Celina Rozenwurcel: Teatro en un taller mecánico

Es la creadora de “Mecánicas”, uno de los sucesos teatrales del año pero es más que eso. Con varios títulos en su haber como dramaturga y directora, Celina Rozenwurcel le cuenta a ECDL como es hacer una puesta en un taller mecánico al tiempo que se hace un rato para mirar hacia atrás y encarar con grandes perspectivas el futuro.

– Celina, ¿cómo surge «Mecánicas»?

– Mecánicas surgió en el 2010 a partir de la idea de Lucía Caleta, Daniela Faiella, Mijal Katzowicz, María Soledad Manes y mía de hacer una obra que transcurriera en un taller mecánico de chicas. En esa primera instancia trabajamos a partir de improvisaciones para encontrar el universo y empezar a darle forma al texto. El proyecto grupal no prosperó pero yo seguí escribiendo la obra con el asesoramiento dramatúrgico de Walter Jakob. A fines del 2011 nos juntamos con Federico Buso con la intención de montar la obra. El elenco se conformó por Mariana Cavilli en el rol de Susana, Laila Duschatzky en el rol de Perla, Marcela Peidro como Iris y yo como Rola. El proceso de ensayos empezó en el 2012 y se desarrolló en varias etapas: análisis del texto, investigación del mundo a trabajar (visitas a talleres mecánicos, manuales técnicos de mecánica, etc.), composición de los personajes, relación con los objetos y materiales a manipular y, finalmente, la posibilidad de ensayar en distintos lugares. De esa manera llegamos a conocer el taller mecánico en el que actualmente se hace la obra y en cual ensayamos durante un año.


– ¿La dramaturgia siempre fue pensada para un taller mecánico? Digo…..¿podría  haber tenido otro contexto?

– Podría haber tenido otro contexto…pero cuando empezamos a ensayar en el taller mecánico se generó la idea, cada vez más firme, de hacer la obra ahí mismo. Esa idea respondió a la necesidad concreta de contar la historia en un espacio físico dado e incuestionable que colaborara para crear el verosímil y que, al mismo tiempo, permitiera liberar al texto y a las actuaciones de la responsabilidad de narrar el espacio.


– ¿Cómo fue la forma en que accedieron al taller donde se hace la obra?

– Gracias a un conocido en común que tenían Federico Buso y Gastón, el dueño del taller. Lo más grosso fue la generosidad con la que Gastón nos brindó su espacio de trabajo. Nos habilitó, literalmente, un mundo. El taller funciona de lunes a viernes. Están los autos que entran en la semana. A veces llegábamos a ensayar y todavía no había cerrado entonces nos poníamos a chusmear los autos que estaban arreglando. Hacíamos todo tipo de preguntas. Desde «¿cómo se llama esta llave?», hasta «¿cómo se arregla un carburador?», ¿»se arregla o hay que comprar uno nuevo»? Eso nos dio la posibilidad de conocer el mundo desde adentro. Entender la lógica, las formas. Incluso Gastón leyó el texto y me corrigió varias cuestiones técnicas.


– ¿Te costó mucho la conformación del elenco? ¿Estuvieron ensayando mucho tiempo?

– El elenco lo armamos entre Fede y yo. Por suerte las actrices que habíamos pensado se coparon de una. Ya el primer encuentro, cuando leímos la obra, fue espectacular lo que pasó. Los textos le quedaban perfectos a cada una y la onda que se armó en el grupo fue instantánea. Ensayamos más o menos un año y medio. Fue un proceso largo que tuvo, como todos los procesos, sus idas y vueltas. Por eso también fue tan importante la aparición del taller. Teníamos algo entre manos que todavía no había encontrado su lugar y no se trataba de pensar en qué sala queríamos estrenar. Faltaba una pieza más para que todo terminara de encastrar y la obra pudiera potenciarse y eso sucedió gracias al taller.


– ¿La idea de actuar fue la que hizo que dejes el rol de la dirección en Federico Buso?

– Sí, tenía muchas ganas de actuar pero no quería involucrarme en todos los roles de la obra porque sabía que alguno iba a flaquear. A la vez, Fede tenía muchas ganas de dirigir y por suerte el texto le gustó y se copó con que yo quisiera hacer uno de los personajes. Así que estuvimos de acuerdo.

– ¿Cómo fue tomado el hecho de que sean cuatro chicas interactuando en un taller mecánico, por parte de la gente? ¿Se sorprende? ¿Hubo alguna cuestión «machista» -por llamarlo de alguna manera- al hecho del taller mecánico?

– Nunca nos pasó que a alguien le resultara «raro» o «poco creíble» que sean todas mujeres porque el texto no se hace cargo de eso. Todo lo contrario. La obra no trata la temática de género. El taller está manejado por mujeres y eso está dado. Es, en todo caso, el catalizador para contar la historia que queremos contar, pero no la historia en sí misma. Obviamente las lecturas que se pueden hacer son múltiples y no tenemos la intención de indicarle a ningún espectador qué es lo que tiene que ver. Me parece que eso está bueno en una obra de teatro. Cuando todos los elementos están bien ensamblados y uno como espectador puede ver el todo y, a la vez, desmenuzar y encontrar cosas que te gustan. Pero que esas cosas no estén remarcadas u opinadas desde la obra.


– ¿Por qué elegiste a Rola para interpretar?

– Porque tengo cara de pendeja y parezco buenita…


– ¿Te sentis más dramaturga, directora o actríz?

– Si tengo que elegir: dramaturga y actriz. Pero porque son los terrenos en donde tengo más experiencia. La dirección me gusta mucho y tengo ganas de seguir dirigiendo y probando cosas. Sobre todo porque cuando escribo lo hago pensando también en cómo dirigir eso que estoy escribiendo.


– ¿Qué te inspira a escribir al día de hoy?

– Hoy, literalmente, las relaciones amorosas, el amor, los encuentros y desencuentros, la dificultad de las personas por encontrarse a sí mismas, las frustraciones cotidianas… Mañana no sé! En general se me arma una situación que me gusta en la cabeza y eso es el disparador para empezar a contar una historia que se va nutriendo.


– ¿A quienes tenes como referentes del teatro?

– Mis referentes son más bien cinematográficos y literarios. En general me gustan los autores que cuentan historias sin ser pretenciosos, sin especular. Con un lenguaje personal y genuino. Me gusta mucho el cine clásico, el policial, Howard Hawks, Hitchcock, Billy Wilder. Otros que me gustan son Paul Verhoeven, kathryn bigelow. Me gusta la comedia norteamericana: Rob Reiner, Nora Ephron, Judd Apattow, Greg Mottola. En literatura me gusta Ross Macdonald, Raymond Chandler. Stephen King es mi preferido. Dentro del teatro, me gustan mucho Rafael Spregelburd, Javier Daulte. Ovbiamente Andrea Garrote con quien me formé. Walter Jakob con quien comparto muchísimo el criterio estético y que me asesoró en la escritura tanto de «Mecanicas» como en «El sueño del tonto» y la lista sigue y sigue.


– Al día de hoy, ¿cómo recordas «El sueño del tonto»?

– Como la mejor primera experiencia que pude haber tenido. Monté la obra que me había imaginado, como me la había imaginado y con un elenco hermoso de actores muy buenos.


– Si Celina Rozenwurcel no era dramaturga, ¿que sería? ¿Qué otra vocación tenías de niña?

– Siempre me gustó mucho la música. Mi viejo es músico y en mi familia hay muchos músicos. Me crié con pianos, consolas, guitarras y cables. Pero las veces que empecé a estudiar algún instrumento, dejé porque me aburría. Supongo que me hubiera gustado tener un talento natural para algo pero bueno, no se dio y me dediqué al teatro.


– Si por la puerta del taller de la calle Darregueyra entrase la Celina que recién empezaba a escribir y a interesarse por el teatro, ¿qué le dirías?

– Que pase, vea, que se asuste si quiere pero que se la banque porque vale la pena.


“Mecánicas”. Domingos, 17 y 19 hs.  Reservas: mecanicasteatro@gmail.com

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