Jorge Acebo: “No me puedo imaginar la vida sin teatro”.

Con su obra “Cuando el tiempo está después”, Jorge Acebo abre la puerta a los conflictos de una familia no muy normal al tiempo que se da el gusto de criticar a la manipulación que hacen los medios de los hechos que se suceden. Acebo abre su mundo a ECDL analizando no solo su obra sino también su propia carrera y que sería de su vida si no fuera por el teatro.


– ¿Cómo surge la idea de «Cuando el tiempo está después»? Contame sobre el proceso de la obra.
– Desde hacía años que tenía muchas ganas de escribir una historia de una familia que encerraba a un niño en un sótano y lo criaba en cautiverio. Aproximadamente unos doce años. Pero sinceramente, nunca la idea se convertía en síntesis argumental, como para poder escribir la obra. Solo estaba ella sola en la mente y daba paso a otros textos que sí se desarrollaban y nacían. Igualmente, nunca perdió la fuerza de voluntad… Jajaja… El que lee pensará que los autores estamos medios locos, pero cierto es que los textos son como hijos… Continuando con el relato, te cuento que estudié letras y uno de los textos que más me apasionó siempre de los clásicos de la literatura teatral fue “La vida es sueño”. Me parece un texto impecable. Pero nunca había cruzado las informaciones. Una noche concurrí a ver una puesta de este clásico y algo se despertó. Concurrí a verla dos veces más y ya ahí no pude parar. Sabía que me fascinaba el clásico, pero no tenía ganas de dirigirlo, quería hacer otra cosa. Igualmente empecé a leer los estudios preliminares, bibliografía de Calderón e, incluso,  la obra misma varias veces, sin saber muy bien en qué iba a desencadenar. Quería contar esa historia, pero de una manera actual, que no distancie tanto al espectador. Luego comenzaron a aparecer los casos reales que iba investigando. Personas que eran criadas en cautiverio en diversos países del mundo. Me metí en esas situaciones y con esas vidas. Más tarde, una heladera que dejaba de funcionar fue el primer disparador de imágenes y sensaciones. Eso dio lugar al contexto donde ocurre “Cuando el tiempo está después”. Luego comenzaron a aparecer lugares, situaciones, miserias y lentamente comenzó el proceso de escritura propiamente dicho, el cual, me llevó a limitarme a explicar las imágenes que se aparecían en mi mente y a escribir una historia de cinco personajes víctimas de situaciones, que no pueden dejar de ser culpables. Aprendí a quererlos, a no juzgarlos y a dejarlos hablar. Así fluyó el texto.

– La obra refleja ese «no quiero mostrar» que tienen muchas familias…¿no?
– Deja en evidencia las cosas que se ocultan, creo yo. Específicamente en este tipo de situaciones en particular, cada vez que lamentablemente aparecen casos de cautiverio en algún lugar del mundo y escuchamos los escalofriantes sucesos que relatan la vida de esa gente, uno tiende a pensar que no puede entender la clase de ser bestial que hay que ser para cometer semejante hecho aberrante a otro. Eso es lo que sucede en este espectáculo. El espectador se sienta frente a seres que tienen una persona encerrada en cautiverio en una casa y ve el día a día que se cuenta en esta historia con la naturalización del horror incluida. Por eso digo que va más allá de lo que no se quiere mostrar, sino que es lo que se oculta.

– El dibujo de las características de los padres tiene muchos matices. ¿Querías que sus propias características se aprecien pero sin mostrarlas de manera directa?
– Es que ambos seres tienen mucho mundo dentro suyo. Eso es lo que los diferencia de los personajes más jóvenes, que si bien están igual de conflictuados y están inmersos en las mismas situaciones que vivencian los adultos, lo que les falta es el mundo que transitaron los padres debido a la edad que los diferencia. Si bien los personajes jóvenes sorprenden constantemente y no se sabe con qué van a salir, los adultos son más impredecibles, porque tienen muchas más cosas vividas y guardadas; y realmente es imposible saber qué va a suceder con ellos a lo largo de la historia. Eso es lo que me gusta de estos personajes, porque hace que los actores (al vivenciar los personajes), estén como en una “montaña rusa” constante, prestando los sentimientos a estos seres, que transitan muchos estados en apenas diferencias de minutos. Me resultaba muy tentador como director lograr esto y creo que también fue un gran desafío para los actores.

– La tensión latente que atraviesa la obra, ¿fue idea del principio o surgió con el devenir de la escritura y los ensayos?
– No soy de modificar los textos. La dramaturgia ya nació como un texto tenso. La crueldad de la historia deja jugar libremente con la tensión. Este no saber qué va a pasar en el instante siguiente, pero saber que seguramente no va a ser bueno, es miserablemente tensionante. Cuando me encontré con Jorge Diez por primera vez para hablar del texto (el actor que hace el personaje de Basilio, el padre), me dijo que lo que lo había atrapado era que la escritura era similar a un guión de cine, repleto de imágenes. Y si bien la obra es un trabajo bien de texto, creo que a todos nos transmite una esencia de imagen, es decir, es una obra que remite imágenes constantemente. No por nada, los actores que convoqué, también devienen de una vasta trayectoria en el mundo del audiovisual. Igual, si bien los cinco son apasionadamente teatrales, sus carreras los han vinculado mucho al mundo audiovisual. Y esta historia de tensiones juega con un desarrollo como de película, para contar el entramado de esta historia teatral.

– En la parte final, hay una fuerte crítica a la mala información de los medios. ¿Cómo surge esto?
– De la realidad misma. De una opinión personal respecto de la manipulación que ejercen los medios con la información. En la obra, el espectador sabe que lo que dicen los medios respecto de esta historia no es así, porque lo vivieron junto con los personajes. Y de esta manera se deja entrever cuántas veces vemos y juzgamos con los “ojos” de los medios, sin saber realmente qué fue lo que sucedió. Es un juego. Una forma de provocar al espectador, que me gusta que suceda en los instantes finales de la obra, porque provoca una reacción especial en lo que siente. Lo conmueve de otra manera. Saber que te están mintiendo y no poder hacer nada siempre es algo que revoluciona, que conmueve. Y dramatúrgicamente me interesaba jugar con eso.

– El final es apasionante y sorprendente pero…..¿se te había ocurrido otro final al respecto?
– Sinceramente, no. Creo que es una obra que transita la miserabilidad y la injusticia. No quiero develar mucho el final, pero creo que termina como tiene que terminar y como el público no piensa ni se imagina. Eso me gusta. El final genera una especie de bronca “bonus track”, que hace que la gente salga movilizada. Me interesa eso.

– ¿Qué te dice el público cuando termina la obra?
– Que es muy fuerte y movilizante. Que no te deja con la misma “inocencia” con la que entraste a la sala. Luego, mucha gente me habla de la labor preciosa de mis compañeros, de lo impecable de sus trabajos (reflexión con la que coincido absolutamente). Luego, otros me hablan de algo que los hizo conectarse con alguna situación o algún personaje. Y, por último, algunos más apasionados con la literatura, se animan a hablar de los puntos de encuentro que el trabajo tiene con el texto de Calderón. Y me encanta cuando sucede, porque me divierto escuchando, recordando los momentos de investigación y de escritura y, además, aprendo, porque por supuesto, la gente sigue agregando cosas, detalles de lo que ve del trabajo… El público siempre completa la obra, por supuesto.

– ¿Te sorprendió la repercusión de la obra?
– Antes decía que una obra es como un hijo. Y uno para un hijo siempre espera y desea lo mejor. Todo el equipo de trabajo funciona movido por el gusto y la pasión que nos genera este espectáculo. Intentamos que se transmita. Es muy buena la química que hay en el equipo arriba y abajo del escenario y eso, indefectiblemente, llega a la esencia de la obra. Todos teníamos mucha ilusión puesta en que la obra funcionara, gustara…  y trabajamos con mucha tenacidad, seriedad y respeto. La repercusión vino después y fue como un mimo… Una satisfacción muy bonita.

– ¿Cuando surgió tu pasión por el teatro?
– Desde chico. Desde siempre, creo. Mi madre me llevaba al teatro y yo alucinaba con ese mundo mágico. Con esas vidas que uno podía vivir sin abandonar la suya. Ya de chico hablaba “hasta por los codos”, como ahora… Jajaja… Y el teatro era uno de los pocos lugares que hacía que pudiese estar callado… Jajaja… Me maravillaba esa magia. Y lo bueno, es que hoy por hoy, me sigue maravillando de la misma manera. No, perdón, me equivoco. Hoy creo que me maravilla mucho más. Amo lo que hago.

– Se que tenes un vínculo muy especial con España. ¿Podrías contarme algo al respecto?
-Sí. Que cuando llego a España me siento como si estuviera en mi propia tierra, igual que en Argentina, siento exactamente la misma comodidad. Dicen por ahí que “Tu país son tus amigos” y, por suerte, gozo de muchas amistades y gente que me quiere y cuida en ambos países. Gente a la que yo también quiero y cuido incondicionalmente. Es por eso que también siento que España es mi tierra. Además, también me dió posibilidades de trabajo y abrió puertas muy importantes en mi carrera. Cada vez que llego a Galicia, a Madrid o a Barcelona, no siento que haya pasado el tiempo. Es raro de explicar… Viví muchas cosas, mucha emoción, muchas situaciones, mucho amor en esa tierra y eso es inexplicable.



– Si no fuera director y dramaturgo, ¿qué estaría haciendo Jorge Acebo? ¿Que sería?
– Sería un ser amorfo… Jajaja… No, de verdad, fuera de todo chiste, es que no puedo imaginar la vida sin el teatro. Es como pensar en seguir viviendo sin poder respirar… Pero, bueno, prestándome al juego, creo que me encantaría ser comisario de abordo… Mi carrera y la vida en sí, me posibilitaron viajar. Me encanta conocer el mundo y pienso que es el mayor tesoro que nos llevamos de esta vida. Disfruto mucho de viajar. Así que eligiría la visión “utópica” que tenemos de los comisarios de abordo y de la fantástica vida que creemos que tienen. Si hay algún comisario de abordo o azafata que lea esta nota y quiera comunicarse conmigo para contarme los obstáculos y los malos tragos de la carrera, por favor, absténganse… Jajaja…

– Si tuvieras la chance de hablar con el pequeño Jorge Acebo que recién empezaba en el teatro, ¿qué le dirías? ¿le darías algún consejo?
– Que hiciera exactamente lo mismo, de la misma manera. Que no deje de jugar nunca, porque hacer teatro es como vivir en un eterno juego. Que cuando sea más grande disfrute de subir la escalera de esta profesión escalón por escalón, como tiene que ser y como lo es y lo fue. Que viva con la misma intensidad la posibilidad de dirigir a un grupo de aficionados, como a un grupo de profesionales. Que tenga la misma pasión al hacer una función en el medio de un barrio, como en el medio de teatros como Andamio o el Payró, porque siempre el momento que se vive en el presente es el mejor momento. Que disfrute cada una de las cosas que se presentan. Que disfrute. Pero no sé si lo diría mucho, porque ya de esencia, soy un “disfrutador incansable”…

“Cuando el tiempo está después”. Teatro Payró. San Martín 766. Domingos, 17 hs.

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