Debe ser una de las bandas con mayor riqueza en su discografía la banda encabezada por Federico Moura. Más aún, en este caso, en el que sería su salto a la masividad.
Si bien estuvo la banda asociada al pop reinante que, en su momento, era considerado “liviano”, no era tan así. Los prejuicios y cierta idea de “pureza” del ambiente rockero no terminaba de entender la propuesta de la banda platense a la cual se la criticaba por demás, a pesar de contar con dos discos de calidad en su haber.
Pero llegó el tan mentado tercer disco. Lanzado el 10 diciembre de 1983, el tercer disco de Virus iba a ser fundamental en su carrera. Fue ese que permite que una banda despegue definitivamente o se estanque. Algo que pasó con Soda Stereo (“Signos”), Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota (“Un baión para el ojo idiota”) y que, con Virus, no iba a ser la excepción.
En ese momento, la banda estaba compuesta por Federico Moura en voz y coros; Julio Moura en guitarras eléctricas y coros; Marcelo Moura en piano, sintetizadores y coros; Ricardo Serra en guitarra; Enrique Mugetti en bajo y Mario Serra en batería.
El disco fue grabado en los estudios Moebius y la producción artística de los hermanos Michel y Danny Peyronel les brindó un sonido más rockero al pop que era su marca de fábrica pero sin quitarle la esencia. Quique Mugetti afirma que “fue una buena experiencia que tuvimos junto con los hermanos Peyronel. En cuanto a producción, la tenían más clara que nosotros y sumaron un par de sonidos, teclados, etc”. (1)
El arte de tapa los mostraba ataviados de negro pero fuera de foco, como “borroneados”. No obstante, sabían muy bien lo que hacían.
Carlos Rodríguez Ares, productor de la banda para la época, recuerda que “analizamos con Federico y Julio el porqué del fracaso comercial de ‘Recrudece’ que interrumpió el despegue que había significado ‘Wadu wadu’. La idea inicial fue la de cambiar la imagen del grupo, ponerles camperas de cuero negra porque les gritaban ‘putos’ y les tiraban de todo. (…). Los convencí de grabar ‘Carolina’ apuntando a una propuesta más rockera”.(1)
Desde el primer tema, “Mi garage”, se va muy arriba en su ritmo, levantando la temperatura con una letra picaresca que, para ese 1983 era un tanto osada a pesar que algunos la cazaban y otros, no. “Dando vueltas todo el tiempo por mi garaje/Necesito una herramienta en especial/Hubo un cortocircuito en mi motor/Ni siquiera me funciona el encendedor/Hace tanto tiempo que estoy así/Dando vueltas sin parar”. El teclado adelante, compartiendo el protagonismo con la guitarra lo cual da cuenta que la mano viene diferente, que tiene la cereza del postre en el solo.
Con “El probador”, la picaresca da paso a una historia más hot. “Entró al probador/Y agarró la minifalda/Luego la calzó/Y después giró la espalda”. Al día de hoy, su comienzo tiene un ritmo que podría asociarse a Austin Powers pleno de teclados bien discotequeros para después permitir el ingreso de sendas guitarras rockeras.
El tema que da título al disco es, justamente la editorial del mismo. Ese comienzo fuerte, con la voz de Federico diciendo “Hay que salir del agujero interior” es la declaración de principios de la banda. Las guitarras bien marcadas con una letra que, hoy en día, tiene una resignificación poderosa. Ese “Poner el cuerpo y el bocho en acción” que llama a no estancarse ni a atrasar años, se mezcla con una libertad sin prejuicios (“Jugar con la imaginación/Sin tener que pedir perdón”), para disfrutar plenamente (“A la vida hay que hacerle el amor/Sin drama como por invasión”).
En “Ellos nos han separado”, la pluma de Federico Moura y Roberto Jacoby se posa sobre la tragedia de Jorge, el hermano mayor de la familia Moura. El 8 de marzo de 1977, un grupo de tareas de la dictadura lo secuestró en la casa de sus padres en City Bell, cerca de La Plata, encontrándose desaparecido al día de hoy. Un tema alegre y bailable que abre con un deseo (“Hermano, quiero apretarte la mano) y una certeza(“sabemos, que ellos nos han separado”) para pasar a la esperanza de un próximo encuentro (“Tenés que estar en algún lugar/que pronto vamos a encontrar”). Ese futuro de luz (“Porque la noche tiene final/la vida vuelve siempre a cantar”) que será imposible en tanto haya una ausencia de por medio (“Para poder cantar, bailar/para poder amar, gozar/para poder reír, llorar/tengo que estar con vos de nuevo/porque eso es lo que yo quiero”). El final termina con un fade de sentimientos encontrados frente a la dicotomía entre la letra y la música lo cual cala aún más profundo al respecto.
Aquí es necesario recordar que Virus no participó del Festival de la Solidaridad de 1982 en el marco de la Guerra de Malvinas –otra banda invitada que rechazó la invitación fue Los Violadores- pedir por la paz así como recolectar alimentos y abrigo para los soldados argentinos que estaban en las islas. El motivo de la negativa es más que obvio.
El melodrama casi irónico de “¿Que hago en Manila?” está excelentemente ubicado para bajar el ritmo pero no la intensidad. Una canción que, si no fuera realizada por Virus, sería una telenovela de poco más de cuatro minutos y medio aunque plena de sensualidad y lirismo. Este tema tiene una historia detrás que cuenta Rodríguez Ares. “Daniel Ripoll me presentó al productor Jorge Alvarez que vivía en Madrid, para ver si se podía editar el álbum en España. Me llevé una copia del master y después de escucharlo completo, me dijo ‘Qué bien que canta ese pibe! Pero acá no va a funcionar. El tema que me gusta es este –Que hago yo en Manila?-. Gastate unos mangos y lo produzco con onda reggae y músicos de acá, cantado por Federico. Esto generó encono entre ellos pero, finalmente, quedó una buena versión aunque prefiero la original”.(1)
“Buenos Aires smog” es ese tránsito pesimista en una Buenos Aires que no ofrece mucho. Una letra cuasi punk sin futuro a la vista y un presente urgente (“A vivir todo ya/cómo me gusta/a vivir todo ya/nada me asusta”), con un protagonista que deambula (“como un cansado ratón/deambulo la ciudad.”) en medio de una contaminación que se adelanta en el tiempo a lo que será un flagelo. (“No respires, no/el smogde esta sucia Buenos Aires.”). Algo que también se percibe en “Autocontrol” (“Me gusta caminar, llegar a un lugar/¿A donde?/Cambiar mi dirección, según mi intención/¿Ah, si?”) para después girar hacia un encuntro.
“Carolina” invita a bailar al ritmo de las andanzas de la princesa Carolina de Mónaco mientras que “Mundo enano” es un lindo palo a quienes hacen la misma canción a través del tiempo, sin cambiar una coma, en nombre de la “autenticidad” (“Cantando las mismas canciones/que cuentan las mismas verdades/oyendo las mismas palabras/que acaban en el mismo compás”). No dudan en calificar a esta situación (“ya no tiene sentido/nos atan a un mundo enano”) al tiempo que piden un cambio urgente (“Saquen el tapón, por favor/quiero algo mejor desde hoy”). Una letra que planta bandera respecto de su constante búsqueda artística, que va más allá de “ser los mismos de siempre” para embarcarse en riesgos creativos diversos.
El cierre llega con “Los sueños de Dracula”, de los temas más elaborados del disco. Un sueño perfectamente descripto, que desnuda aquello que se oculta (“Ahora entiendo que están en mi cabeza/que yo las puedo ahuyentar de una vez/que son mis miedos, y no los de afuera/los que conspiran haciéndome vivir lejos de mí”). El silencio tenso frente a lo acontecido (“No había códigos que respetar/nada tenía que justificar/no había imbecilidad”) y el refugio que se encuentra frente a esta situación (“Fui a muchas partes sin caminar/sentí mi cuerpo resucitar/todo era muy musical”).
Julio Moura recuerda que “La energía de Virus brotaba de las cosas vividas frente a un sistema que te mataba, que no dejaba lugar para que te expresaras. Nosotros nuca tuvimos la intención de romper con nada o de cambiarle la cara al rock sino que todo apuntaba a intentar expresarnos a nuestro modo frente a esa patética realidad de represión que vivíamos. Quizás, ir en contra de lo establecido o buscar incesantemente a partir de nuestra creatividad, era lo que en aquél entonces se conocía como ‘moderno’. Como todo movimiento artístico que influye en cuestiones sociales, parte de ese inicio divertido de Virus tenía que ver con inyectar energía. En nuestros primeros afiches podía leerse ‘Punk, rock latino y new wave’. ¡Teníamos tanta acumulación de data!“ (1)
El éxito les extendió la mano. “En los dos primeros meses, pasamos de cuatro mil a treinta y seis mil copias vendidas. Este álbum lo presentamos en el Teatro Astros” (1) recuerda Rodríguez Ares.
A continuación, la lista de temas y el detalle de la duración y composición de las canciones.
1-“En mi garage”. Música: Julio Moura. Letra: Federico Moura y Julio Moura. 2.56 mins
2- “El probador”. Música: Julio Moura. Letra: Federico Moura. 3.16 mins
3- “Hay que salir del agujero interior”. Música: Federico Moura. Letra: Federico Moura y Roberto Jacoby. 3.03 mins.
4- “¿Qué hago en Manila?”. Música: Julio Moura. Letra: Julio Moura y Federico Moura. 4.43 mins.
5- “Ellos nos han separado”. Música: Federico Moura. Letra: Federico Moura y Roberto Jacoby. 4.38 mins.
6- “Juegos postergados”. Música: Federico Moura, Mario Serra y Ricardo Serra. Letra: Federico Moura. 2.51 mins.
7- “Buenos Aires Smog”. Música: Julio Moura. Letra: Roberto Jacoby y Federico Moura. 3.14 mins.
8- “Carolina”. Letra y música: Ramón Alpuente. 2.10 mins
9- “Mundo enano”. Música: Julio Moura. Letra: Roberto Jacoby. 2.52 mins.
10- “Autocontrol (Na na na)”. Música: Julio Moura. Letra: Federico Moura. 2.41 mins.
11- “Los sueños de Drácula”. Música: Ricardo Serra y Julio Moura. Letra: Federico Moura. 5.33 mins.
12- “¿Qué hago en Manila? (versión pop española)”. Música: Julio Moura. Letra: Julio Moura y Federico Moura. 3.42 mins.
“Agujero interior” es un gran disco, de fuerte búsqueda estética por parte de la banda que hizo de la modernidad y la ruptura de paradigmas una bandera. Algo que se agradece y valor mucho aunque, en su momento, no haya sido considerado de la forma que se merecía. Alta paradoja la del rock que surgió para romper esquemas y termina siendo buchón de todo aquél que se corre un poco de la línea invocando una “autenticidad” que es un ancla que impide la creatividad.
Ahora, en tiempos de coronavirus y cuarentena, pongamos bien fuerte el sonido y disfrutemos de un disco excelente de una banda única de nuestro rock argentino.
Aquí “Agujero interior” completo (Se recomienda ponerlo a alto volumen)
(1)Testimonios que forman parte del libro #50AñosRock -Lado A-, de Dente-Gaguine-Recis