La Fundación (Teatro)

La familia argentina 

Dramaturgia: Susana Torres Molina. Con Estela Garelli, Carlos Kaspar, Florencia Naftulewicz y Emiliano Diaz. Vestuario y escenografía: Cecilia Zuvialde. Diseño de luces: Ricardo Sica. Fotografía: Camila Levy-Daniel. Asistencia de dirección: Marina Kryzczuk. Dirección: Héctor Levy-Daniel. 

Nün Teatro Bar. Juan Ramirez de Velasco 419. Viernes, 21 hs.


Allá lejos y hace tiempo, las Viudas e Hijas de Roque Enroll  cantaban “Pero igual hay algo primordial que es defender y amar/nuestra familia argentina/Preservar la fe y la moral/rezar y promover parejas bien constituidas”. Esto era en 1986 y estaba en línea directa con cierto sentir nacional con respecto a la institución más sagrada de la sociedad. Más aún con los axiomas con los que más de una generación se crió -impuestos por la Dictadura en el inconsciente colectivo- y la búsqueda de los bebes nacidos en cautiverio, a través de la labor de las Abuelas de Plaza de Mayo.

El excelente texto pergeñado por Susana Torres Molina se ubicará en pleno período del terror, con el deseo de Marta y Pedro por ser padres pero sin resultados positivos. Por tal motivo, acuden a una “fundación” que les puede brindar lo que ellos tanto desean. Pero llegarán ahí, tras pasar una serie de pruebas como ser su respeto a rajatabla de las costumbres argentinas y católicas, sin ningún tipo de intromisión de ningún tipo. De una “pureza” intachable.
A partir de ese momento, se desencadena una catarata de cruces con diversas ideas que atravesaron –y atraviesan- a la sociedad argentina con el hincapié realizado en las palabras y la creación de sentido a través de las mismas. Todo lo que se dice resulta perturbadoramente familiar. El cuidadoso tratamiento del lenguaje utilizado permite saltar de la contundencia de las ideas expresadas por Amelia, la secretaria del establecimiento y el Doctor Palacios, uno de los abogados encargados del mismo, a las dudas de Marta con respecto al “origen” de los bebes que brindan en adopción, pasando por la negación constante de Pedro por poner algún tipo de objeción al tan mentado objetivo de ser padres.
Torres Molina juega con las palabras y el sentido de las mismas en relación directa con toda aquella crianza que se ha tenido a través del tiempo y debe resignificarse por el devenir histórico. Además, cada frase es como una trampa al inconsciente colectivo ya que dispara automáticamente el “esto ya lo escuché”, “me lo dijeron”, logrando un impacto de magnitud en cada uno de los espectadores. Ni hablar de todo aquello que no se ve en la puesta. Esa amiga Inés “que tiene ideas raras”, las diferencias con todo aquello que no es “como uno” –judíos, comunistas, etc-, forman parte de ese universo de ideas creado, que se mantiene, de alguna manera, a través del tiempo.
Otro punto a tener en cuenta es la concepción de “mercancía” que se le otorga a una vida. Padres como “propietarios”, con el solo propósito de llevar a cabo los designios de un designio funesto.

Por su parte, la dirección de Héctor Levy-Daniel es excelentemente precisa en cada uno de los requerimientos del texto al que dota de un dinamismo tan atrapante como armónico. Todo se desenvuelve con naturalidad a pesar de un desarrollo aciago de los acontecimientos. La forma en que crea esa aura de ascetismo de la Fundación que coopta mentes y cuerpos de las más diversas maneras, es elocuente.
El vestuario y la escenografía son fundamentales para la concepción de ese ambiente ominoso, de fría resolución de los “problemas” que tenía un número de selecto de parejas para ser padres.

El elenco es parte fundamental para llevar a buen puerto lo planteado por la dupla STM-HLD. Florencia Naftulewicz y Emiliano Diaz conforman esa pareja que busca satisfacer su deseo más profundo e íntimo pero con diferencias en la concreción del mismo. Los orígenes y vivencias de cada uno son puestos sobre la mesa en fuerte contrapunto. Pero será la pareja la que tenga una gran actuación en tanto capta la esencia de lo requerido por el texto y la dirección. Esa Marta que muta su inocencia inicial en correr el velo de una realidad que es demasiado fuerte para su comprensión, sin poner en duda todo su mundo. En cambio, Diaz dará vida a un Pedro que sigue las reglas que le impone su pertenencia a un ámbito castrense –llega a la Fundación por recomendación de su tío-. También vive un proceso como el de su esposa pero irá hacia otras latitudes –o no- en su comprensión de los acontecimientos. Estela Garelli vuelve a demostrar su capacidad actoral con su Amalia, un personaje difícil en tanto el discurso que representa y lleva adelante con el convencimiento de un apóstol. Otro tanto ocurre con Carlos Kaspar y su abogado encargado de preservar los valores de la tan mentada institución.

Se apagarán las luces y el aplauso no surge inmediatamente. Serán esos segundos que se tardan en volver a una realidad que atravesada por muchos de los axiomas vistos sobre tablas. Por más que se quiera reinstaurar ideas nefastas/negacionistas desde altas esferas de poder, hubo una Dictadura que llevó adelante un plan macabro de exterminio y desaparición que incluía el robo de bebes.

Tras este momento, un aplauso sostenido coronará un momento de teatro excelso en el que no solo se dio cuenta de una historia excelentemente pergeñada sino que será de esas obras en las que uno quiere salir para ir a debatir y charlar con el acompañante de turno, o contársela a alguien. Esa sensación movilizadora dentro de cada uno tiene un solo nombre: teatro. Puro, simple y mágico…teatro. 

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