Eléctrico Carlos Marx (Teatro)

Teatro, plusvalía y rock and roll

Texto y actuación: Manuel Santos iñurrieta. Actuación en video: Raúl Serrano, Atilio Borón, Claudio Gallardou y Diego Maroevic. Asistencia Técnica: Marina García y Diego Maroevic. Diseño Gráfico y Audiovisual: María Eugenia Summa. Fotografía: Agustina Haurigot. Escenografía y utilería: Diego Maroevic. Vestuario: Marina García. Utilería (realización de Pato y Peluca): Alejandra y María Alonso. Música: Pablo D. Caro. Producción: Marina García y Los internacionales Teatro Ensamble.

Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Av. Corrientes 1543. Sala Raúl Gonzalez Tuñón. Sábados, 22.30 hs

Suele decirse que la calle Corrientes es aquella que nunca duerme. Seguramente, con las obras de remodelación que se están haciendo, bajo el lema “Destrozando Buenos Aires”, podremos certificar lo dicho. Pero si de oferta teatral hablamos, con las estrellas de la televisión haciendo sus gracias en escenarios y calidades diversas y un público ávido de consumo, sin hacer muchas preguntas al respecto, hay una fábula ponzoñosa, políticamente incorrecta, que brilla con luz propia. Es “Eléctrico Carlos Marx”. La misma, parte del interrogante “¿Qué pasaría si Carlos Marx llegase a la Argentina y se encontrase con un grupo de rolingas en una esquina?”. Al ritmo del denominado “baile de pollo” –según la imitación realizada en estas tierras- de Mick Jagger, la puesta mezcla lo serio con lo profano, lo crudo con lo cocido, la biblia y el calefón, con gracia y conocimiento de causa. La compaginación de imágenes históricas con “Happy” –himno de Keith Richards-, levanta la temperatura al tiempo que la sonrisa cómplice hace parecer que la revolución está a la vuelta de la esquina. No será asi pero abre el juego a una puesta con texto corrosivamente divertido al tiempo que indaga sobre varias cuestiones de la realidad que nos atraviesan como individuos y sociedad.

Como un fantasma que recorre el conurbano bonaerense y los barrios bajos de la Ciudad de Buenos Aires, Carlos busca entablar diálogo con aquellos sectores marginales que serían estos “rolingas”, -amantes de los cliches rockeros de la banda de Jagger & Richards-  desclasados y desesperanzados de un futuro que les hace una gambeta corta.
El disparatado vínculo entre Carlos y estos chicos y chicas será parte fundamental de la puesta en tanto y en cuanto allí se encuentra el meollo de la relación entre presente, pasado y futuro. Humor, política y rock and roll. Enojo, bronca y esperanza. El orden corresponderá a cada espectador y la deconstrucción que haga de lo visto sobre tablas. 

Este Carlos Marx es inquieto. Anda por todos lados, buscando el diálogo constante. De esta manera establece el intercambio de palabras con Dios, el mercado y la derrota. Un paseo por el cementerio y el encuentro con Engels y los Beatles serán inolvidables al igual que la caminata con Raúl Serrano o el viaje en taxi conducido por Atilio Borón. Constituyen momentos de profunda sensibilidad y reflexión. La construcción de las imágenes a través de fotos o filmes, con tweets de diversos personajes ubica a la puesta en el siglo XXI al tiempo que la historia se sigue construyendo a cada momento. El paso del tiempo con las ideologías en tiempos de selfies pide una resignificación constante no exenta de esa emotividad que cala hondo.

Cada palabra se ubica en su justo lugar, yendo y viniendo a través del tiempo y las geografías. Podrá ser Europa o Buenos Aires, 1867 (año de edición de “El Capital”) o el 2001. Todo cambió para no cambiar nada. Esa minoría que detenta el poder y lo usa para la explotación de la mayoría trabajadora, que viven oprimidos día a día. Los vencedores y los vencidos en cantidades netamente desiguales aunque la dignidad sea de un solo lado. Será en ese momento cuando Carlos pase a ser Manuel, se calce una Stratocaster para tocar “Brown sugar” al tiempo que los “Street fighting man” parecen entrar en una extinción propia de los caballeros Jedi que velaban por el devenir de la República.

Manuel Santos Iñurrieta reinventa a su Comediante y lo transforma en un Carlos Marx que renace de sus propias cenizas para adentrarse en el barro que a muchos políticos (periodistas, funcionarios, actores y siguen las firmas) actuales les falta y nunca van a tener. Emotiva y divisoria de aguas, “Eléctrico Carlos Marx” es de esas puestas que no pasan desapercibidas. Por el contrario, deseará inmediatamente, ser contada por todos los motivos que el espectador pueda esbozar. Algo que el teatro de la calle Corrientes –tan cerca de las luces, tan lejos de las problemáticas actuales-, necesitaba desde hace rato largo.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Translate »
Scroll al inicio