Naomi Osaka: Una centennial marca tendencia en el mundo del tenis.

Netflix continúa con su ciclo de documentales relacionados al deporte, con biografías por demás interesantes. Habíamos recomendado aquél que se enfocó en la vida de Mardy Fish y su derrotero en el que las expectativas puestas en su carrera fueron demasiado para soportar. En este caso le toca el turno a Naomi Osaka, ex número uno del tenis femenino, que abre su mundo –hasta ahí- para dar cuenta del por qué se ha convertido en una referente en tanto su grado de influencia en la sociedad. 


Hija de padre haitiano y madre japonesa, Osaka fue la primera jugadora de origen asiático en encabezar el ranking y ganar cuatro torneos de Grand Slam (Abierto de Estados Unidos 2018 y 2020 y de Australia 2019 y 2021). De esta manera, se convirtió en una figura icónica de la juventud del continente al romper con estereotipos de variada índole.
Pero Osaka no es solo una deportista que vive solo para su actividad. Por el contrario, tiene otro tipo de inquietudes que van más allá del court. Es decir, tiene opiniones formadas sobre diversos temas al tiempo que forma parte de una generación que busca su propio destino con todo lo que esto implica.
Desde este lugar, Netflix hace un recorrido por la vida de la jugadora nipona por demás abarcativo siendo bastante ascético respecto a cargar las tintas sobre algunos hechos puntuales. El recorrido intercala sus momentos deportivos con los personales en los que se hace hincapié en que es “una chica que juega al tenis”. Ni más ni menos, que no es para nada poco, vale decir. La gran cuestión es como se para ella frente al cúmulo de responsabilidades que se le exigen sin su permiso. El ingreso al maquiavélico mundo de los medios y la demanda de satisfacer una etiqueta que nunca pidió mientras lidia con sus propios fantasmas, llamados ansiedad y depresión.
 
No faltará el cascote que ponga un juicio de valor al respecto sin tener en cuenta el paso de los años y la manera en que han cambiado las relaciones en general. Más aún, en este 2022, tras sortear una pandemia que cambió la forma de vivir a nivel mundial.
Osaka modela y diseña ropa sin dejar de lado aquello que le dio reconocimiento internacional, pero no duda de bajarse de la picadora de carne social con su “desplante” en Roland Garros. Tuvo la osadía de decir que no se presentaría en las conferencias de prensa por cuestiones de «salud mental», recibiendo como apoyo a su pedido, una multa de 15.000 dólares. El fucking show debe continuar. Igualmente, fue el hecho que llamó la atención respecto al aspecto humano y psicológico de los jugadores y la presión a la que eran sometidos.

A todo esto, es menester recordar que el mundo cibernético actual de redes borró de un plumazo el hermetismo en el que se amparaban algunos protagonistas. Se perdió el aura de misterio que tenían como marca de fábrica frente al público. Es ese “ojo blindado” mediático que –dice- representa al colectivo denominado gente con la impunidad que esto implica. El que se mete en todos lados como si fuera una obligación aceptar mansamente sus caprichos y delirios para alimentar la matrix del consumo. Cuando aparecen personajes como Osaka, un viento de libertad y compromiso aparece en el marco de un conglomerado de deportistas pasteurizados, obedientes cumplidores de órdenes y que, cuando no lo hacen, terminan siendo una desilusión absoluta. Tal fue el caso del “antivacunas” Novak Djokovic que, además de ser número 1 del mundo en hombres, también es médico y biólogo por sus comentarios llenos de sabiduría respecto al covid…
 
Tampoco puede dejarse de lado el hecho de que Osaka sea mitad negra y mitad asiática lo cual desentona con lo requerido por el establishment. Ya antes las hermanas Williams le pusieron color y pimienta al mundo de un deporte que desborda corrección. Por tal motivo, ver a Osaka participando de las marchas por el asesinato de George Floyd es por demás destacable.
De más está decir que la forma de compromiso ha cambiado con el tiempo en su manera de manifestarse. Lejos de la personalidad arrolladora de íconos como Muhammad Ali o Diego Maradona, Naomi Osaka refleja una nueva forma de destacarse en una disciplina determinada y convertirse en ejemplo –a su pesar- para las nuevas generaciones. Quizás sea esto lo mejor de su legado más allá de sus logros deportivos. Su «Todos me conocen por lo que hago pero ¿quién soy más allá de una buena jugadora de tenis?» es fuerte en tanto el debate que plantea respecto a influencias y crianzas, siempre atravesadas por la coyuntura mediática. 
 
Con tres capítulos bien desarrollados en tanto expone sus múltiples facetas junto con la historia de su familia, “Naomi Osaka” es un punto a destacar en la programación de Netflix. No solo es la crónica reveladora sobre una centennial -que es una tenista excelente- sino que muestra tanto sus fortalezas como debilidades. Las mismas que tenemos todos y todas. De ahí que su figura sea tan importante, algo que, en un mundo de redes sociales en los que se desborda una ficticia y sensibloide felicidad, no está tan aceptado por más que sea algo propio al ser humano.



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