
El nudo de la película es la forma en que Estela trata de acercarse a su hija y su realidad, para ella, desconocida. La forma en que se produce este “salir del closet” toma a la madre como eje. La película se hace cargo de su derrotero ante esta nueva situación luego de los típicos planteos que puede hacerse una señora mayor, con una crianza diferente (“¿Habré hecho algo mal?”). Es ese derrotero que mezcla curiosidad pero desde un punto de vista, quizás más “inocente” con algunos visos detectivescos, el que se lleva la mayor parte de la película. Allí también se aprecia el deseo de mostrar como una pareja de lesbianas tiene los mismos problemas de pareja, de fidelidad y demás que cualquier pareja heterosexual. Esto, que parece una novedad de Perogrullo, no lo es tal en tanto haya gente que se sorprenda con algunas escenas. Algunas escenas se destacan como el diálogo entre madre e hija pero con un cielo de otoño como único protagonista de la escena o el asado en casa de Ruth y Nora.
Filmada dentro de lo que se llamaría “historias de vida”, empieza como termina, con un dejo de futuro abierto a todo lo que se llama vida. Probablemente quede como un signo de interrogación, digno de haberse ampliado, es la historia de la hermana de Ruth, Carlota, (bien Ana Katz, saliendo nuevamente de atrás de cámara para ponerse delante de ella) que con su vida y los abortos que había tenido, daban tela para cortar. Las actuaciones son correctas, principalmente Claudia Lapacó como Estela, una madre tan querible como metida y curiosa pero siempre partiendo de la buena intención. Virginia Innocenti es una Ruth exacta y medida.