Disco: «Bridges to Babylon» de The Rolling Stones

Este es un disco que merece revisitarse al día de hoy, tratando, en lo posible, sin ningún tipo de fanatismo condicionante al respecto. Todo esto, dicho con el mayor de los respetos, al colectivo denominado «público», sobre todo, al oriundo de Argentina. 

Hagamos un poco de historia. El 29 de septiembre sale “Bridges to Babylon”, el vigésimo primer disco de la banda capitaneada por Jagger y Richards. Los Stones querían renovar un poco su sonido pero sin perder su identidad. Ahí empiezan las tensiones entre los dos popes de la banda. Como es obvio, Mick quería llevar a la banda a los años 90 mientras que el amor por el rock de Keith era tan fuerte como siempre (al igual que su desprecio por la tecnología). Por ese motivo es que cuenta con tantos productores. Además de la usual presencia de Don Was y los Glimmer Twins (seudónimos de Jagger y Richards), son parte del proyecto los Dust Brothers, Rob Fraboni, Babyface y Danny Saber. El sonido del disco es acorde a los años 90 en que se lanza. La batería de Charlie Watts se la escucha fuerte y clara aunque quizás, no haya sido necesario tocar justo el sonido de quien es uno de los bateristas más precisos de la historia (En “Already over me” y “Gunface” es más que apreciable). Después habrá loops y demás efectos que se colarán en los temas.

El disco divide aguas entre los fans que no terminan de entender hacia donde querían ir los Stones quedando en el medio de dos corrientes. El corte fue “Anybody seen my baby”, contaba con su video protagonizado por la incipiente estrella Angelina Jolie, corriendo por las calles de Nueva York. El groove del bajo antecede a la voz de Jagger, con la guitarra de Richards ubicándose detrás de la producción y sus capas de sonido. La autoría de la canción se comparte con K.D.Lang porque la canción sonaba parecida a “Constant craving”, de la reconocida cantante canadiense. Para evitar líos, se la notifica y se la hace partícipe de los créditos de la canción.

El álbum abre con “Flip the switch”, lindo tema pero sin la potencia de otros comienzos como en “Steel Wheels” (“Sad, sad, sad”) y “Voodoo Lounge” (“Love is strong”). A esto hay que sumarle el que sería el «primo lindo y moderno» de “Hold back”, tema que data del malogrado “Dirty work”, de los peores trabajos de la banda. En cambio, “Saint of me” le devuelve la sonrisa al fan promedio de los Stones con sus fuertes arreglos de guitarra al igual que “Low down”.

“Already over me” y “Always suffering” retoman el ritmo de las baladas propias del Jagger solista que del cantante de los Stones. Justamente aqui es donde se aprecian las diferencias mencionadas.

Con “You don’t have to mean it”, un reggae más que animado, Keith deja atrás el mal recuerdo del extenso “Words of wonder” de su disco solista “Main ofender”. Será en “Bridges to Babylon” donde Keith meta más temas como primera voz. Serán tres bajo su particularísima voz. El mencionado reggae, “Thief in the night” y “How can I stop”.

En el que -quizás- es el tema mejor arreglado del disco y punto intermedio entre las dos posiciones de la banda, suena “Out of control”. Viene de abajo, con un importante groove en su sonido para terminar en una explosión rítmica que finaliza con la armónica de Jagger llevando adelante la canción.

Todo lo dicho en el segundo párrafo se concentra en “Might as Well Get Juiced”. El tema, al día de hoy, 2022, suena muy bien e inclusive, le brinda un poco de aire fresco a la banda. Esta misma canción, que en su momento fue incomprendida, el paso del tiempo le brinda una segunda chance para su reivindicación. La producción sale por los parlantes y uno se imagina el trabajo de Jagger con los productores asi como el desprecio de Richards. Aquí surge la paradoja que atraviesa a muchos artistas si hay que seguir haciendo “más de lo mismo” con beneplácito asegurado del fan de siempre o debe seguir corriendo los riesgos propios de sus inquietudes.

Ahí es donde la pregunta se torna malvada y apunta hacia a todos lados, sobre todo a los fans. En el caso de la banda, se funde la idea de “autencidad” con el hacer siempre el mismo disco. Todo esto, dicho tras haber visto más de una vez a los Stones en River y la recepción de la gente a sus shows. En 1998, los Stones tocaron temas de antaño («Little Queenie» y «I just wanna make love to you»). Esto fue en el centro del campo, en un escenario pequeño. Ahí, no se escuchaba el «agite rolinga» sino el de los verdaderos fans de la banda, que eran neta minoría. 

Jagger cierra su performance en el disco con “Too tight”, un tema rápido que vuelve a despertar una sonrisa. El final es 100% Richards con ese tipo de canciones que le cuadran perfectamente en las que musita la letra entre los acordes de guitarra. Personalmente, no me lo imagino a Jagger participando de estos temas. Más aún que suenan muy similares a la atmósfera de otros que han sido parte de los discos solistas de Keith. “Thief in the night” y “How can I stop” cierran un disco en el que los Stones buscaron salir de cierto corset que tuvieron (auto-impuesto? Impuesto por los fans?) a lo largo de los años.

A 25 años de su edición, “Bridges to Babylon” vuelve a escucharse con oídos renovados y otras ideas al respecto. Parece que el tiempo revitalizó a un disco que, en estas tierras, se los tomó como «una excusa más» para que vengan los Stones nuevamente. El sonido y su atmósfera ganaron respeto por el paso del tiempo. Como si este le hubiese dado la razón a estas nuevas búsquedas sonoras, sin dejar de ser quienes son. 

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