Con su reciente libro “Historia del Siglo XX” (Siglo XXI Editores), María Dolores Bejar brinda un análisis ameno y serio de los acontecimientos ocurridos en la última centuria. Con estilo claro y sencillo, explica algunos aspectos de su publicación que analiza el lado B del siglo XX. El Tercer Mundo, la Segunda Guerra Mundial, las ideologías, las nuevas tecnologías y sus consecuencias desfilan en la siguiente entrevista.
– ¿Cómo surge la posibilidad de escribir la “Historia del Siglo XX”?
– Este libro es parte de la colección “Biblioteca básica de historia”, pensada por la editorial Siglo XXI. Para su concreción, se combinaron un conjunto de aportes. La principal aspiración de la misma es llegar a un vasto público interesado por la historia, principalmente argentina. Todo, a través de textos amenos de lectura ágil y que, al mismo tiempo, posibiliten comprender la riqueza de la explicación histórica. Una que está muy lejos de reconocer “buenos” y “malos” y descarta la cadena de “causas” y “consecuencias”.
En mi caso, esta iniciativa me posibilitó reorganizar, para un público amplio, las clases que vengo dando desde hace muchos años. Fue una tarea díficil pero fascinante. Primó el afán por ofrecer un cuadro de la historia contemporánea mundial atendiendo a las distintas zonas del mundo y a través de las diferentes épocas que se pueden distinguir. Lo pensé como un punto de partida, organizador de algunas ideas básicas que, espero, suscitará nuevas preguntas y alentará otras lecturas.
– En la portada del libro, está el desembarco de Normandía. ¿Fue el hecho “bisagra” del pasado siglo?
– No. En primer lugar, el cambio de rumbo de la Segunda Guerra a favor de los aliados se definió en la URSS, con Stalingrado. Después, considero a la crisis del comunismo combinada con la del capitalismo keynesiano como los procesos bisagra del siglo XX.
– ¿Cómo desarrolló al libro en si?
– La organización del libro se basa en la distinción de cinco grandes períodos en la historia contemporánea mundial. Es un modo de organizar el espacio mundial en grandes grupos. Respecto a la organización del espacio, adopté agrupamientos “didácticos”. No perdí de vista que los grupos de países y regiones propuestos no pueden reconocerse en todos los momentos de la historia contemporánea por las hondas transformaciones del mundo actual. Desde el inicio de esta historia hasta su conclusión existen dos grandes conjuntos. Los países capitalistas más o menos estables y desarrollados y el de las sociedades que ,ya sea como colonias, subdesarrolladas, dependientes o del sur, no integran el grupo anterior. El tercer conjunto, los estados comunistas, tuvieron una presencia significativa entre 1917 y 1991. Hoy sólo existen experiencias aisladas, como la de Corea del Norte, Cuba -embarcada en una profunda reforma- o muy ambiguas, como la de China.
El análisis de estos tres espacios históricos se organizó en cinco grandes períodos. La era del imperio y su derrumbe (1873 -1914/1918), la crisis del liberalismo y del capitalismo y la consolidación del régimen soviético (1918-1939/1945), los años dorados en el marco de la guerra fría (1945-1968/1973), la crisis del capitalismo y la disolución del bloque soviético en el mundo bipolar (1973/1979-1989) y la globalización neoliberal, (1989/1991- 2010).
En cada uno de estos momentos se caracterizan los diferentes grupos de países y regiones y se precisan sus relaciones. El pasaje de un período a otro se basa en la identificación de una serie de cambios significativos en diferentes dimensiones (política, económica, ideológica, relaciones internacionales, principalmente), siendo la trayectoria de los países capitalistas desarrollados el referente principal de esta organización temporal, de ahí que la misma esté connotada por cierto grado de ambigüedad y tensiones cuando se incluye al resto del mundo.
– El factor económico, ¿será el dominante del próximo siglo?
– No concibo la historia a partir del reconocimiento de factores dominantes. La clave de cada proceso y período es cómo se combinan las distintas dimensiones de la vida social: la política, la economía, la vida privada, la cultura. Cuando hoy decimos que los mercados ocupan una posición central, dejamos en la sombra que los Estados y la política no están ausentes si no que se posicionan a favor de los intereses y objetivos de los poderes económicos más concentrados. También dejamos de lado que en las sociedades prevalece el afán de definir jerarquías basadas en las posibilidades de acceder y crear bienes materiales y simbólicos que de propiciar condiciones de vida dignas para todos los seres humanos.
– ¿Cual cree que será el papel de la Argentina en el contexto de las naciones del mundo?
– Uno de los capítulos, habla de los “años dorados”. Creo que, en el futuro, habrá un período similar. No descarto que logremos superar este tiempo de crisis y derrumbes, aunque no visualizo pasos consistentes en ese sentido. Si así fuera quizás recurramos a la expresión “años dorados”, pero nunca repetimos lo vivido aunque suframos o seamos dichosos en forma parecida a otros momentos del pasado.
– Si para finales del siglo XX se habló del fin de las ideologías, ¿el siglo XXI será el del debate de las ideologías?
– No se produjo un fin de las ideologías, al margen de que se han producido cambios de peso en los términos del debate ideológico. El gran desafío de cómo construir un proyecto emancipatorio sigue en pie. Por un lado estamos quienes nos seguimos definiendo a favor de la igualdad sin descartar la libertad y quienes menoscaban la igualdad en nombre de la defensa de la libertad.
– El estudio de la historia, ¿no se limita a un par de regiones únicamente?
– Conocemos más historias sobre Europa y Estados Unidos que del resto de países que fueron sus colonias, excepto el caso de América Latina. De igual forma, sabemos más sobre Rusia que del resto de los países que formaron parte del bloque soviético. Los desarrollos historiográficos nacionales y regionales -asi como los diferentes grados de contacto que tenemos con los mismos- nos dificulta contar con piezas del mismo grado de consistencia a la hora de armar el rompecabezas de una historia contemporánea de alcance mundial.
Además, el registro y el tratamiento articulado de diferentes regiones encuentran otro obstáculo en los cambios operados en la configuración espacial de la historia mundial contemporánea cuyo inicio ubico en la era del imperialismo en el último cuarto del siglo XIX. En ese tiempo nos encontramos con dos grandes regiones: la de los Estados nacionales capitalistas (un recorte que engloba países con destacadas similitudes, junto a otros con fuertes diferencias) y por otro lado el mundo colonial. Después de la Guerra Mundial a estas dos zonas se le suma el área comunista: la URSS (Rusia más sus ex colonias que en la época del zarismo tuvieron un estatuto diferente al de las colonias europeas).
– Usted habla de “desintegración del tercer mundo”, ¿por qué?
– El Tercer Mundo recién emerge en la segunda posguerra como un espacio heterógeneo y cargado de ambigüedades. Este espacio se desintegra con la crisis global que, a partir de la década de 1970, corroe el mundo capitalista central y el ámbito comunista. En el Tercer Mundo, afectó los principios claves en que se basaron los “años dorados” (1945-1968/1973). De esta manera, cayó el bloque soviético, otro de los espacios registrados para organizar la lectura del mundo contemporáneo tras la Segunda Guerra Mundial. Hoy vemos un mundo capitalista y un capitalismo globalizado que no es homogéneo. Entonces se recurre a conceptos ambiguos porque aún no sabemos bien qué emerge en medio de lo que se derrumba.
Quienes han encarado la interpretación de la historia contemporánea no dejaron de proponer la existencia de diferentes espacios. Trabajan con un período que no es pasado y está aún en proceso. Inclusive, cambian su integración y significación según el momento en que aborde el estudio de la historia contemporánea. Es muy ilustrativo comparar el tratamiento que hace Geoffrey Barraclough en su «Introducción a la Historia Contemporánea», de la década del 60 con la «Historia del Siglo XX» de Eric Hobsbawm, treinta años después. Es, desde la era del imperialismo y no del reconocimiento de la globalización, cuando la labor de los historiadores requiere de una perspectiva mundial. Esto, porque las sociedades se entrelazan sin perder sus especificidades y sin que esta afirmación implique negar la posibilidad de los recortes.
-¿Se puede enseñar historia sin caer en la discusión política?
– Si. La historia ayuda a organizar el análisis de la vida social a través de principios que deben tenerse en cuenta para explicar las trayectorias de las sociedades. La explicación histórica es antireduccionista y evita deslindar bandos (buenos y malos). Su afán principal es precisar cómo en determinadas circunstancias (definidas por diferentes elementos -ideas, economía, política, cultura-), los actores sociales se perciben a sí mismos y a los otros. Cómo conciben formas de acción para satisfacer intereses o concretar ideales y de qué modo, ya sea a través del conflicto o la negociación. Los cambios se articulan con las continuidades.
Las conclusiones de este trabajo intelectual complejo deben además estar fundadas en argumentos sólidos y sujetos al debate. No obstante, todos los historiadores tenemos posiciones políticas e ideológicas, pero no podemos hacerle decir al pasado lo que nos complace. Casi siempre caminamos al filo del abismo.
– Con el antecedente de la revolución en Egipto, ¿cree que la influencia de las redes sociales irá “in crescendo” en el acceso a la información?
– Soy escéptica respecto a ver las nuevas tecnologías como claves para explicar lo que ocurre en los distintos planos de la vida humana. Ofrecen una nueva gama de posibilidades, tanto en el mundo del trabajo, como en la política y en el plano cultural. En cambio, su impacto en cada uno de esos campos depende de cómo son apropiados, quiénes lo hacen y con qué fines. Un ejemplo claro de esto es lo que ha ocurrido con el trabajo. Allí, las nuevas tecnologías aparecen asociadas con el enriquecimiento de las tareas y mayor formación de muchos sectores de los trabajadores como con un brutal crecimiento de los desocupados.
En mi labor docente utilizo las posibilidades que brinda internet. Igualmente, la clave de mi tarea y la de los alumnos sigue siendo la de analizar, comparar y extraer conclusiones de los registros y huellas de las distintas dimensiones de la vida humana. Cualquiera sea su formato para elaborar explicaciones que puedan ser debatidas.