Sería una pena que se marchitaran las plantas (Teatro)

Corazones en llamas.
 
Dramaturgia y dirección: Ivor Martinić. Con Victorio D’Alessandro y Júlia Ferré. Traducción: Nikolina Zidek. Fotografía: Claudia Pons Bayen. Diseño gráfico: Guillermo Miranda. Producción: T25. Duración: 60 minutos

Moscú Teatro. Ramírez de Velasco 535. Miércoles 2, jueves 3 y viernes 4 de marzo, 21.30 hs. Domingo 6 de marzo, 18 y 20.30 hs. Viernes 11 de marzo, 21.30 hs, y domingo 13 de marzo, 18 hs.
 

Historias de rupturas y separaciones hubo y habrá, en tanto dos seres que se amen, finalicen el lazo que los une. El tema es el cómo y la estela que queda tras la decisión tomada. 

 
En esta nueva etapa en su manera de abordar la escritura, Ivor Martinić –creador de la exitosa “Mi hijo solo camina un poco más lento” y “Mirjana”, ambas vistas en nuestro país- se aboca a una relación de pareja en la cual participa, en su rol de director. A partir de allí, el diálogo entre Antonio y Julia mantiene una tensión atrapante para quien es testigo del derrumbe de su noviazgo. Un hecho menor desencadena un tsunami de emociones y reproches, no exentos de amor –aunque no lo parezca- que llevará a los ex tórtolos a una situación previsible aunque sin saber cómo la iban a afrontar. Los juicios de valor podrán estar a la orden del día al igual que el nivel de toxicidad que atraviesa el vínculo. 
Los deseos cumplidos y aquellos no satisfechos vuelven a la palestra para ser verbalizados con esa vehemencia tan comprensible como molesta, bien conocida por toda persona que haya vivido un divorcio. Lo no dicho, lo esbozado, lo no comprendido y la reciprocidad se hacen presente en un diálogo bien desarrollado con sus picos de emotividad. Las plantas como metonimia del amor que puede marchitarse, aparece de manera sutil pero siempre presente, entre los gritos que atraviesan la atmósfera como misiles de destrucción activa.

Cada uno de los espectadores aprehenderá lo visto de manera diferente. El factor etario brinda diferentes devoluciones ya sea por empatía o el deseo de replantearse algo. Habrá quien se sienta más conmovido por el hecho en sí y la forma en que se lleva a cabo mientras que otros harán hincapié en los diálogos y la construcción de cierta realidad al respecto. No faltará quien pueda vincular el intercambio de pareceres, las dudas frente al futuro y las ilusiones plasmadas en el otro a lo planteado en la excelente trilogía cinematográfica de Richard Linklater como “Before sunrise”, “Before sunset” y “Before midnight”.
 
La puesta es austera. Brinda la base necesaria y precisa para que lleve a cabo lo pergeñado por 
Martinić cuya presencia sobre tablas termina brindando un aire más que necesario cuando la acción lo amerita. Romper la «cuarta pared» no quita un ápice del interés logrado por un texto exacto. Las actuaciones viscerales, a cargo de Victorio D’Alessandro y Júlia Ferré, junto con puntuales silencios, brindan una mayor contundencia y dosis justas de emoción.
 
Tras su estreno en Barcelona y en Croacia, Ivor Martinić estrena la categórica y sensible “Sería una pena que se marchitaran las plantas” en la que reflexiona con sensatez y sentimientos sobre el día después de una separación
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