El valor eterno de lo que no se puede olvidar.
Texto: Manuel Santos Iñurrieta. Con Marina García y Manuel Santos Iñurrieta. Vestuario: Marina García y Lucía Salatino. Escenografía: Diego Maroevic. Iluminación: Horacio Novelle. Música original: José Maria Migliori. Fotografía: Agustina Haurigot. Comunicación visual: Centro Cultural de la Cooperación y Claudio Medín. Diseño gráfico: Maria Eugenia Summa. Producción: Los Internacionales Teatro Ensamble. Dirección: Manuel Santos Iñurrieta. Duración: 60 minutos.
Centro Cultural De La Cooperación. Corrientes 1543. Sábados, 20 hs.
Alla lejos, en 1971, ocurrió un asesinato que debe ser revisitado y nunca olvidado. En el marco de una asamblea estudiantil en la Universidad de Mar del Plata, es asesinada Silvia Filler por el grupo parapolicial Concentración Nacional Universitaria, de ultraderecha. Las tropelías de la CNU terminaron siendo antecedentes del terrorismo de Estado ya que fueron llevados a cabo en complicidad con las fuerzas policiales y militares.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, año 2022, dos actores cruzan sus existencias por medio del teatro. Ella está llevando a cabo su personificación de la propia Silvia Filler mientras que él tiene un monólogo interno y plenamente contestatario.
La intersección de estos dos personajes da cuenta de ese mix de poética y realidad coyuntural que forman parte del teatro. Dos posturas bien diferenciadas que terminan siendo un complemento una de otra, que va y viene a través del tiempo. Desde el comienzo de la década del 70 hasta la actualidad, se hacen paradas espacio-temporales para recordar y reflexionar sobre lo ocurrido, con porciones iguales de humor e ironía. El guiño constante con la platea en la que algunos hechos –varios, demasiados, lamentablemente- parecieran tener una vigencia espeluznante. Ni hablar del retorno constante de ideologías que atrasan años y están llenas de odio, con un aterrador complejo de “conciencia limpia”, con instituciones en las que ampararse. De ahí que, en el texto, radique uno de los puntos fuertes de una puesta dinámica y entretenida. Un ritmo que avanza, sin prisa pero sin pausa, a la construcción de 60 minutos de pleno disfrute teatral.
Hoy en día, en pleno siglo XXI, año 2022, dos actores cruzan sus existencias por medio del teatro. Ella está llevando a cabo su personificación de la propia Silvia Filler mientras que él tiene un monólogo interno y plenamente contestatario.
Por otra parte, retoma cierto debate respecto al vínculo que existe y, quizás, debería estar mucho más aceitado entre el teatro y la situación política. Ella y él, con posiciones claras y respetables. El tema se complica cuando se lo linkea con la actualidad. Es complicado tener un arte que transita paralelo a la coyuntura o artistas de militancia basada únicamente en redes sociales, sin poner nunca el cuerpo a ninguna lucha, salvo la de su propio ego. Esto, sin nombrar a los genuflexos de «lealtad dividida» que tienen la banalidad como estandarte.
El vestuario marca la dicotomía que separa a los protagonistas. Ella, de vivos colores y un optimismo desbordante y él, en un blanco y negro, de clownesca verborragia. Pero, a no confundirse porque la dama piensa el contexto y el hombre, sueña un mundo mejor, con una política –mal que les pese a muchos y muchas, es una de las herramientas de cambio- no exenta de sensibilidad.
La iluminación crea los ambientes para que se desarrollen los acontecimientos a lo largo del tiempo. Una playa, una universidad, o la calle. Los lugares que sean necesarios para militar una idea o establecer el diálogo que propicien los cambios anhelados. El uso mínimo de objetos determinados, sirven para crear una atmósfera acorde a lo requerido por el texto.
Excelente análisis de una obra que interpela nuestras memorias, constitutivas de nuestra identidad e historia para construir un nosotres. Maravillosas y emotivas actuaciones.