¿Una obra basada en textos de Raymond Carver, profunda, poética, de gran nivel y con comida incluída? Si, señores. Adrián Canale pergeñó “Parte de este mundo”, una de las mejores obras del año en Puerta Roja y le cuenta al ECDL, todos los pormenores de la puesta asi como sus opiniones del teatro independiente, el ego, los medios y el llevar adelante una sala de teatro.
-Adrián, ¿cómo surge “Parte de este mundo”?
– Surge como un deseo de trabajar con el material de Raymond Carver, con los cuentos y los poemas. Ya había hecho dos espectáculos antes, con una estructura más convencional, teatralmente hablando, como “Parece algo muy simple” –del cuento “Parece una tontería”- y “Hablar de amor”, sobre de que hablamos cuando hablamos de amor. Tenía ganas de trabajar con la poesía de Carver que es su parte menos conocida asi. Como acercar los cuentos, con su mundo tan cotidiano y personajes tan ahí, del límite del fracaso, la tristeza, el recuperar algo que se ha perdido. Me pareció adecuado armar una mesa donde circulara la comida, la bebida y que el público se pudiera sentar ahí pero sin asustar a la gente por el hecho de que no tenga que participar. Muchas veces, la gente tiene ese miedo. Era mancomunar a todos en una mesa y que las situaciones surgieran de la misma mesa, como si fueran las mesas de Año Nuevo, Navidad. La idea principal era el deseo de trabajar un material literario muy bello, transparente y profundo, con una puesta que lo englobe y lo narre desde la misma concepción estética.
– ¿Te costó mucho elegir los textos?
– Y si, viste que Carver tiene muchísima cantidad de material. Lo primero que hicimos fue seleccionar de dieciséis cuentos, que eran los que mas nos gustaban y más adecuados para interpretar. Después fuimos descartando. Teníamos que evaluarlos. Íbamos a trabajar con seis actores, con gente con la que había trabajado antes, el grupo H3O y el colectivo Puerta Roja. Teníamos que elegir tres varones y tres mujeres y ver como repartíamos ese material. Al final, nos quedamos con ocho. En la obra, que dura hora y cuarto, que tiene esa estructura particular de improvisación, ellos saben la estructura del cuento que van a narrar pero no en el orden en el que van a salir. Dentro de esa estructura, y en la hora y cuarto, entran seis cuentos. Antes de cada función decidimos que cuento va. Por ahí sale uno, entra otro o salen los dos. Ellos van resignando, durante la representación, la cantidad de poemas. Los actores saben tres poemas cada uno pero por ahí, narran uno únicamente. Entonces, hay todo el tiempo un juego de improvisación constante con el otro y de estar presente en la escena, que está buenísimo y que genera una comunión viva todo el tiempo. El público sabe que algo va a pasar pero no en que momento va a surgir y eso le paso a los actores también.
– ¿Se puede decir que tiene “personajes” la obra?
– Es medio raro. Diría que si, hay personajes no en la forma convencional que sale desde la composición física o desde elementos de vestuario –el cual hay, con algún que otro cambio- pero son muy sutiles. Lo que hay es una idea de narración. No una narración oral, como la que hacen los cuenta-cuentos sino desde un lugar que el personaje fuese apareciendo desde que se comienza a narrar el cuento. O el personaje surge “sumado a”, se suma algo de vestuario muy pequeñito, de detalle + lo que se narra, que ayuda a entender al espectador lo que se narra + una pequeña acción que se pueda hacer. No está apoyado en la composición. Igual, te das cuenta que tal personaje aparece en tal cuento. Lo vivencias pero no necesariamente muy marcado.
– ¿Dónde apareció el tema de la disposición en cruz de la mesa, la comida, la bebida?
– Mira, fueron los ensayos más placenteros de nuestras vidas. Comprábamos, en especial si lo hacíamos a la noche el ensayo –al mediodía no tomabamos vinito-, una picadita, nos sentábamos a charlar, a conversar entre nosotros de bueyes perdidos y empezaban a aparecer los cuentos. A partir de ahí –ya con la idea que íbamos a hacer esta “comida general”-, surgió que era adecuado en relación al espíritu que tienen los personajes carveanos. Los ensayos y la puesta misma se fueron dando desde la comunión que nosotros mismos habíamos generado. Eramos ocho personas, contando a la asistente, que nos juntábamos a ensayar que era sentarnos a una mesa a comer. A partir de esa charla, uno empezaba a contar el poema o el cuento que tuviese. Tratábamos de mantener siempre esa estructura de ensayos para reproducirla en la puesta en escena. Asi se fue generando el material. Empezamos a escuchar que música había en esa puesta en escena. Ver como se podía generar eso con treinta personas, que sería el público. Primero lo generamos nosotros. Esa génesis fue muy interesante, porque podíamos estar relajados en la idea de que podíamos estar conversando lo más tranquilo y de pronto, contar un relato, como si le hubiese pasado a cada uno. Después decir un poema relajadamente, en la mesa, mientras tomás algo.
-¿Y la repercusión del público? O la interacción, que alguna persona del público le hable a alguno de los actores…
– Eso lo estuvimos manejando con mucha sutileza. Tratamos de no invadir al público. Le preguntamos una cosita chiquitita para que de pie a un cuento. En un momento, Tian empieza un cuento referido a un llamado telefónico y le pregunta al público, “vos me llamaste hoy?”. Al decir que no, sigue con el cuento. No se invade al público. Nosotros tratamos que el público este todo el tiempo acompañando, pero no hacerlo intervenir. La repercusión es siempre muy interesante. Nos ha ido muy bien con lo que nos pasa con la gente. Que la gente este ahí, que pueda pararse e ir a buscar una botella de vino, cosa que le cuesta a la gente moverse del espacio, por la sensación de interrumpir. A veces me quedo a ver la función y me paro a ver si alguien me sigue. Eso genera que la gente pueda ir a buscar la comida, que está en la otra punta de la mesa. La repercusión siempre fue muy buena, muy limpia. El público se siente atravesado por los cuentos ya que son muy personales. Que te puede pasar a vos, a mi o a cualquiera. Con respecto a la intervención de la gente, ha pasado que haga algún comentario. No suele suceder mucho salvo en una función aislada. Una vez nos tocó una persona que hablaba mucho pero de los cuentos. Decía “si, es cierto” o “mirá lo que pasó”. Hacia comentarios sobre algo pero siempre fue muy sutil. También hay que entender que es un material muy vivo el cual vamos aprendiendo todo el tiempo. Qué conviene hacer? Por ejemplo, una cosa que pedimos, a partir de los mails que mandamos, es que si la gente tiene ganas, se quede a hacer sobremesa. Es genial ver al final de la obra, la mesa con la gente charlando con los actores. Ese momento en que termina la cena y no te querés ir porque la estas pasando bien cualquiera sea la hora. Lo que pasa con el público es muy interesante y para nosotros es una experiencia muy fuerte porque los tenemos ahí, al lado. Lo interpelamos de una manera muy sutil.
Intermedio: Caemos a Puerta Roja una tarde de sol y nos recibe Adrián Canale, el cráneo creativo de uno de los teatros más emblemáticos del barrio de Almagro. Ver Puerta Roja en un día que no es de función, tiene su aura particular. Canale habla con voz baja pero firme. Cuenta que Puerta Roja va por su décima temporada y se abre al diálogo. Hombre de principios firmes, tiene una idea muy clara de lo que quiere del teatro, lo cual le brinda una identidad única
-Te sorprendió la repercusión que tuvo la obra en la prensa? Se que sos medio desconfiado…
– Si, soy desconfiado de la repercusión de la prensa. Creo varias cosas. La repercusión fue muy buena. Creo que salvo dos o tres comentarios que fueron muy ajustados a lo que pasa con el espectáculo, en general han visto la superficie de lo que pasa. “Que interesante, una comidita y ves un espectáculo”. Aca pasa otra cosa, más profunda y conmovedora, de estar comiendo y tomando, pero que es eso que te pasa mientras estas tomando o comiendo. Y lo que sucede con lo que estás pasando y como te comunicas, hay algo ahí que la prensa no ha terminado de ver con profundidad. Salvo dos o tres críticas que han sido muy interesantes lo que han mirado aunque la verdad, no me interesa mucho que pongan cuatro deditos, cinco estrellitas. No me interesa mucho eso sino que están mirando. Es verdad que algunos no han podido ver eso porque no les ha interesado. Inclusive ha pasado lo contrario y no relaciona al respecto. “Para que está la mesa?”. Pero las criticas han sido muy buenas pero siempre me quedo con esa sensación de que aquél que leyó y le gusta Carver –que lo puede olfatear, lo puede entender-, ahí las críticas han sido más interesantes. Hubo notas que salieron en radio, con gente que está interesada en el material carveriano. De todas maneras, siempre agradezco las notas. Lo que más me interesa es que la gente la recomiende y venga en grupo, que está pasando mucho. Traen amigotas, una botella de vino y se pasa un lindo rato, escuchando poemas y cuentos. Todo dicho de una manera sutil. Asi que me parece interesante, con respecto a lo que decís de la prensa, que saben que vienen a ver tal cosa, con un material basado en tal cosa. También esta bueno que un crítico se sorprenda pero tampoco está mal que haya leído un cuento de Carver. Que pueda entrarle con otra profunidad al material. Pero igual, contento con la repercusión.
–¿Se podría asociar esta repercusión al de otras obras como “Remedios para calmar el dolor” y “Descentradas”?
– Con respecto a la repercusión, hubo algunas que fueron unos…fenómenos inexplicables para mi. El más fuerte fue el de “Remedios para calmar el dolor” con esto de que se hacía en el jardín y que tenía algo de acontecimiento puro. Era atractivo y poético venir a ver esa puesta en el jardín. Con “Descentradas” pasó desde otro lugar, con una obra más convencional, mas estructurada. Ese fue uno de los fenómenos más inentendible. A mi me gustaba porque fue muy particular. Duró bastante tiempo, ganó premios y me llamaba más la atención. Como creador, estoy más atravesado por materiales como “Parte de este mundo” o “Remedios”. Son materiales que me atraen más porque, poéticamente, se pueden generar imágenes nuevas. “Descentradas” fue un fenómeno de gente, que anduvo muy bien pero es un material del cual estoy más distante. Me gusta mucho la dramaturgia de los años 20 y 30, con Discepolo. “Amanda y Eduardo” también anduvo bien dentro de esta línea, aunque no llegó a lo que fue “Descentradas”. Me gusta mucho esa dramaturgia argentina de los años 20 pero quizás, artísticamente, me genera más placer estos materiales. Con “Parte de este mundo” estoy muy agradecido y conmovido por este material. Lo seguiría haciendo toda la vida, en cualquier lado. Lo llevaría a una casa…donde sea…..
– ¿Y de gira?
– Me encantaría! Pero es difícil organizar eso ya que no tenemos un productor o alguien por el estilo. Podríamos ir a cualquier lado….un teatro a la italiana, no tanto pero en cualquier tipo de sala, de centro cultural, se podría hacer. Estoy muy agradecido y muy conmovido por todo lo que me da esta obra.
– ¿Hubo alguna obra que hiciste acá, en Puerta Roja, que te hayas quedado de desarrollar más?
– Y…por ahí, el teatro independiente es muy tramposo en algunas cosas. En los últimos años se está dando que los actores hacen mil cosas a la vez, como cuatro obras por fin de semana. Se van corriendo de un lado para otro. Entonces, en algunos casos ha pasado eso. Un actor se va y no puede seguir por lo que no se puede desarrollar algunos proyectos. “Hablar de amor”, otro de los textos de Carver, es un material que pienso que podría haber seguido. Tal vez, inclusive, “Remedios”, pero la verdad es que no me quedo muy pegado a eso. Casi todos los años estreno dos o tres espectáculos, uno acá y otro en Mar del Plata, no tengo esa fantasía. No me queda esa frustración. Lo que si pasa es que me quedo investigando con algunos actores que por ahí, tienen veinte mil cosas a la vez y cuesta profundizar un trabajo. A la vez, no soy de estar mucho tiempo con un material, ensayando. Más de un año, no. Me aburro, tengo ganas de sacarlo y también está en una génesis mia. No me quedo lamentando “uh, podríamos seguir un año más”. Ya está. Si no se hizo, se hace algo nuevo.
– ¿Cómo es llevar adelante un teatro como Puerta Roja?
– Mirá, en este momento, diría que se maneja sola. Empezó con un proyecto que teníamos con Marcelo Subiotto pero ahora Marcelo ya no está por lo que sigo yo solo con la sala, con la colaboración de mi mujer, Diana Rutkus, o de gente que viene a colaborar con la boletería. Es una sala que estoy manejando yo, y a los ponchazos. Se sostiene económicamente con los cursos que se dan aca y con las obras. Después, hacemos lo que podemos. Tenemos la suerte de no tener un alquiler muy alto. Para mi, sigue siendo un lugar de contención investigativa, de lugar donde puedo estrenar espectáculos donde en otro lado tendría que hacer cuatro funciones y me tendría que ir. Es un lugar para eso, principalmente, para trabajar mi material. Después, lo que es el manejo económico y de programación de la sala, me cuesta muchísimo porque no es lo mio y lo hago como puedo. Cuesta mucho y a la vez, es placentero. Es una contradicción que le debe pasar lo mismo a todos los que tienen una sala.
– ¿Qué surge primero en Adrián Canale, el dramaturgo o el director?
– El director, el dramaturgo casi no existe. Es un fantasma que crea la ilusión, como dice el tango. El dramaturgo trabaja con lo que el director le dice. Le cuenta lo que va pasando en la escena y el dramaturgo organiza el texto. Ni siquiera escribe. No soy dramaturgo. Pongo “dramaturgia” pero tendría que decir “dramaturgia escénica” porque me considero un organizador de material. Esto me gusta muchísimo porque me encanta trabajar con textos literarios. Las obras de teatro no me interesan tanto sino reescribirlas y manipularlas. No soy un dramaturgo en tanto me siento a escribir una obra de teatro. Tengo bastante pudor con respecto a lo que escribo de teatro. Lo que si hago es una dramaturgia escénica. El 80% de lo que hago es dirección. Todo lo que genero en el espacio para rescribir y acomodar la estructura dramática, surge de lo que hago como director y veo en escena. No escribo materiales propios. No soy escritor de teatro ni nada por el estilo.
-¿Actuar?
– Ya hace mucho que no lo hago. Soy excesivamente autocrítico y pudoroso con muchas cosas. Asi que, lo llevo a la mínima expresión. La última vez que actué fue un reemplazo en “Descentradas”, que hubo un problema con uno de los actores, en el 2008. Después, en el 2001, hacía algo de actuación cada tanto pero hace más de diez años que no actúo ni tengo la necesidad y el deseo. En este material de “Parte de este mundo”, cada tanto los actores me dicen o me surge a mi la necesidad de recitar un poema. Es tan hermoso el material, tan profundo, que me ataca el bichito pero no lo hago porque tengo una parte excesivamente censora en eso. Con el material de la dirección soy más descarado y no me importa tanto pero en la actuación me da mucho pudor. Capaz más adelante, cuando sea más viejito, a los sesenta pirulos, por ahí digo “no me importa nada y actuo”, pero ahora no.
– ¿Cómo son los cinco minutos después de terminar “Parte de este mundo”?
– Todo sufrimiento. Y aca me pasa que veo todo lo que pasa en escena. No es como ver todo detrás sino que estoy sentadito, comiendo y tomando. Tengo que disimular si algo no me gusta porque los actores me están mirando ahí al lado. Tengo que contenerme todo el tiempo. Los cinco minutos después son placenteros porque hacemos la sobremesa. Tenemos esa suerte de bajar un cambio de energía y relajarnos. Nos quedamos más tranquilos y analizamos un poco lo que pasa. Yo sufro los materiales. Se que está mal, que no hay que hacer eso y hay que disfrutarlos. Los primeros veinte minutos son una tortura, hasta que se arma, se cocina el material. La obra dura una hora y cuarto, son setenta y cinco minutos. Los primeros quince, veinte, es un padecimiento infernal. Después de la media hora, me puedo relajar y puedo entender algo de lo que yo mismo propuse, que es que el material se cocine en escena. Entonces me tengo que relajar con eso. Pero esto es algo que le debe pasar a todos los directores. Sufren de afuera porque ven las imperfecciones. Para cuando termina el espectáculo, ya estoy más relajado. La respuesta es que la disfruto al final, ya converso con la gente.
-La última, si por esta puerta, de Puerta Roja, entrase el Adrián Canale joven de los veintipico de años, con sus ilusiones, que le dirías?
– Que se hiciera menos problema por todo, que sufriera menos. Si, que no se preocupara tanto por la “profesión”, el “teatro” y la “carrera” y que hiciera lo que le de la gana. Al día de hoy hice lo que se me dio la gana, pero hubo mucho prejuicio en el medio. La profesión del actor, del director, es muy prejuiciosa, es muy tonta. Tiene mucha superficialidad. Esto que estamos haciendo ahora, la prensa es una gran superficialidad. Necesaria porque uno tiene que promocionar el espectáculo, la gente tiene que saber una obra. Te digo eso, los premios, la cosa de presentar una carpeta con un CV para que alguien te contrate. Es una carrera como muchas, que está llena de superficialidad y máscaras. Por eso odio las mascaritas del teatro, de la alegría y la tristeza. Cada vez que me regalan alguna, la tiro a la basura. Una cosa que le diría a ese joven es “olvídate del progreso en la profesión. Hace lo que tu deseo te lleve a hacer”. Ahora que tengo cuarenta y siete años, me doy cuenta que algo de eso hice pero que también perdí tiempo en mucha pelotudez y mucha tontería. En esperar el reconocimiento de algo que no tiene sentido esperar. Eso pienso y le diría eso. Y que no sufra más.
– ¿Y el ego?
– Es otra de las trampas de esta profesión. Una trampa muy grande. Cada vez lo veo más. Voy a ver espectáculos de gente amiga y los noto como que están pendientes todo el tiempo de “la mirada”. En el caso del actor, a veces tiene que hacer cosas que no le gusta porque tiene que comer. Se tiene que engañar que están buenas esas cosas para hacer. El ego está instalado de manera muy rara. Tiene que desaparecer el ego para que una cosa artística sea interesante. Hablo de mi y de los actores con los que trabajo. El reconocimiento del otro…es un tema clave. El ego debe desaparecer por completo para que un actor pueda hacer lo que un material poético le pide y llevarlo a su profundidad más grande. Ahí hay un tema. Esa es otra de las máscaras que te digo que tiene esta profesión. Todo el tiempo trato de pelear contra eso. Es una lucha que seguiré incansablemente, hasta que desaparezca de esta tierra.
“Parte de este mundo”. Puerta Roja. Lavalle 3636. A las 20 y 22.30 hs.