Juan Bosch fue un político muy importante de República Dominicana. Muy cercano a su pueblo, accedió a la presidencia en 1962 pero un golpe de Estado lo derrocó al año siguiente. Hoy, su nieta, María Isabel, trae su palabra a través de sus cuentos, en el homenaje que le realiza en la obra “Contando a Juan Bosch”.
– ¿Cómo surge la posibilidad de hacer “Contando a mi abuelo”?
– Soy nieta de Juan Bosch. La posibilidad se da por las ganas que tenía de trabajar con el cuento “Dos pesos de agua”, que es el más largo de la puesta. Después, para tener un espectáculo de una hora, busqué los otros dos. Tenía muchas ganas de teatralizar sus cuentos y me daba la posibilidad de, viviendo aquí, poder difundir su obra. Es más conocida su veta política más que la literaria.
– ¿Por qué esos dos cuentos?
– Porque tenía que buscar cuentos cortos y al final, elegi esos porque estaban conectados con la zona rural de la República Dominicana. Son cuentos de la tierra. Digamos que ya tenía un hilo conductor.
– Al comienzo de la obra, decís “No voy a hablar de mi abuelo porque capaz que ustedes lo conocen mejor que yo”. ¿Por qué esa explicación?
– Porque al ser una figura pública y política tan importante, no tuve ese contacto cotidiano con el abuelo, del desayuno y eso. Nunca desayuné con mi abuelo. Lo que tuve fue un contacto mas…como él era un hombre de la cultura y yo vengo de una casa con mucha cultura, (mis padres son pintores y mi tio es escritor), nos veíamos en esas zonas, en esas actividades. Como hago teatro desde chiquita, él me iba a ver en obras o me corregía algunos cuentos que escribía. Teníamos ese contacto cultural más que cotidiano con el abuelo. Fue un hombre tan polifacético, tan grande con el movimiento que armó, que realmente yo, desconozco gran parte de él.
– ¿Cómo fue leer sobre tu abuelo?
– Fue conocer a un hombre maravilloso que un poco me lo perdí porque era muy chica y más de grande, en sus últimos diez años, él ya estaba mal con Alzheimer. Me lo perdí porque era muy niña cuando ese hombre lúcido y maravilloso sobre el que todos han escrito y han hablado (y una lee lo que él escribió), una dice “este hombre era fuera de serie”. Entonces, para mí, fue un hallazgo conocerlo a través de su literatura. Él dejó cincuenta y pico de libros entre ensayos políticos e históricos. Una obra muy rica.
– ¿La obra siempre fue un unipersonal o quisiste hacerlo con más gente?
– Siempre fue un unipersonal. Sobre todo porque el tipo de grupo que tenemos es como, Diego y yo, y después se incorporó la chica que hace la asistencia y todo lo corporal, Verónica Belloni. Tenía ganas de que fuera un unipersonal porque quería contar a mi abuelo. Con el cuento “Dos pesos de agua” ya tenía un capricho. Desde los nueve años que quería hacer ese cuento. Me fascinaba. Me acuerdo que lo leí a esa edad y se me hizo todo un mundo.
– ¿Y el cuerpo? Hay muchas técnicas como clown, mimo…
– Es el cuerpo al servicio del relato y cualquier técnica, que viniera bien, para ese momento, para mi, como bastón estaba ok. No es que fuera “esta técnica” y nada más. Todas las que se utilizan están al servicio de la historia.
– Es el cuerpo al servicio del relato y cualquier técnica, que viniera bien, para ese momento, para mi, como bastón estaba ok. No es que fuera “esta técnica” y nada más. Todas las que se utilizan están al servicio de la historia.
– Cuando vi la obra, me quedé sorprendido por la iluminación asi como el sentido que se logra con las mezclas de canciones y sonidos…
– Fue muy positiva la acogida de la obra. Jamás pensé que iba a pasar esto. La gente queda muy impresionada con la parte vocal de la obra. La complejidad vocal y el esfuerzo físico asi como la expresión corporal. Son dos de los aspectos que más resaltan de la obra. También la música…La verdad que el trabajo corporal que hizo con dos o tres gestos o poses, con rítmos físicos, logra individualizar cada personaje. La transición de un personaje a otro es tan rápida y clara…es una de las cosas que más se destacan.
-Además, siendo un unipersonal, salís y te metés con los niños, la anciana y un ritmo que, a veces, en los unipersonales, cuesta.
– Eso es producto de mucho entrenamiento. Son horas y horas de pasar y pasar. Llevamos un año montándola más otro año leyendo los cuentos. Fue un año de trabajo de mesa y otro de cuerpo. Una cosa interesante es que cuando se empezó a mostrar la obra a amigos y demás. En ese momento, llegó a Buenos Aires un maestro de actuación y me dijo “eres caribeña y tienes que poner expresión en función de lo que eres”. Eso fue un alumbramiento porque fue la ratificación del camino que había marcado. Tomé las críticas como observaciones personales y decidí que la obra se transformase en esa expresión, ese dinamismo que es hoy. Sino la obra hubiera sido mucho más estática, más relatada. Muchos colegas pedían “bájale un cambio” pero llegó este maestro venezolano y me dijo “metele dos, tres y cinco cambios” jajajajaja. Al final, se hizo un equilibrio. No metí los cinco cambios pero tampoco la dejé estática. Por eso conserva esa identidad y conserva mucho esa energía. El despliegue físico tiene la impronta de tomar la idiosincrasia del campesino caribeño.
– Además es un relato con mucha ternura, sin que se cuele ninguna crítica u opinión al respecto…
– Eso tiene que ver con Bosch. Es la descripción que hizo. Son sus palabras y sus descripciones. En la dramaturgia solo hay una división de los cuentos. Nada más o alguna que otra palabrita que se le cuela a algún personaje, como las ánimas que dicen cosas de más pero yo quería (y ya me lo había propuesto) era que las palabras de Bosch fueran respetadas. Que fueran las grandes protagonistas del relato. Lo que decís del respeto, que no hay calificativos al respecto, ni una mirada peyorativa, tiene que ver con el amor y la identificación que tenía el abuelo, al relatar los cuentos, con estos personajes sometidos, con tantos conflictos sociales.
– La última, Isabel. ¿Cómo es el segundo después que termina la obra?
– Yo me quedo afuera, saludando y despidiéndome de la gente, a la que veo emocionada, que se engancha con los cuentos, como que cada quien se construye su propia obra. El momento después de terminar la obra es como si una saliera de un momento de trance, de volver a la realidad. Es un momento de mucho amor. Para mi, cada función es una entrega completa. Metafóricamente, es como hacer el amor. El arte es un acto de amor. En un momento, estoy como muy vulnerable porque la entrega es completa. Es como si esa alma que queda ahí necesitase unos segundos para recuperarse.
– Es muy fuerte cuando se escucha la voz de tu abuelo…
– Si. Es muy fuerte cuando aparece su voz. Es como que ese es “su” momento porque el homenaje es para él. Vuelven sus palabras pero dichas por él.
“Contando a mi abuelo Juan Bosch”. Teatro Silencio de Negras. Luis Saenz Peña 663. Domingos, 19 hs