Federico Luppi: “Ni el actor ni el periodista son entretenedores”

Actor de gran trayectoria, ha vuelto al teatro con “La Noche del Angel”. Con una posición por demás clara tanto a nivel político como a nivel profesional, Federico Luppi charló con ECDL acerca de lo que es el teatro, el cine y la política en estos tiempos.


-¿Cómo surge la posibilidad de hacer “La Noche del Angel”?

– Leí una recesión sobre la última gira que hizo Marcello Mastroianni, que estaba haciendo una obra llamada “Las últimas lunas”. Una obra estupenda y por lo que leía, imaginándolo a él, estaba genial. En esa recensión, veo que hay una pieza de este autor, que trata sobre estos chicos, ninguneados y abusados. Conseguí una traducción, compré los derechos y los perdí. Pasó el tiempo y no pude hacerla porque viajaba mucho. Ahora volví a insistir con la obra. Me gustó porque es un tema que no se trata muy a menudo y, generalmente, se hace con cierta solemnidad y algún tipo de criterio excesivamente racional e intelectual. Aquí está planteado muy dramáticamente, en términos bienvenidos teatralmente. Es un lenguaje llano, cotidiano, entre el padre (que lo hago yo) que es un cómico viejo, la hija que lo hace Susana y el chico que está a cargo de Nehuén Zapata. En vez de hacer una suerte de planteo “causa-efecto”, que tenga la lógica típica de la reflexión, es solamente un ping pong de discusiones sobre dos temas. Primero, el fundamental, que ningún chico del mundo, por más que pueda crecer con calor, abrigo, buena comida y buena casa, cuando falta el afecto y el factor emocional, aparece un abuso importante, en su espíritu. El otro tema es la relación entre padres e hijos, en este caso, entre padre e hija, donde aparecen todos los pegoteos digamos asi, milenarios. El teatro griego, el mundo de la mitología griega, donde se estudiaron y fijaron los escenificantes complejos. Ahí aparecen las tormentas del alma, como padre-hija, sobrino con un tio, el hijo y la madre. En vez de hacer de eso una disquisición interminable, en la jerga psicoanalítica, lo que se hace es plantearlo con situaciones cotidianas. Esto se pudo hacer de manera muy teatral.


-Usted habla de esta situación y es como que el teatro actual, sacando algunas excepciones, no toman temas que le pasa a la gente sino que viven hablando de si mismo, o a lo sumo, la familia disfuncional….

– Hay una tendencia….que se da en todo el mundo con respecto a que el teatro, tanto para actores como para productores, un poco irresoluble en cuanto a lo siguiente. El teatro necesita espectadores porque es una experiencia que implica que la gente se traslade por autobús, taxi o coche y vaya voluntariamente a ver un fenómeno que es la experiencia en si del teatro. Hay una vieja formula intelectual que dice que “al teatro se va y al cine se entra”, lo cual explica cierto voluntarismo para disfrutar de esa experiencia. Esto exige siempre el tema de que, no se por qué, los costos siempre aumentan, por lo que el teatro está preso de eso.

También hay una idea a hacer solamente –aunque también creo que estoy exagerando con este término-, obras con un carácter de entretenimiento, de espectáculo, casi pasatista. Igualmente, todos los años aparece alguna que otra puesta importantísima. Hace unos dos años, vi en Nueva York una obra excelente. “Carnage”, de Yasmina Reza (N de R: Aquí se la conoció como “Un Dios Salvaje”). Una pieza estupenda. Está bien planteado, no profundiza profundamente pero mete el problema de los chicos y los padres.

Por otra parte, hay una proliferación de cierta escatología verbal. Esto no me hace demasiado feliz porque cuando generalmente ocurre (y no lo digo desde una pacatería ni mucho menos) es porque se está dejando de lado un lenguaje comunicativo, flexible, usable y nuestro. Una de las cosas que llaman la atención en el mundo norteamericano, en uso de lenguaje cotidiano, es el constante “fuck” y “fucking”. Es tremendo, ¿sabés? Llega un momento en que eso tiñe toda una hoja de una escatología torpe, no demasiado elocuente.


-Usted habla de esta escatología, cercano a lo soez, pero poniéndome en abogado del diablo, ¿el teatro no se pone a veces, demasiado “arriba”, alejando al público?

– Ese es un peligro permanente. Lo que ocurre también, que es cierto, que hay que analizar –me parece a mi, no me quiero meter en algo que desconozco como la sociología profunda de la cultura-, es lo siguiente. De vez en cuando, hace falta dar algo al espectador para que se ponga a tono con las complejidades del mundo actual. Hoy en día, el hecho que el mundo sea tan caníbal y tan violento, la incapacidad de planificar abruptamente la vida cotidiana, las debacles económicas, crean una tensión e inestabilidad emocional. Eso no es fácil de manejar. El espectador debe también hacer un esfuerzo para ponerse a tono con la complejidad de los tiempos que vive. Y escuchar. Asi como decimos en política que no se puede dejar que todo lo haga el mandamás de turno -manejar la economía, la presencia del Estado y las complejas relaciones sociales-, depende también de nosotros el defender lo que se ha conseguido como comunidad. También, a veces, en el mundo de la cultura, aunque un libro sea un poquitín complejo su abordaje, hay que hacer un esfuerzo intelectual para poder despegar las neuronas y asi despertarlas. Que haga un esfuerzo mínimo e indispensable para entender que el mundo es, nos guste o no nos guste, cada vez más complejo. Ninguno sabe que va a pasar la semana que viene…


– Ni mañana mismo inclusive…

– Claro…y eso crea una especie de zozobra. No terrible ni shockeante pero que te hace abrir los ojos más que antes. El teatro paga ese precio. A veces se pone excesivamente intelectual y en otras ocasiones, cae en un simplismo rechazable. También es verdad que, me parece, hay obras que son excesivamente pretenciosas. En vez de ser intelectualmente ávidas, son sencillamente aburridas. Eso ocurre. También son los peligros de la experiencia con el público.


-Hablando del público, por como se maneja y los consumos que tiene, ¿es inimputable?

– No. Creo que el público…basta mirarse uno mismo en la vida cotidiana. El público tiene dos andariveles por los cuales pueden ser analizados. Por un lado, la cuestión masiva. La masa tiene un pensamiento demasiado complejo para analizarlo de manera simplista. Te pongo un ejemplo un poquitín grosero pero para que sea comprensible. Un señor, con maletín, traje y corbata, se hace ver como muy importante pero después, entra en la cancha y es un barra brava terrible, que insulta y se pelea con todo el mundo. En la masividad de la sala oscura, pasan otras cosas. Nosotros, los individuos, en conjunto, también nos equivocamos. Aquello de que el pueblo siempre tiene razón, a mi juicio, es un voluntarismo….


-¿Optimista?

– Si, excesivamente optimista y no es asi. El pueblo se equivoca y ha metido la pata muchas veces, en la cual somos todos responsables por supuesto. A veces, uno opina determinadas cosas sobre un hecho cualquiera, y después, en conjunto, cambiamos la opinión. No creo que la palabra “inimputable” sea la más exacta para usar. Pero si tiene que ver con no sacralizar la presencia de lo masivo, como una llave inequívoca del acierto, sabes?


– ¿Cómo se siente con la doble función de actor y director?

– Hacía mucho había hecho las dos cosas. Había trabajado mucho en televisión haciendo y dirigiendo cosas pero nunca quería aparecer como director porque sentía cierto prejuicio, como si fuese un “alarde”. Esta vez fue inevitable porque no quería que pasara como la primera vez, de perder los derechos. La gente que me interesaba estaban todos con proyectos tanto aquí como en España. Hice “de tripas corazón” y como eran tres personajes solamente, podía dedicarle bastante tiempo a cada uno de ellos. Además, con respecto a la dirección, tenía muy claro en mi cabeza que quería. La adaptación me servía porque me interesaba mucho que la pieza mantuviese intacta su calidad de teatro. No tuve que descubrir ningún engrudo. Igualmente prefiero ser dirigido ya que me importa siempre la mirada ajena. Que el director te diga “esto si”, “esto no” y te lo recorta o te brinda elementos. En este caso, necesitábamos de una resolución rápida.


– ¿Le sorprendió la repercusión que tuvo la obra?

– Si, porque nosotros hicimos la obra en un contexto bastante complicado. Un empresario nos estafó y por suerte, pudimos resolverlo con la Dirección de Productores Teatrales y con Actores, a lo cual hicimos una gira de dos meses, muy importante pero que tuvimos que interrumpirla. Eso implicaba haber perdido tiempo en cuanto a la selección de lugares. No había muchos teatros disponibles. Por suerte, Blutrach tuvo la feliz idea de ofrecerme dos días para utilizar en la semana. De esta manera, aceptamos ir con la idea de decir que la obra está hecha, ensayada, es un buen espectáculo y la mercadería no está averiada, por lo que vale la pena ponerla en circulación. Tampoco tenía una perspectiva muy optimista. Convengamos que la pieza no es muy fácil que digamos pero siempre confié, y sigo confiando. Parece que las cosas son asi. Tiene una teatralidad atractiva y cierto grado de emoción y de humor que funciona. No es una pieza abstracta, con un lenguaje complicado sino que es sencillo y cotidiano. No hay escatologías. Todo esto me daba la idea que podía andar pero no todo esto que pasó ahora que está saliendo muy bien.


– ¿Qué le dice la gente cuando sale del teatro?

– Nos tratan muy bien. Nos han gratificado muchísimo, con elogios a cada uno, por la obra misma. Me han dicho que parece mentira que se pueda ver esta pieza. Además, tengo una edad en la que el personaje viene muy bien para mi. También sentí el deber cultural de hacer yo la pieza, sino, quien la iba a hacer? No hay muchos actores de mi edad, en Buenos Aires que quieran hacerlo.


-A vuelo de pájaro, no se me ocurre ninguno…

– Por eso, te digo. Hay actores buenos pero hay que tener ganas de hacer esta pieza, este personaje, este tema. Me pareció que valía la pena por lo que decíamos hoy. Abrir un poco el prejuicio, salir adelante con la pieza y hacerla, pero siempre con el margen de duda y el temor a una sorpresa desagradable.


-Este año, no solo marcó su regreso sino también el de Miguel Angel Solá, quien también estuvo con España, para la misma época que usted….

– Creo que se dio una cosa importantísima….igual, Solá estuvo en España desde antes que yo y le iba muy bien….Creo que él tuvo una separación en el medio…La situación en España se hizo insostenible en todo sentido y de pronto, en Argentina, la situación mejoró económicamente y más aún en el campo cultural. Lo de Miguel Angel es una pieza muy atractiva, con dos personajes, que hizo en España con Mario Gas y le fue muy bien en la gira que hicieron. Tiene que ver con el no enmohecer el oficio. Aparte de lo de la economía que siempre nos persigue por todas partes, el tener una pieza hecha, montada y no poder hacerla como pasaba allá, no es un buen consejo. Vinieron para aquí y fue todo un hallazgo. Lo mismo pasa ahora con Ana Belén con el marido. El mercado interno está bastante complicado allá.


-¿Le va a decir nuevamente “pelotudo” a Darín, que habló ahora sobre YPF y otras cuestiones?

– No, no. No tiene sentido. Creo que se banalizó mucho eso. Te lo digo lo más honestamente posible, no tiene sentido. A cierta altura de la vida, uno sabe que dice, para que lo dice, por qué lo dice y donde lo dice. No pienso ponerme a polemizar de nuevo como si yo fuese el que tiene la verdad agarrada de las patas y tuviese que desasnar gente. Creo que esas cosas son personales e intimas. Diría en términos muy generales que hay que hacerse responsable de lo que uno piensa,


-Cuando lo leí, me sorprendió el hincapié que se hizo en la palabra “pelotudo”. Se podría haber hecho un lindo debate de ideas….pero se quedó solo en eso.

– Esa es la parte boba y torpe del periodismo que le interesa vender la estupidez. Antes de decir la palabra, fundamenté porque lo decía. Después me dijeron, “usted cree que fue ingenuo” y le respondí “Después de los catorce años, no hay mas ingenuidad”.


-Justo hablamos de este rol de los periodistas y también de la actuación. Tanto algunos actores como algunos periodistas, ¿pasaron a ser entretenedores?

– Eso es una excepción pasajera. El actor no es un entretenedor ni el periodista tampoco. Lo que ocurre es que, bueno, en función de los mercados que naturalizaron que lo que informa es la desinformación. O la noticia torcida, el titular tramposo, el zocalo mentiroso. Se han confundido los papeles. Se ha creado una suerte de sub-oficio del periodismo. Se ha pensado que, de pronto, las peleas, los romances inventados y los escandaletes son la base del mundo del espectáculo. Este tiene que entretener, obviamente. Nadie va a ir a ver una obra de teatro, una película para aburrirse mortalmente. No hay cultura en el mundo que se base en el aburrimiento. Esto tiene que ver, con algo que es imposible de evitar, como el consumo como una gestualidad masiva. Imaginate una noticia que sale a las siete de la mañana, la repiten 75 veces, lo cual crea un nivel de neurosis bastante evidente. Se da la cuestión que hay periodistas que no lo son, sino glosadores de lo que otros dicen; alguno que se hace llamar analista político y no son analistas sino comentadores; economistas que son solo mentirosos del establishment. Hay toda una parafernalia de la información y perversión del lenguaje del propio oficio. Cuando alguien miente a sabiendas, una, dos, tres veces y después se convierte en hábito, la pregunta es “que le pasa adentro?”. Que nivel de autoestima le queda adentro? Que guarda? El actor es igual. Si en vez de defender su oficio, se dedica a vender mercadería averiada, difícilmente le quede algo sensato para decir y crear.
 
– ¿Cuales son sus próximos planes?

– Tener planes! Estamos viendo de hacer algo en “En terapia”, que tiene buenos libros. También hay un par de películas dando vueltas por ahí.


– ¿Suele ver sus películas?

– A veces las miro aunque no es muy a menudo esto. Porque esa persona que está ahí, de hace veinte años, ya no soy yo. No es un acercamiento fácil. Las veo porque son interesantes películas o porque quiero ver cosas del momento. En general, prefiero evitar ese tipo de peligrosa cercanía a la nostalgia.


-Si Federico Luppi no era, ¿qué hubiese sido?
– Un hombre de campo.

-Si por la puerta de esta casa, entrase el Federico Luppi que se fue a España por primera vez, ¿qué le diría?

– Le diría que hizo bien. No le daría ningún consejo ni nada. Fue una experiencia muy linda, muy entretenida y enriquecedora. Si bien fue compulsiva, porque no tenía nada para hacer aca después del robo del corralito. Fue una decisión importante, seria y afortunada el ir a España. Fue muy importante para mi en todos los niveles. Desde la comida a la cultura, pasando por el trabajo, el intercambio con la gente, la experiencia política, el conocimiento de un país maravilloso. Me vino muy bien.


“La Noche del Angel”. Teatro El Picadero. Domingos, 18.30 hs; lunes, 21 hs.

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