Patricio Abadi: “No paro de escribir en ningún momento”

Actor, director, dramaturgo, docente. Estas son algunas de las facetas con las que cuenta el talentoso Patricio Abadi que tiene dos obras en cartel como “El Dramaturgo” y “La poeta y su novia actriz”. De todas estas facetas, habla Abadi en una nota imperdible.


–  Patricio, de las dos obras que tenes en cartel ahora, ¿cual escribiste primero, «El dramaturgo» o «La poeta y su novia actriz»? ¿O fueron escritas de manera simultánea.
– «La poeta” la escribí hace más de 4 años. Fue una de las obras que más rápido terminé. Tres tardes de lluvia

-¿Cómo fue el proceso de «El dramaturgo»? ¿Tenías varias historias escritas?
– «El Dramaturgo” fue la reconciliación, la guerra y la paz entre el actor y el escritor que conviven en mí. Las historias las escribí en estos últimos dos años y las ensaye durante el embarazo de mi mujer. Le llevaba los antojos, las frutillas con crema, y ella a cambio me miraba en los primeros albores y me ayudó a componer los personajes. Pijote y Sancho Panza fueron dirigidos por ella. Laura tiene un sentido común esclarecedor. Una emocionalidad y al mismo tiempo, una capacidad de juego que la ponen en la cima de mis interlocutores cuando encaro un proceso creativo. Eso sí, ahora que está el bebé, mis monerías quedaron relegadas a un segundo plano con total justicia.

En el caso de «El dramaturgo», ¿siempre pensaste en actuar? ¿No se te complicó ser director, dramaturgo y actor? ¿Te hizo falta esa “mirada externa” propia del director? 
-Nos hizo un coaching, una supervisión escénica Pablo Seijo, que nos aportó mucho.  También colaboraron  Umbra Colombo, Marcelo Frasca, Héctor Gilligan, aportando sus miradas. Por otra parte trabajé con dos asistentes de dirección, Débora Torre y Guillermina Porthé, en las cuales confío, y con quienes establecí una dialéctica que continúa hoy en día con el espectáculo ya funcionando. En algunos materiales míos prefiero no actuar. No hay roles para mí. Pero en “El Dramaturgo”, sí, porque lo concebí como un salto del escritorio al escenario. Creo que, ahí más que nunca, soy un poeta. Por momentos, se borran los roles y lo que hay es un poeta disfrazado para darle color a la polifonía. A Luciana Buschi la dirigí en sus “solos” y le transmitía lo que quería de ella en cada momento, en cuanto a climas, texturas musicales, registros interpretativos.  Luciana es maravillosa. Pocas veces vi una actriz tan poderosa, tan versátil, querible, atractiva, bella, melódica. Humilde y grandiosa al mismo tiempo. Creo que ella es una artista. No creo equivocarme al decir que Luciana Buschi le va a dar muchísimas satisfacciones al teatro y la música en la Argentina. A veces, a mis amigos les digo, “vengan al Dramaturgo. Si no quieren venir a verme a mi, vengan aunque sea para no perdérsela a ella”.

«El Dramaturgo» con sus historias intercaladas, tiene puntos de contacto con la exitosa “Ya no pienso en matambre ni le temo al vacío”, ¿no? 
– Sí, en la construcción poética. En cierto color. Solo que aquí a la fiesta la intentamos armar de a dos. En “Matambre” éramos, entre elenco e invitados especiales, diez cuerpos por función emanando endorfinas. En “El Dramaturgo” esas endorfinas las tenemos que poner en la turbina Luciana y yo. 

-En «El dramaturgo», ¿las historias se van a repetir o vas intercambiar con otras, como un poco era «Matambre….», con los personajes/cortes de carne?
-En“Matambre…”, además de los monólogos originales, escribí casi 30 monólogos, pensados para invitados especiales. En los cinco años que estuvimos en cartel nos honraron más de 100 invitados especiales. A nivel de producción se me había ocurrido que eso generaría una usina creativa, una renovación de público, una frescura permanente sin que la estructura del espectáculo se resintiera. Incluso, era una vidriera para buenísimos artistas que se hacían sus primeras armas y otros más experimentados que nos prestigiaban con su presencia. Siempre había una solidez respaldando esa experimentación. Esa solidez era la dramaturgia, la calidad del elenco estable. Cada invitado era dirigido puntillosamente. Había áreas en funcionamiento al servicio del invitado porque nuestro deseo era que se sintieran parte esencial del engranaje y  sintieran el compromiso que, para nosotros, significaba el proyecto. Poder transmitirles no desde la teoría sino desde la acción. La acción es una palabra que define lo que era “Matambre” como grupo. Dramaturgia, dirección no solo mía, sino de otros compañeros que empezaron a dirigir invitados y un concepto de vestuario atravesando la obra. “Matambre” tuvo un espíritu de insurrección poética. La obra “Ya no pienso en matambre ni le temo al vacío” fue una partitura escrita en mi laboratorio neuronal, mas luego eso escrito se fundió con la fortaleza del colectivo Matambre que iba para adelante como piña de loco.
En cambio, “El Dramaturgo”, por ahora es un dúo y todavía no vemos orgánica la entrada de un tercero en ese binomio que formamos con Luciana. Funcionamos como dupla. Nos complementamos y nos cubrimos las espaldas. Y estamos muy bien así. Aunque quien dice, en algún momento, capaz nos pongamos más promiscuos.

-¿Cuando surge «La poeta y su novia actríz? 
-De la fantasía. De esas tres tardes de lluvia en la cual escribí. Del deseo de meterme con voces ajenas como ejercicio de escritura, de apropiarme de lo femenino. De jugar, de conectar con mi intuición de lo femenino hasta derribar fronteras. De afirmar en la construcción que el amor es universal y trasciende los géneros. Y de cierto erotismo que me producía eso. La escritura te permite poblar  paisajes. 

-¿Cómo viviste el «meterse» en un mundo como el de una pareja de chicas lesbianas? No hay más historias de este estilo alrededor de hombres pero no de mujeres? ¿Por qué crees que se da esto? 
– Sinceramente no lo se. En mi caso, me metí en ese mundo desde un lugar muy inconsciente. Nunca lo busqué como “tema”, ni como un oportunismo coyuntural. Lo sentí así.  Creí que meterme ahí como dramaturgo, era la posibilidad de jugar con esas dos criaturas de las cuales seguramente estuve enamorado en esas tres tardes de lluvia, y quise que sean mías, quise ser su padre, su único testigo, quise darles todo mi amor para que tengan carne. No las quise abandonar como Pirandello a sus 6 personajes. Quise que se amen, se distancien y se vuelvan a amar. Y ahí yo como un Yepeto me emocioné, me eroticé, me reí, me identifiqué, me exorcicé. Todo eso es para mí la escritura. Es mi oficio ser dramaturgo. Pero también es mi vida. Soy dramaturgo, casi como algo que es imposible que no sea así. Nací Dramaturgo.  Nadie sabe que nace Dramaturgo. Tampoco lo sabía yo. Si hacés un censo en una secundaria, nadie diría que quiere ser DRAMATURGO, pocos conocerían el término incluso. A lo sumo algún romántico diría: Escritor. ¿¿¿Pero Dramaturgo??? A mi la dramaturgia me esperaba a la vuelta de la esquina. Llegué y la dramaturgia me dijo “Pibe, hay algo que si trabajás vas a poder hacerlo tu oficio”. Y sentí el enorme sosiego de tener un oficio. Hasta allí, excepto la felicidad que me daba actuar, nada parecía estar acorde a mí. La actuación siempre me acompañó y la añoro desde mi lugar más lúdico físico. Pero fue la dramaturgia la que me dio el martillo, el overol y me dijo “Empezás mañana, pibe”. Esa voz fue la entrada al conservatorio y al contacto con la persona más significativa en mi formación (y no soy nada original al tenerlo como referente) Mauricio Kartun.  Aunque lo que creo realmente y me da pudor porque es una palabra un poco delicada que a veces temo no merecer, pero lo que creo realmente, es que soy un poeta. Ojo, no un buen poeta. Un poeta simplemente. Y esa poética a veces la actúo, a veces la escribo, a veces la dirijo, y como la poética no se enseña, mi compromiso como docente es no imponer mi poética sino colaborar para que cada cual identifique la propia, y la ame como a sus piernas. 

-¿Cómo fue la concepción del texto de “La poeta…»?
-Parto natural. La escritura fluyó. Así como a veces el terreno se pone ríspido, en este caso se deslizó. Tal vez lo femenino, pienso ahora, no sé. Fue una escritura más femenina aunque con un trazo masculino apreciable tal vez en el personaje de la poeta Martina, que interpreta Laura Lopez Moyano. Y me sentía entonces muy entrenado con la musicalidad del lenguaje. Recién me egresaba del conservatorio de dramaturgia con el más grande entre los grandes, Maurico Kartun. Venía con la mano suelta, el oído fresco y esa llama encendida en el pecho que te deja prendida el encuentro con Kartún en la vida de cualquier escritor. Y la música de las palabras, que para mi estilo es central, me fluía. Así como otras veces no. Otras tantas veces, no. Es cuestión de hacer. A veces se fracasa y hay que seguir intentando. No creo que haya buenos o malos de una manera tan absoluta. Hay obras que te salen bien y otras que salen mal. No habría que atormentarse tanto. El teatro no es matemática

– ¿Y la elección del elenco? 
– Con Umbra ya nos conocemos desde hace tiempo. Ella cerraba “Ya no pienso en Matambre” en su versión original. Es una profesional con la cual da gusto trabajar.  Es una apasionada del teatro y cuando sube a escena produce un magnetismo especial. Para algunas de las cosas que escribo, Umbra es una actriz casi indispensable. Ella hace carne cualquier cosa. Siento que Umbra devela los lugares más hondos de los textos, llega allí como una exploradora de los submundos textuales, y lo que lo vuelve más laudatorio aún, es que lo hace con alegría. Es una actriz que no se parece a ninguna otra que haya visto en Buenos Aires. Es nuestra Julianne Moore. Luego de mostrarle el texto a Umbra, ambos coincidíamos en que Laura López Moyano debía ser Martina, su partener. De hecho, la esperamos mucho tiempo. A Laura la admiro mucho desde mis épocas de estudiante. Y ahora, que trabajamos juntos, la admiro más. Como actriz y como ser humano. Si Umbra es Julianne Moore, Laurita es Keith Richards. Tiene un carisma arrolador. Baila sin bailar y como actriz, no creo que haya mucho que agregar. Es casi unánime que estamos hablando de una de las mejores actrices argentinas desde hace un tiempo hacia acá. Ahora, tengo la inmensa alegría, casi el pudor, de que dos de las mejores intérpretes, en una ciudad de extraordinarios intérpretes, le estén dando vida a esta historia que, sin ellas no sería más que el latido de un papel. 
En ambas obras tuvimos la dicha de tener al Flaco Ricardo Sica, que es mucho más que un diseñador de luces. Es un animal de teatro con sensibilidad poética. Resignificó cada una de las obras con sus climas, su creatividad.  Es la primera vez que trabajamos juntos y la verdad que es otro motivo de agradecimiento.
Para mí, trabajar con toda esta gente que estoy nombrando es mucho. Son gente que sigo desde pibe. Leía sus nombres en la ficha técnica y que ahora, quieran laburar con migo, es algo que agradezco mucho.

-¿Qué repercusiones tuviste con respecto a la historia? ¿Qué te dice la gente al término de la función?  
– La gente queda conmovida por la actuación de las chicas. Con Natalia Farano, Laura Litvinoff, Alfredo Stuart, y Mauro Gianera, que somos quienes estamos detrás de escena, observamos como los espectadores se ríen, lloran, se besan. Generar esos estímulos ya nos justifica como hacedores.  No es una historia de géneros. No hay bandera alguna. Tal vez, el amor. 

-Sos muy prolifico en la escritura. ¿Tenes mucho material por estrenar? 
– Sí. Mucho. Entre las clases, organizar Onírico, disfrutar de la familia, jugar al fútbol, cada vez son menos los rincones. Pero siempre encuentro mi hueco, mi madriguera. Muchas veces escribo sin escribir. En realidad todo el tiempo hago eso. No paro de escribir en ningún momento. Muchas veces cuando me hago el tiempo termino  pasando al papel algo que escribí en mi cabeza en algún viaje en subte, o cuando la pelota se va afuera en un partido me distraigo y cuando se reanuda el partido capaz me agarra colgado pensando en alguna historia, algún texto. De seguro que eso no es bueno para el equipo (de fútbol).

Contame cómo surge «El Onírico».
Muchos me decían ¨ el bebé vendrá con el pan bajo el brazo ¨. Y así fue. Es un proyecto familiar que encaramos con Laura, mi mujer. Pero la familia Onírica se va proliferando entre los elencos de las obras, los alumnos de teatro, de escritura, los invitados que pasan por el Varité de Onírico. También hay profesores que viene a dar clases de yoga, danzas, y otras actividades. Con Mauricio Kartun lanzamos el ciclo MI FRACASO, que arrancó muy bien. El 29 de Septiembre viene al fracaso Carlos Belloso, una persona  que me enseñó muchísimo. Que Mauricio y Carlos sean los primeros de MI FRACASO es algo muy lindo. Uno en la dramaturgia y otro en lo escénico fueron las personas que me marcaron. Onírico es una gran familia. Llevar adelante el proyecto demanda mucha energía y mucho esfuerzo. Pero sin dudas que es un sacrificio que vale la pena porque es un ámbito para sembrar ficciones, formar actores, escritores, e intentar que todos estén a gusto en este nuevo espacio con rasgos botánicos, en medio de Palermo. Y la barra del lugar la maneja Coco, mi mejor amigo desde la infancia. Así que estamos bien. Después de la tarea realizada nos tomamos unos tragos y disfrutamos.  Percibo que se está formando un lindo grupo con gente laburadora, apasionada por el arte, y sobre todo, lo más importante, con calidad humana. Onírico rizomático. 

– ¿Hay posibilidades que vuelva “Matambre….”? 
– Matambre como grupo, hoy por hoy, no está en actividad. Luego de “Club de Confesiones”, establecimos una pausa en la continuidad del grupo. No obstante no hay que descartar nada. Estoy seguro que “Ya no pienso en matambre ni le temo al vacío” volverá. Los textos están ahí, durmiendo la siesta.  Sea con el grupo Matambre, o con otros cuerpos que le vuelvan a dar vida a esos textos, saldrán a la cancha de Onírico, cuando sea el momento. Creo en el devenir. El ser una persona ansiosa me enseñó que la única forma de calmar eso es haciendo, sembrando con gente que uno quiere, con disciplina, sin perder las ganas de jugar. Creo en el devenir como una ola que no por momentos hay que contemplar pero que también hay que surfear más allá del resultado.


“El Dramaturgo”. Espacio Onirico. Fitz Roy 1846. Sábados, 21 hs.


“La poeta y su novia actriz”. Espacio Onírico. Fitz Roy 1846. Viernes, 21 hs.

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