Laura Névole: “En ‘Trópico del Plata’, el sentido cambia todo el tiempo”

“Trópico del Plata” es de esas obras que siempre vuelven, con una resignificación constante en relación con la coyuntura, gracias a un texto, dirección y actuación de calidad. Este febrero de 2020 no es la excepción. Laura Névole, protagonista central del texto pergeñado por Rubén Sabbadini, reflexiona sobre este bienvenido retorno al tiempo que brinda sus impresiones sobre la situación del teatro, la pandemia, el feminismo y el ser una “elegida” del teatro.
 

-Laura, ¿cómo es reestrenar hoy en día, “Trópico del plata” –protocolo mediante-?
-Con Rubén Sabbadini (autor y director de la obra) nos encanta hacer “Trópico”. Reestrenarla nos llena siempre de entusiasmo y en este contexto, tan particular, se agrega un nuevo condimento: volver a hacer teatro en una sala, con gente, ahí cerca, sin mediación de pantalla. ¡Algo que nunca pensé que iba a decir: “Volver a hacer teatro”! En fin…El protocolo restringe la cantidad de espectadores y lo obliga a estar con barbijo pero si a través de la ficción, logramos que la gente se olvide del Covid – aunque sea por una hora-, será misión cumplida.
 
– ¿Cómo viste la evolución de la obra en relación con el paso del tiempo, desde su estreno en el 2013 hasta hoy?
– Estrenamos en Vera Vera en 2013 y nunca dejamos de hacerla. Todos los años nos damos el lujo de reeditarla. Siempre buscamos una excusa para hacerla. La hicimos en varias salas independientes de CABA, en diferentes partes del país y del mundo. Fuimos a festivales, eventos, teatros, facultades, bares asi como lugares cerrados y espacios al aire libre, en contextos socio-políticos, económicos y culturales muy disímiles. Incluso, atravesando diferentes situaciones personales, tal como fue mi embarazo haciendo funciones con una panza de siete meses. Es impresionante cómo la obra resuena diferente en cada situación y la manera en que determinado público va entablando con el material un diálogo distinto. Cuando estrenamos, aún no existía el #NiUnaMenos como movimiento político,  y hoy  escribo esto transitando la reciente legalización del aborto. Un abismo en términos de lucha política, de pensamiento feminista. 

En cada espacio, “Trópico” se nutre de una lectura nueva, como si la obra fuera un magma que, en cada encuentro, revelara o acentuara una línea de significación diferente. Siempre están presentes la relación de poder, la injusticia y la violencia pero a veces se trata del patriarcado, en otras, de la trata de personas o el poder económico, del centro y la periferia; en otras ocasiones, lo negro y lo blanco y las máscaras. Incluso (tal como fue concebida por el autor),  Aymé, la protagonista de la obra, es la propia Argentina pisoteada por el neoliberalismo junto con la bestialidad e hipocresía de  ciertos sectores hegemónicos, siempre en desmedro de otros.  
 
– ¿El texto sigue igual a la primera función?
– Exactamente igual. No se ha modificado siquiera una coma. Incluso  durante el embarazo, nada cambió en términos textuales. Pero insisto: el sentido cambia todo el tiempo. A veces me sorprende en escena lo que voy percibiendo. Es como si la energía del público, me llevara a resaltar ciertas líneas de significación por sobre otras. Es algo puro del presente escénico, que se produce cuando una obra está viva. ¿Hasta cuándo haremos “Trópico”? Hasta que la muerte nos separe.
 
– ¿Qué te dice el público cuando termina la obra? ¿Cambia mucho en lo que te dicen las mujeres y los hombres?
-El de CABA, habituado al teatro, suele agradecer la entrega, la actuación, el texto, la puesta centrada en el cuerpo y cómo está abordada la violencia en un texto plagado de metáforas, sin alusiones burdas.  Antes era muy diferente la recepción en mujeres y en hombres, como si los varones no entendieran de qué se trataba todo esto. Hoy, feminismo mediante, es más parejo aunque son mujeres en su mayoría, las que se sienten identificadas y conmovidas  con el padecimiento de Aymé con esa sumisión espantosa  “justificada” o idealizada por el “amor romántico”.

 

Laura Névole y su Aymé, en la brillante «Trópico del Plata»

– ¿Recordas alguna función en particular por la reacción del público? Imagino que debe haber sido difícil llevar la obra a determinadas provincias y ciudades por su planteo, ¿no?
-Hemos tenido la oportunidad de hacer una función en un centro cultural en Budge (La Morocha) para más de 200 personas. Para la mayoría era la primera vez que iba a ver una obra de teatro. Se generó una revolución, donde muchas mujeres, interpeladas por la obra, iban señalando a sus maltratadores o a varones violentos que estaban sentados. Muchas mujeres hablaban sobre la obra, como si dialogaran con la protagonista, tratando de ayudarla o sintiéndose identificadas.  Fue una función demoledora en términos políticos, subjetivos. Por primera vez creí que el teatro podía ser una herramienta de transformación social, pero claro, si esto no se continúa con políticas, queda en la nada.  Recuerdo esa función… la más conmovedora para Rubén y para mí, como si la obra hubiera sido hecha para ese público.
Después, recuerdo una función en Lisboa en la que, en medio de un auditorio de blancos, apareció una mujer negra y toda la significación de la obra se la apropió la hegemonía blanco-negro. En Bolivia, lo que más marcaba era el baile de “los enmascarados” (la policía allá nos pedía documentos disfrazada de esqueletos, por ejemplo). Nunca la hemos sentido difícil de hacer por su planteo, ya que la obra tiene algo muy genuino y también metafórico, que la vuelve cruel sin panfleto. Si la pandemia lo permite, la haremos por primera vez en cárceles.  No me puedo imaginar aún qué nos deparará esta obra en un contexto de encierro.
 
– Tras “Trópico del plata”, ¿en qué momento te encontró “La elegida”, otro unipersonal de calidad con el que estuviste hasta hace poco?
– “Trópico” marca para mí un antes y un después en mi carrera profesional. Nos demandó mucho trabajo centrar la puesta en el cuerpo. Este trabajo con Ruben Sabbadini, como director y autor,  con Vale Tollo que fue nuestra  asistente durante el proceso de armado de la puesta,  y también nuestra coach corporal y espiritual,  me dio mucha confianza y la confirmación del deseo y de la pasión que me produce la actividad teatral. Con esa confianza me encuentra “La Elegida”, coescrita junto a la directora, Paula Fanelli y música de Gabriel Ventura Gulí. Es un desafío totalmente diferente, ya que se trata de un trabajo basado en lo documental,  con el refugio de la ficción pero sin la protección de un “personaje”. Este nivel de exposición es de un alto voltaje, que no había vivido nunca.
 
– Al día de hoy, ¿cómo es tu relación con la religión? ¿O debería decir con la espiritualidad?
-Soy una persona muy creyente, ávida de entender el universo en toda su complejidad con las herramientas que tenga a mano. De hecho, cuando pierdo la fe, siento que se me desmorona un cacho el mundo. Pero hoy esa espiritualidad, esa fe, y por qué no esa religión está toda puesta en mi actividad actoral y teatral. El nuevo templo es la ficción. Ideológicamente, estoy en las antípodas del dogma católico y de la institución Iglesia aunque no de algunos valores cristianos que me siguen pareciendo revolucionarios: ama al otro como a ti mismx, por ejemplo. El día que podamos hacer eso…
 
– En un punto, la Laura de “La elegida” podría relacionarse con Aimé, en tanto la fé y “la inocencia” que tienen respecto al futuro?
-Nunca lo pensé. Me cuesta muchísimo relacionarlas pero si me fuerzo a pensarlas en relación, diría que “La elegida” logró elegir y Aimé no tuvo ni tendrá esa chance. Esa diferencia, que tiene que ver con la libertad y la oportunidad de elegir, marca un abismo  insalvable entre ambas.
 
– ¿Por qué hay tantos unipersonales femeninos con temáticas fuertes algo que no tiene su correlato en los masculinos?
-Primero diría que hay muchísimos unipersonales en general pero que en un momento, los unipersonales femeninos se apoderaron de la escena. Fue como una explosión. Quizás el unipersonal fue la forma que encontramos las mujeres de contar nuestra historia: lo tuvimos que hacer solas, con todo un colectivo teatral (directores, dueños de sala, dramaturgos, “maestros”, programadores, etc.) muy masculinizado.
Y creo que son fuertes, sí. El cuerpo femenino cuenta una historia atravesada por el poder patriarcal que no tiene obligación de complacer ni de revolucionar, renovar o entretener, Basta con ser, con estar, y el propio estar de lo femenino, genuino y en escena, es fuerte. De por sí es revolucionario y disruptivo.  Hablamos de la violencia, del miedo, de la libertad, del propio cuerpo, de la lucha pero también de la invisibilización de las crueldades e injusticias de la propia vida plagada de todo esto.  Esto en el teatro, pero hay mucha literatura femenina en la que supuestamente “no pasa nada” o todo pasa “en la cocina”. Donde no hay “grandes aventuras”, “grandes heroínas” ni “acción” en el sentido en el que nos enseñaron este concepto, donde no pasa nada y pasa de todo.  Donde todo es “biográfico” (como si esto fuera una degradación de la ficción).
En fin, hay todo un mundo por visibilizar y esto recién empieza.  Ni hablar de todo lo que hay por hablar de la maternidad, un tema aún bastante tabú.  Si la filosofía visibilizada fuera femenina, hoy todo el mundo sería pensando de manera diferente. Ni mejor ni peor: diferente. Esto recién empieza.


Religión y espiritualidad en «La elegida»

-¿Qué opinión tenés de la situación actual del teatro en relación a la pandemia y la falta de apoyo –en mayor o menor medida- frente a la misma?
-El gran problema es que la pandemia, sin apoyo estatal para hacer protocolos accesibles,  está extinguiendo a las salas más pequeñas, que no pueden abrir sus puertas sin ayuda económica. Lo mismo con las clases de teatro en esas salas, que son una usina de formación,  de creación y de pensamiento. Si no hay apoyo -y esto es una decisión política- no pueden subsistir.  Es una situación alarmante y crítica, por demás preocupante.
 
– ¿Cómo recordás tu etapa de docente en la UBA?
– Fui docente desde el 2003 en Psicología, en la cátedra de Grupos de Ana María Fernández. Amaba dar clases en esa materia, que fue la que más me revolucionó de toda la carrera. Ahí  conocí al profesor Carlos Marano que me abrió las puertas para dar clases en la Facultad de Ciencias Sociales, en la cátedra de Teorías del Aprendizaje en la que estuve con varias comisiones, hasta hace dos años. Muchxs de mis actuales alumnxs de actuación son comunicadores, trabajadores sociales, psicólogxs,  politólogues y gente de relaciones del trabajo. Todxs ex alumnxs de la facu. Me encanta dar clases aunque también me hace sufrir porque la entrega es algo desmedida.   Renuncié a la UBA porque ya mi actividad profesional se hizo cien por ciento artística. Sentí que era una etapa que debía cerrarse. Me llevo el mejor de los recuerdos (y muchísimas herramientas que sigo usando hoy como docente de escritura y actuación).
 
– Tenes un formulario tuyo delante y dice “profesión/ocupación”. ¿Qué ponés?
-Actriz.
 
-¿Cómo son los cinco minutos después de bajar del escenario?
-Como siempre para una actriz: si la función estuvo buena son los cinco minutos más gloriosos de la vida, y si estuvo mala…
 
– Si por la puerta de tu casa entrase la Laura Névole que estaba haciendo la secundaria, ¿qué le dirías? ¿Algún consejo o recomendación?
-Le diría una frase La Elegida, (conclusión de un trabajo de campo en el hospital Borda, antes de recibirme de psicóloga): Lo que enloquece es que la llave la tenga el otro.
 
“Trópico del Plata”. Viernes 5 y 12 de Febrero. Nün Teatro Bar – Juan Ramírez de Velasco 419. A las 21 hs.
Reservas: www.alternativateatral.com
Link directo: www.alternativateatral.com/ficha_obra.asp?codigo_obra=29680    

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