Sandra Carli, doctora en Educación e investigadora independiente del Conicet y profesora titular de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA), editó el muy interesante libro “El estudiante universitario” (Siglo XXI Editores). Con pluma sabia y dinámica, realiza una radiografía precisa e ilustrativa de los estudiantes universitarios al tiempo que toca temas como la militancia, el CBC, la visión de la sociedad sobre la UBA y el prestigio de la Universidad más importante de la Argentina.
-Sandra, ¿cómo surge la posibilidad de hacer el libro “El estudiante universitario”?
– Había desarrollado una investigación, por varios años, con respecto a la experiencia estudiantil en la ciudad de Buenos Aires. A partir de ese trabajo, me surgió el interés de realizar un libro al respecto. Que fuera el relato de esa época, de esa etapa. Cuando se lo propuse a una editorial…ya había escrito varios artículos que publiqué en una revista o capitulo de libros. Fue reunir ese material y pensarlo como un libro. Le hice la propuesta a Siglo XXI y estuvieron de acuerdo. Me pidieron centrar todo en la experiencia estudiantil. A partir de ahí estuve trabajando casi un año. Hubo muchas entrevistas. En algunos casos, individuales y en otros, a grupos de cuatro o cinco estudiantes. Se realizaron en bares cercanos a las facultades o en el Instituto Gino Germani o el Instituto de Ciencias de la Educación. Fueron largos diálogos desarrollados en la Ciudad de Buenos Aires.
-Se nota una brecha generacional entre los estudiantes egresados a través del tiempo.
– Si. Era la primera vez que hacía un trabajo de estas características. Mi contacto previo había sido más como profesora de teóricos donde tenemos un contacto relativo con los alumnos. No es lo mismo que una comisión de práctico. La idea de conversar con ellos y realizar un trabajo centrado en entrevistas, tenía que ver con lograr cierta comprensión de la experiencia de esos años. De como los estudiantes habían transitado por la universidad en esos períodos tan difíciles, al que llamamos “período de crisis”. En ese sentido, había una una distancia con respecto a la experiencia histórica. Era una experiencia distinta quizás en la ilusión depositada en la universidad de los 80 de expansión y crecimiento en relación con un pedido de crisis donde los estudiantes tenían que lidiar con dificultades de todo tipo.
-Ahí es cuando hablas de la movilidad decreciente del 2001
– Claro. Uno podría plantear como hipótesis que cierto horizonte de movilidad ascendente se depositaba en el paso por la Universidad. Si bien había crisis en décadas anteriores, entró en una debacle importante en ese contexto. Ayudó la ausencia de un modelo con un horizonte productivo que hacía perder sentido el paso por la universidad. Para qué la titulación, ¿no?
– Justo me ganaste de mano con la pregunta. ¿Para que se va a la universidad?
– Mirá, hay una continuidad natural de los estudios para ciertos sectores sociales. En muchos casos, porque son hijos de profesionales; en otros porque hay posibilidad de construir, en algunos casos complementada por el trabajo y otros, no. El título sigue siendo un horizonte de inclusión y desarrollo profesional asi como mejores trabajos. Eso sigue estando presente. No es lo mismo tener un título universitario que no tenerlo. Lo que si podríamos decir es que no es condición suficiente. La continuidad en los estudios universitarios tiene que ver con un rango del presente, relacionado con una educación permanente. Inclusive para los grados posteriores al grado. En un mundo de tantas transformaciones, se hace necesario un posgrado para continuar con la formación.
– Un capítulo del libro toma a los estudiantes que recuerdan su etapa estudiantil. ¿Se sigue manteniendo esto?
– Cálculo que si. Las facultades de la UBA, como están ubicadas en barrios cercanos al centro de la ciudad, le da a la experiencia universitaria, un carácter urbano y suburbano en el sentido de los desplazamientos cotidianos a los barrios de residencia de las facultades. Hay que mirarlas no solo desde la frontera de la institución hacia adentro sino con fronteras abiertas, que permite ver la circulación que hay. Esto es muy interesante de pensar porque piensa a la facultad no como una institución aislada sino ubicada en un contexto urbano, mirando a sus alrededores. Con imágenes desde arriba se puede ver todo el movimiento de personas que entran y salen, los bares, las fotocopiadoras, las plazas, las librerías
– ¿Qué te pareció la película “El estudiante”?
– Interesante. Retrata un clima de politización generalizado en la vida estudiantil en la facultad en la que trabajo. Es un retrato posible entre otros y entre tantos. Quizás es una mirada centrada en las dinámicas en las agrupaciones estudiantiles, ligada a cierta perspectiva política y ciertos grupos. Creo que ficcionaliza el momento de cambio de autoridades de la universidad. Justo coincidió con la época. El retrato mantiene un componente ficcional y si cuenta la dinámica de algunas agrupaciones estudiantiles que el director ha visto pero no satisface las visiones de todos los grupos. Es una visión más práctica, más descarnada y eso viene bien a veces. Esa mirada desacralizada de las instituciones es interesante pero puede generar inquietud. Más si uno conoce esa situación.
-El tema de la militancia, también lo aborda en el libro.
– Algunos de los estudiantes entrevistados, fueron militantes en su momento. A partir de ello, pude acceder a una mirada más política. Ahora se acentuó la militancia partidaria, una tradición presente en la universidad pública en la Argentina pero que en el ciclo democrático se amplificó. Los partidos políticos tienen representación y las agrupaciones independientes coexisten con aquellas. Algunas de estas agrupaciones independientes tienen larga data y otras son más efímeras. Me parece que el problema es, quizás, más intenso en algunas facultades más que en otras. Quizás, a veces, hay cuestiones que se tensionan que tienen que ver con que, en ocasiones, los temas más políticos-academicos que tienen que ver con la dinámica de las instituciones, a veces, se subordina a una agenda político-nacional y pasan a un segundo plano. Ahí es cuando la militancia partidaria o ciertas orientaciones partidarias me preocupan.
– ¿Sigue siendo “plebeya” la UBA?
– Va y viene, ¿no? Varios estudios indican que el mayor porcentaje de graduados son de sectores medios y altos. Hay una dificultad de llegar a la graduación respecto de ese origen más abierto y, en alguna medida “plebeyo”. La aspiración de apertura de la universidad con las políticas de ingresos irrestrictos, la distinguen de otras universidades latinoamericanas. Pero esto se pone a prueba en los datos finalmente. Es decir qué jóvenes y de que sectores sociales pueden ir sorteando las dificultades que aparecen en el tránsito por la universidad. Cuantos están en condiciones de llegar a esa instancia final. Entonces, se pone a prueba día a día su aspiración plebeya. Pero esa aspiración está. Esa tradición de posibilitar la igualdad de oportunidades en su punto de partida, que no alcanza por si misma. Se dirimen en las condiciones institucionales y políticas institucionales que se llevan a cabo.
-¿La UBA sigue manteniendo el prestigio de siempre, de excelencia académica?
– Lo mantiene pero está mucho más interpelada por sus resultados y también por el mejoramiento de sus procesos institucionales. En los últimos años se ha generado una salida de ese período de crisis. Esto ha permió mejorar algunas cuestiones. Pero, al mismo tiempo, ese prestigio se dirime en los procesos de cada facultad. Sigue siendo prestigiosa pero al mismo tiempo, está sujeta a una mirada general de la sociedad que me parece que es muy saludable. No está bueno quedarse con las luces del pasado sino que en el presente pueda seguir mostrando su competencia y su capacidad para formar adecuadamente a las nuevas generaciones. Al mismo tiempo, está ubicada en un sitio donde hay otras ofertas institucionales como las universidades metropolitanas o también se mide con otras universidades nacionales como La Plata o Córdoba. Universidades que invitan a la mirada comparativa.
– Al día de hoy, si te pido una opinión sobre el CBC, ¿qué me decis?
– Es un sistema creado en el clima del retorno a la democracia. Una gran apuesta para resolver una política de apertura en el ingreso al mismo tiempo que pensar un ciclo de formación común para todos los estudiantes que elegían carreras con intereses vocacionales muy diferentes. El crecimiento, la expansión de la matricula estudiantil y al mismo tiempo, el desfinanciamiento de la universidad en los años 90 generó una situación compleja. Esto hizo que el CBC se convierta en una empresa muy difícil de llevar adelante. Sobre todo por su alcance. En los últimos años mejoraron algunos aspectos. Pero bueno, siempre tenemos al CBC como una experiencia de larga trayectoria histórica y es evaluado de maneras disímiles por los estudiantes.
-Algunos lo consideran una experiencia muy valiosa, tal es mi caso.
-Es por la posibilidad de contacto con estudiantes de distintos lugares, estudiantes de distintas carreras con el valor de tener materias comunes para todos. Esto es muy valioso y muy importante aunque algunos no coincidan y prefieran una especialización más temprana.
– ¿La idea de “m’hijo el dotor” sigue estando vigente?
– Si antes era “m’hijo el dotor”, ahora es “mi hijo, el que estudia diseño industrial” -creció mucho este tipo de carreras-, el que estudia arquitectura, económicas o psicología. “M’hijo el psicólogo o el contador”. La gran oferta que hay en las universidades hace que “mhijo el dotor” (que era médico, abogado o contador -son las carreras elegidas, con la psicólogía-), hoy tenga una mayor pluralidad de intereses y orientaciones laborales. Hay un nuevo horizonte de trabajo e inserción profesional que hace que no pueda pensarse sólo desde esa imagen. Esto explicaba a esas nuevas burguesías podían tener a sus hijos en la universidad en un país inmigratorio. “M’hijo el dotor” era el síntoma de un proceso de ascenso y de distinción respecto de las generaciones adultas por parte de las nuevas generaciones donde los hijos podían acceder a un título en el marco de un cierto crecimiento económico
– La última, ¿cómo pensás que ve la sociedad al movimiento político de los universitarios?
– Hay un fenómeno particular que al interior de la universidad, esa experiencia estudiantil ligada a las medidas de fuerza, las clases públicas y a las tomas, tiene un sentido político, fuertemente expresivo, pero tambien de sociabilidad estudiantil importante que genera un aprendizaje bastante interesante –también tensiones-, hacia el interior de la universidad. Hacia afuera de la universidad puede ser percibido de manera diferente. En algunos casos, esas intervenciones públicas si se articulan con las luchas de otros actores, tienen una potencia bastante importante. En otros casos, puede ser percibida por la sociedad civil como un fenómeno complicado si se torna una cultura institucional permanente. Siempre hay que ver como las medidas de fuerza se ligan con reivindicaciones importantes. Que merezcan una medida extrema y que en este sentido tengan una productividad política asi como logros en cierta medida. La cuestión se dirime ahí.
-Te pregunto porque en la huelga de hace dos años, la imagen que quedó –gracias a la cobertura de los medios- fue la de los estudiantes pateando la puerta del Rectorado. Asi se instauró una imagen negativa de la Universidad.
– Bueno, ahí coincidió el conflicto con la elección del rector de la Universidad de Buenos Aires, con un proceso que sigue siendo conflictivo, porque tiene que ver con el Estatuto de la Universidad de Buenos Aires donde hay muchas demandas pendientes, como una discusión sobre la forma de gobierno de la Universidad. Hubo grupos estudiantiles que optaron por un rechazo abierto a la modalidad de elección buscando transformar la normativa por la cual se toman esas decisiones políticas. Su presencia pública fue objeto de los medios.
-Hubo críticas a ese accionar. El “yo pago mis impuestos para esta universidad” no es lo más agradable de oir.
-Muchas veces el diálogo entre los sujetos universitarios y los sujetos sociales que no están ligados con la universidad, no se produce como tal. Frente a los fenómenos, aparecen las visiones disímiles. Leí las posiciones de los actores en los debates respecto a diversos proyectos de Ley de Educación Superior y las posiciones son diferentes si se trata de un gremio universitario, un centro de profesores o una agrupación estudiantil que si se convoca invitados a opinar sobre la universidad que es una institución de la sociedad en su conjunto sobre la misma universidad. Estas visiones disímiles son interesantes de poner en común y contrastar porque todas tienen una parte de la verdad.