por eso, se fue cambiando. Cuando uno lo empieza a pasar por el cuerpo, no esa palabra escrita fría. Entonces, hay modificaciones.

-¿Cómo siguió todo?

-El primer trabajo que hicimos fue físico. Tuvo que ver con una aproximación, a través de ejercicios, a todo lo que estaba plasmado intelectualmente por el rabino. O sea, era pasarlo a vivencias personales que me involucraran en cada palabra y situación. Por ejemplo, al decir “que es lo bueno y que es lo correcto”, lo haya pasado por mi propia vida con mi experiencia personal y sentitiva. Cada hecho que se plasma, está sostenido por mi propia vivencia e historia. Por eso, hay un cuerpo vivo sobre el escenario y no un libro para ser leído. Las ideas llegan a través del corazón y no desde un lado intelectual.

– El tema de lo bueno y lo correcto, la traición y la tradición…son muy fuertes.

– Si, es cierto. Tengo que decirlo porque tuve el honor de que haya venido Juan Carlos Gené y uno de sus comentarios fue que era “un acto de coraje plasmar este texto y ponérselo en el cuerpo”. Me dijo muchas cosas bellas pero lo que más me impactó fue esta opinión del maestro en ver que había un profundo compromiso mío como actriz y como persona.

– ¿Te influencio la puesta? Si es que se puede hablar de influencia…

–  Y si..porque me pasó lo mismo que al espectador. Me hizo ver cosas de la desobediencia imprescindible, que está marcada por el alma. Algo no tenía conceptualizado en si. Soy hija de una cultura occidental por más que me he acercado al budismo (hice un espectáculo con cuentos y poemas budistas). De todas maneras, esta posibilidad de legitimar la desobediencia como parte de la vida, de lo que uno necesita para vivir, me nutrió enormemente. Descubrí zonas muy personales que tenía tapadas o no estaba dispuesta a reconocerlas. Me permitió empezar a deshebillar la punta de un hilo que terminó siendo lo que se plasma en el escenario. Pero si, me ayudó a descubrir muchas cosas personales.

– ¿Podría decirse que es un texto “revolucionario” teniendo en cuenta la coyuntura en la que vivimos, tanto aquí como en el exterior del país?

– Si. Tiene algo de revolucionario. No en tanto la pancarta sino en el sentido más puro de la palabra. Es la posibilidad del cambio y de la ruptura. El animarse a caminar hacia algo que uno no conoce, donde lo importante es el que camino que uno realiza. No quedarse aferrado, sostenido en lo que es el establishment. Nos han enseñado que todo lo referido al campo de lo establecido está bien y las rupturas son satánicas. Es la presencia del demonio y así nos mantienen como corderos, uno al lado del otro y hacen lo que quieren con nosotros. Este libro visibiliza que tenes una profunda libertad interna y que está bueno que la ejerzas. Esto es un derecho y un compromiso. La propuesta de este espectáculo es la co-creación. Por eso también es revolucionario. No es que Dios está afuera y te va a solucionar todo. Lo tenés adentro y es la voz más primigenia, esencial y auténtica que cada uno tiene. Es también el reconocimiento de nuestras propias sombras, defectos y miserias. No ponerlas en el otro sino reconocerlas desde uno. Ahí podés empezar a ver al otro como un par y a no discriminar. Al respecto, la discriminación es el gran problema de estos tiempos.

– ¿Cómo es el segundo después de bajar del escenario, con la finalización de la obra?

– (risas). Eso no me lo preguntó nadie. Es un segundo… raro. Tardo en volver. Estoy como en una galaxia, ¿viste?. Es como venir de un lugar sin nombre para ir a otro similar. Es una propuesta en la que estoy un ratito acá, planteando inquietudes e interrogantes de las cosas que me pasan y cuando salgo, es como atravesar el vacio. Este es un texto que me atraviesa y me conmueve profundamente. El minuto después…no se puede describir. Es como una sensación de haber ido a lugares muy hondos y extremos, propios de una profunda comunicación. Se establece con los espectadores un vínculo muy profundo. Aparece algo de la comunión, que uno puede tener en un lugar religioso o en un teatro, que también tiene mucho de religioso en tanto a nuestro “religae”, a eso que nos une. Por eso, amo lo vivo del teatro.

-El momento que no se repite.

– La función única, que vio esa gente que vino y que me dejó ese minuto siguiente, siempre es particular. Más aún, después de comulgar juntos en un hecho artístico. Además, creo que el arte es la posibilidad más cercana que tenemos de poder acercarnos a una revelación momentánea. Ahí es donde más cerca puede estar uno de lo más verdadero. Si uno se abre y deja que el pecho y la cabeza estén abiertos… La propuesta de este espectáculo es apuntar al lugar de la percepción y no de la cabeza. Lo que nosotros sabemos, nuestra sabiduría latente, es la que vamos a poner en funcionamiento. Muchos filósofos creen -no solo yo sino gente de la espiritualidad-, que no debe regir la cabeza.

-Dejar de lado la racionalidad…

-El budismo también habla de la búsqueda de la percepción y del ser en tanto adaptación. Que no esté regido por los preconceptos, por los prejuicios y todos los pre que hacen que “lo hago, no lo hago, especulo, voy, vengo”. Postula una posibilidad de libertad y aceptación de la transformación permanente. Saber que estamos y que tenemos que estar atentos a la tradición y a la traición, a lo que fue y a lo que es. Solo tenemos esto, que es la única realidad que hay. Después vemos como nos unimos a ésta con los pasos hacia adelante. Tiene que ver con lo que nos viene y con las rupturas de lo que nos viene de atrás y lo de adelante.

– El año pasado hiciste “La mesita de luz” y ahora estás con “Alma inmoral”, dos propuestas intimistas. ¿Esto implica un cambio tuyo a nivel artístico?

– No creo eso. Lo que pasa es que me fue bien con el género de la telenovela y uno carga con esto. “La extraña dama”, por ejemplo, era un conflicto moral y ético. Esta mujer tiene que elegir, siendo ella católica, muy creyente en Dios y monja, entre salvar su alma o no (según ella cree) en virtud de la posibilidad amorosa de su hija. Renunciar a su propio bien, que sería el cielo, para darle a su hija el bien que se merece. El campo entre lo profano y lo sagrado fue lo que me permitió hablar de estas cosas y por eso, pasó lo que pasó con “La extraña dama”. Hablaba de esas cosas que nos pasan a todos. ¿Dónde está la verdad? Que es otra de las grandes preguntas que nos hacemos ahora. No hay una única verdad.

-Hay que desactivar todo fundamentalismo o verdad absoluta.

-….y tener distintas miradas sobre diferentes hechos. Los judíos estudian la Torah de a dos, en disidencia porque solo así se puede estudiar. Siempre se dice, dos judíos, tres opiniones. Eso es lo más rico que tomo del judaísmo para este espectáculo. Lo más interesante es esa mirada que trasciende la religión, con un tinte más humanista. No importa la religión que tengas. Se relaciona con la la integración o el encontrar a tu propio dios. Puede ser que el otro también lo tenga pero, en el fondo, hay uno que es el que nos une a todos. Somos parte de la totalidad de la Naturaleza. Además, de ser dioses porque estamos a imagen y semejanza de Dios pero esto desde el punto más humilde de la palabra. En tanto, creadores, tenemos que elegir. ¿Qué hago? ¿Me quedo acá? ¿Me lleno de guita y me quedo cómodo o busco otros lugares hacia la comunión?.Por eso, no creo que sea un camino nuevo sino que siempre me importó eso. Es la posibilidad de encontrarse uno. ¿Viste lo que dicen que no hay peor soledad que la ausencia de uno mismo? Ahí le pega a la gente porque a todos nos pasa.

– Te imagino, observando las caritas de los espectadores, mientras miran con los ojos bien abiertos…

– Si. Ahí veo, cuando les digo sobre el que cambia radicalmente de empleo. La gente escucha y está muy atenta a lo que le ofrezco que es, simplemente, una forma de mirada diferente. A partir de la experiencia sensorial y teatral, se van llenas de un sentimiento diferente y con una posibilidad nueva de reflexión.

– La gente te espera a la salida del teatro. ¿Qué te dicen?

– Agradecen mucho lo cual me da una cosa de mucho respeto. Me pasa un poco esto ya que agradezco que vengan a compartir este viaje. Este espectáculo tiene la forma y el contenido que, hoy en día, mejor me expresa. No es fácil encontrar algo que cuadre con ese momento de la vida de uno. Tiene todo para mi. Arriba del escenario hacer todo eso, con un gran despliegue físico que me compromete emocional, física y psíquicamente.

– Además, en un unipersonal, con todo lo que esto implica…

– Si. Un unipersonal  que no habla solamente de cosas cotidianas sino también de lo sagrado en lo cotidiano. Nuestro ser frente a la vida y a la muerte. Ésto es una de las características de esta puesta, que se refiere a la cotidianidad. Igualmente, apunta a otro lugar porque, al revalorizar la vida desde otra mirada y comprendes otras cosas, (¿quién sos? ¿Qué hacés acá? ¿Qué tenemos que hacer?) se resignifica, también, a la muerte.

– Te hago una de las últimas. Si por esta cortina entrase la pequeña Luisa Kuliok que hacía sus primeras participaciones en las telenovelas, ¿que le dirías?

– Ahhhhh, (risas). Le diría que confíe. Me emocionaste con esta pregunta. Cuando todos somos chicos tenemos sueños. A veces la vida colabora con ellos y otras veces, no. En mi caso, soy muy agradecida porque colaboró con los que tenía, pero también he trabajado mucho al respecto. La vida fue generosa pero ha visto a una perra luchadora, con momentos más sencillos y otros no tanto. Le diría que confíe; que ese es el camino. Es lo que todavía me dice la Luisita que tengo dentro, que a los cinco años se empezó a conectar con las poesías a través de mi mami. También tomar conciencia de que es muy poquito el tiempo que estamos aquí, en la tierra. Es mejor que hagamos buen tránsito, para que dejemos a nuestros hijos y a nuestros nietos (no solo los carnales sino a quienes nos van a seguir en este lugar), algo un poquito mejor.

– ¿Como era esa Luisita? ¿Muy diferente a la de ahora?

– La verdad es que uno puede lo que está esencialmente dentro de uno. En algún momento, va creciendo el arbolito y tiene posibilidades de ir para un lado o para el otro. Pero creo que esa Luisita habita en un lugar muy mío permanentemente. Me veo, me recuerdo de chica, soñando, jugando con libros y montando obras de teatro con mis primos con las sillas. Estudié teatro de chica, como un juego pero con una enorme disciplina. El crear mundos imaginarios habita en mi. Por eso, hago “La mesita de luz”, una provocación a esa maravilla que es leer. Creo en la posibilidad de la distancia de la parábola, la imaginación, la poesía y el arte. Si uno se deja penetrar, vuelve diferente a la vida. Nos pasa que lo hacemos desde un escenario, desde un cuadro, una música y le pasa a la gente que comparte ese momento.

– La última, ¿Cuando pasan las telenovelas con Arnaldo André, ¿qué sentís?

– No las pasan mucho…

– Pero algunos fragmentos, en recordatorios…

– Siento alegría. Fui muy felíz haciendo esas historias con mis compañeros. No lo hubiese podido hacer si no era de esa forma y con esa efectividad. Menos aún, transmitir eso, si no hubiera creído o tenido fe en esa manera de narrar que es el melodrama. Un género que se refleja en “Anna Karenina” o “La dama de las camelias”. Tuve mucha suerte de hacer grandes historias. como cuando hacía de madre adoptiva de Laport y defendía los derechos de los indios, con una composición de una mujer más grande. Ha sido un lindo juego y estoy muy agradecida por el vínculo que se ha creado con el público, a través de la televisión. Ahora, a toda esa gente que me ha visto sentadita en su casa, tengo un mundo maravilloso para ofrecerles pero desde otro lugar.

Alma Inmoral. Teatro Payró. San Martín 766. Viernes y sábado, 21 hs; domingo, 20.30 hs

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