El dilema de las capacidades
Con María De Pablo Pardo, Laura Accetta, Esteban Astorga, Sebastián Bauzá, Nicolás Braun, Mariano Castromassa, Lucía Di Bello, Matías Durini, Nicolás Esperanza, Nuria Frederick, Pablo Gagliano, Alejandra González, Ricardo Levy, Corina Mangino, Florencia Nocetti, Ezequiel Paredes, Santiago Rapela, Alejandra Sabatella, Laura Samyn, Yanina Spinetta, Dolores Zonca. Vestuario y Escenografía: Nadia Casaux. Iluminación: Miguel Kot. Sonido: Sonia Balza. Asistente de producción: Ezequiel Paredes. Asistencia de dirección: Sonia Balza y Miguel Kot. Dirección: Luis Agustoni
Teatro El Ojo. Perón 2115. Sábado, 20 hs.
¿Qué pasa cuando un derecho entorpece un deber? Más aún, cuando enarbolando la unión familiar, se busca un beneficio a costa de perjudicar a uno de los miembros de la misma. Liliana es una chica con alguna disminución en su capacidad mental aunque puede perfectamente desenvolverse en el mundo de hoy. No obstante, la familia, con la madre a la cabeza, buscan declararla como “incapacitada mental” para hacerse con la herencia del padre recientemente fallecido. Por eso, Liliana acude a un abogado que la ayudará con su reclamo de igualdad.
Aquí, entran a plantearse una serie de temas a considerar y debatir. Primeramente, lo que es ser “capacitado” o “incapacitado” que nos lleva directamente a la construcción de la figura de “normal” y “apto para vivir en la sociedad”. Liliana debe probar que es “apta” y “normal” para ser aceptada dentro de una sociedad “anormal” en tanto discriminadora. Otro punto es la tan mentada frase de los Benvenuto, “lo primero es la familia”. ¿Y si esa familia es la que primero te quiere robar en pos de su egoísmo? Porque como buena comunidad judeo-cristiana, la culpa es la bandera que se enarbola para que las ovejas descarriadas y “anormales”, vuelvan al caríz de la normalidad que, casualmente o no, favorece a “la familia”. Claro, a la persona en cuestión, Liliana o como se llame, que la parta un rayo.
La búsqueda de la dignidad y del respeto que encara el personaje de Liliana es tan noble como justa. Más aún con la excelente actuación de María de Pablo Pardo, que no cae en excesos en su personaje, sino que lo dota de humanidad, sin caer en sentimentalismos o moralejas edulcoradas hollywoodenses. Liliana va y lucha contra todos, dando una lección sobre el reconocimiento de sus derechos.
Con una dramaturgia seria, que no cae en golpes bajos y que cuenta con momentos de humor y mucha ironía, “Claveles rojos” pone el dedo en la llaga en la tan mentada “igualdad de derechos”, la inimputabilidad de la institución “familia” y lo que es ser “anormal” en una sociedad donde lo “normal” es robar, discriminar y herir a los seres humanos.