Libro: “La Organización Negra” de Malala González.

En los últimos años, la década del 80 se ha convertido en un punto de referencia para estudios políticos, sociales y culturales. Dentro de este último ítem, hubo publicaciones de música y teatro pero (siempre hay un “pero”) faltaba algo con respecto a La Organización Negra (LON).

Malala González, reconocida actriz e investigadora, encaró la ardua –y hermosa- tarea de realizar un estudio excelente sobre un combo tan misteriosos como venerado. Justamente el origen de LON fue su tesis doctoral en Historia y Teorías de las Artes (Facultad de Filosofía y Letras –UBA-).

La minuciosidad de González con la que encaró el proyecto es tan destacable como digna de admiración. El recorrido realizado, abarca distintas etapas del grupo que va más allá de la cronología de los hechos. Desde el momento en que se alude a LON como “performances urbanas entre la vanguardia y el espectáculo”, se inicia un camino atrapante. Lo será para aquél que fue coetáneo al grupo como quien supo leer de las actividades que realizó en su momento y trascendieron el tiempo. La precisión de aquella definición es la que se acerca más a lo que, en realidad, era.

Al día de hoy, sigue siendo muy difícil definir a LON (¿acaso habría que hacerlo?). Es menester recordar que aparece con un discurso absolutamente contestatario y opuesto al optimismo que atravesaba a la primavera alfonsinista. Mientras todos decían que estaba todo bien, ellos sostenían todo lo contrario. Sus ámbitos de pertenencia y de acción eran variados. Intervenir y tomar la calle a través de las más diversas formas. Jóvenes que vomitaban en perfecta sintonía, frente a la mirada atónita de los automovilistas. Será el shock provocado en los espectadores una de sus características más relevanates.

La ruptura con las formas de percepción del arte, el rechazo a pertenecer a un espacio determinado dentro del campo teatral y el respeto a la tradición dramatúrgica fueron algunos estandartes que esbozaron. Esto no les impedía cerrar el año en Cemento junto con Sumo. Al respecto cabe preguntarse si LON no estaba más cerca del rock que del propio teatro, del cual habían salido.

Las variadas etapas de LON son abordadas con precisión quirúrgica por los reportajes realizados como por la investigación llevada a cabo. Cada página invita a sumergirse tanto en LON como en esos años 80 idealizados. Ojo, lo será a través del prisma de un colectivo cultural que miraba con desconfianza la alegría imperante. No creían en ese contexto al tiempo que su mirada política –no partidaria- hacía hincapié en la heterogeneidad del universo urbano que habitan. Pero siempre fue a través de formas complejas que iban más allá del impacto del golpe de primera vista. Eso se aprecia en “El vomitazo”, el salvataje del “Chanchazo” o “La procesión”

La segunda etapa en la vida de LON tiene los hitos de dos performances interventoras de dos edificios públicos. Son “UORC” y “La tirolesa” realizadas en la Facultad de Ingeniería (UBA) y el Centro Cultural Ciudad de Buenos Aires (actual Centro Cultural Recoleta). La intervención del espacio público estaba en línea directa con lo que venían trabajando pero ahora atravesado por el carácter institucional de los edificios. Era otra forma de “shockear” y desconcertar. Era “poner el cuerpo y el bocho en acción” en pos de la forma en que encaraban su arte y su relación con su contexto. Tampoco estaban exentos de sufrir las consecuencias de los cambios políticos de la época. En un punto fueron visionarios con respecto a lo que vendría a posteriori con el menemismo.

Por otra parte, y es un aspecto a tomar en consideración es el análisis que se hace de “lo” público como “el” público. En esta segunda etapa entran a jugar categorías como “lo colectivo/común”, “lo visible/manifiesto” y “lo accesible” para todos, que terminan determinando al tan mentado “público”.

LON fue (y es) mito y leyenda. Sus intervenciones al Obelisco o en Recoleta siguen siendo recordadas. Más aún cuando forman parte de los eventos más importantes de la época llevándolos al exterior del país. Pero siempre habrá alguien que podrá recordar a esos “que vomitaban” o aparecían en medio de Cemento, con “una locura terrible”. Nuevas formas de creación de sentido surgían de la búsqueda constante y un espíritu que no dudaba de lanzarse a la experimentación. Por eso es que LON vive no solo en su investigación del hecho artístico sino en las actividades paralelas del grupo y su contexto.

Para finalizar, es ineludible hacer la mención de un pasado no pisado y recordado así como de un presente que mira para atrás, buscando lo que no puede encontrar en la actualidad. En esas aguas, transita el legado de LON. Va y viene en el tiempo. Como esas mareas que traen lo ocurrido con un brillo que reluce aún más en los tiempos actuales y modernos de cierta chatura creativa.

Con una edición cuidada, “La Organización Negra” es un libro de lectura obligatoria. Desmenuza con detalle lo que fue (y es) una referencia de la cultura de los años 80, cuya influencia se mantiene al día de hoy.

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