Actores argentinos reciben un premio a su locura *

En Argentina hay una antigua tradición que llega a nuestros días que vincula al arte, la salud mental y la locura. Eduardo Pavlovsky, Vicente Zito Lema y Jorge Bonino son algunos de sus exponentes.

Pavlovsky fue un psiquiatra arrepentido que encontró en el teatro y el psicodrama el perdón, la catarsis y la redención cultural. Fue Pavlovsky quien  expresó con contundencia la relación entre locura y creatividad: “No se puede jugar a medias. Si se juega, se juega a fondo, para jugar hay que apasionarse, para apasionarse hay que salir del mundo de lo concreto, salir del mundo de lo concreto es incursionar en el mundo de la locura, del mundo de la locura hay que aprender a entrar y salir, sin meterse en la locura no hay creatividad, sin creatividad uno se burocratiza, se torna hombre concreto, repite palabras de otro.”

Zito Lema es un escritor y dramaturgo que ha dedicado su obra a la defensa del delirio y la subversión. Bonino fue un actor que renovó el lenguaje actoral en el mundo hasta que fue detenido por el poder psiquiátrico y suicidado por la sociedad cordobesa en el manicomio Oliva.


El 21 de noviembre de 2016 se entregaron los “Premios Luisa Vehil” y la noticia que queremos destacar es la mención especial que recibió el colectivo «Barquitos de papel», por su obra «Psssikiatry» y su trabajo para la inclusión de minorías emergentes. Me animo a decir que es la primera vez en la historia que se reconoce a las personas locas como una minoría emergente. Debe ser la primera vez que se reconoce públicamente a la locura como una identidad, y no como una patología, enfermedad o trastorno.

Felicitamos a “Barquitos de papel” y esperamos que sean la primera de muchas manifestaciones estéticas de esta minoría emergente. Soñamos con una cultura de la locura, así como vemos crecer día a día las expresiones estéticas de una cultura villera. El premio nos trae alegría, pero al mismo tiempo nos obliga a plantear una discusión, que expresa desde el campo del teatro las tensiones entre cuerdos y locos.

El periodista especializado en teatro y música Daniel Gaguine entregó el premio que recibieron el  coordinador del elenco Valerio Cocco y el actor Álvaro Murias. El jurado y la organización de los premios Luisa Vehil, han dado seguramente sin saberlo un paso enorme para la historia de la cultura. El hecho es comparable con el reconocimiento público que ganó Harvey Milk, como representante de una minoría homosexual en la década del 60. Recordemos que recién en 1973 se retira a la homosexualidad como enfermedad del DSM II en Estados Unidos.


Sin embargo el caso de la compañía “Barquitos de papel” no cuenta con un representante de la estatura de Harvey Milk, porque las notas periodísticas las da el psicólogo italiano Valerio Cocco, quien está al mando de la compañía. Valerio Cocco desliza una generalidad que pretende borrar del campo de la cultura a artistas como Artaud, Allan Poe y Van Gogh, al decir que “todos los artistas admiten que la locura es otra cara de algo más complejo donde no se puede separar al cuerdo del loco”. En realidad, los artistas suelen separar al cuerdo del loco, para defender la identidad del loco, quien es simplemente invisibilizado por la industria cultural. Van Gogh y Artaud  escribieron sobre esa antinomia. El premio que recibe la compañía “Barquitos de papel”, contradice la concepción neuro-normativa de Cocco sobre la locura, al reconocer a los actores de “Barquitos de papel” como representantes culturales de una minoría emergente. Las actitudes neuro-normativas son aquellas aprendidas en la cultura que pretenden mantener el orden establecido por los neuróticos que tienen el poder en todas las esferas sociales. Actitudes que buscan que todos seamos normales.


“No son cuerpos normales y los movimientos son diferentes” expresa sobre sus actores y asegura que “No hay loco. Hay otra cosa”. Sin saberlo y sin mala intención Cocco reproduce la cultura neuro-normativa, o sea la “psiquiatrización de la conducta y el discurso” al hablar en nombre de sus actores y etiquetarlos al asegurar “no son cuerpos normales”. Cocco es un psicólogo mas y está atrapado en el discurso neuro-normativo. Vivimos en una cultura donde las reglas son impuestas por el sentido común y la neurosis. Estamos gobernados por neuróticos que se atribuyen el derecho a decidir qué cuerpos son anormales y que movimientos son diferentes. Esto no es más que una expresión del miedo pánico que sienten los neuróticos a la libertad. Y han sido los neuróticos quienes han inventado el capitalismo para tratar de dominar su miedo y pánico a la vida. Los neuróticos son quienes organizan el mercado y quienes no pueden vivir sus vidas por la enorme culpa que sienten por el solo hecho de existir.


Cocco ocupa desde la psicología el rol del director teatral y desde allí coloniza el discurso, la conducta y los cuerpos de sus actores, con supuestas buenas intenciones terapéuticas. Con el uso de técnicas psicológicas hace lo mismo que los psiquiatras con los psicofármacos: controlar el discurso, la conducta y la estética de sus pacientes.

Valerio se atribuye el derecho de confesar públicamente intimidades de los actores alimentando sabiéndolo o no, el morbo que él dice querer combatir. Expresa sobre una actriz de su compañía: “Laura, al principio, tenía muchísima dificultad para entrarle al personaje. Nos clavamos mucho en la primera escena por las limitaciones que tiene en su crecimiento personal e interior. Antes de su primer episodio psicótico, ella tenía un peso normal pero con los psicofármacos, engordó. A raíz de eso, empezó a tener problemas con las articulaciones por el sobrepeso.” Es inevitable sentir pudor frente a estas declaraciones que se vuelven -por parte de Cocco- una obscenidad y un atropello a la intimidad de Laura. Parecería ser que en tiempos de redes sociales el teatro no está a salvo de entregar la intimidad al control social a Google y sus secuaces. Pero el problema en este caso particular se corresponde con la generalidad en la que los psicólogos creen saber de lo que están hablando cuando en realidad siempre ignoran su objeto de estudio. Los psicólogos quieren definir la locura como psicosis y vienen fracasando dramáticamente. Los manicomios representan el fracaso contundente de la psicología, la medicina, la sociedad y la cultura.


¿Acaso el desafío para el director de los actores de “Barquitos de papel” luego de haber ventilado impúdicamente tantas intimidades, sea pedirles a sus actores que dejen de usar drogas psiquiátricas? Sabemos que las drogas psiquiátricas son el enemigo más poderoso del actor, dado que estás controlan las emociones. Un actor que usa drogas psiquiátricas no tiene el mismo acceso a sus emociones que un actor que no las toma.  Tiene menos acceso al material emocional de su trabajo. Todas las estéticas buscan que la emoción en escena sea verdadera, sea cual sea la forma en que esta se exprese. La verdad emocional es transversal a las estéticas teatrales. En este sentido reprimir las emociones usando drogas psiquiátricas, implica ocultar la verdad. Es más fácil dirigir actores que usan drogas, que dirigir actores que no las usan.

Sin embargo, lo que queremos destacar en esta oportunidad es el movimiento cultural de un grupo de actores, que han sido reconocidos y elegidos en la cultura Argentina como representantes de una minoría emergente. Los aplaudimos de pie. Las personas locas paso a paso y muy lentamente se van constituyendo como una minoría emergente. Empiezan a visualizarse de a poco su discurso, y en el caso de la compañía artística “Barquitos de papel” han sido reconocidos por su obra teatral y su trabajo por la inclusión.

Sin embargo, los grandes medios de comunicación se resisten a reconocer a las personas locas como actores. Hernán Firpo (Clarin) definió el trabajo del elenco de “Psssikiatry” como “No-actores para una no-obra que podría encajar perfectamente en la trama del biodrama”. Firpo, al igual que Cocco, niega al actor, su locura y su obra. Una vez más el poder mediático quiere negar a las personas locas como una minoría social. Las personas locas son una minoría que al menos en Argentina, empieza a empoderarse con acciones, obras y discursos que cuestionan y subvierten el poder de los normales y los neuróticos.

Por el momento nos llamamos a silencio para no hacer lo que todas las personas normales y neuróticas siempre hacen: Imponer etiquetas, drogas psiquiátricas y hablar en nombre de las personas locas.


Alan Robinson. Director teatral.



*El Caleidoscopio de Lucy publicó el ensayo escrito por Alan Robinson con motivo de la premiación del colectivo “Barquitos de Papel”.

Es deseo de este espacio fomentar el intercambio y el debate de ideas así como brindar el  correspondiente derecho a réplica en caso de ser solicitado.

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